Para no enredarme como reina al borde de un ataque de nervios, creo que hombres y mujeres se complementan a la perfección, pero con violencia de por medio no hay manera. No soy machista, ni feminista. No uso lenguaje incluyente, no odio a los hombres, no tengo nada en contra de ellos, no me estorban, me siento cómoda a su lado, pero me caen muy mal los que se creen superiores, aquellos que abusan de nosotras y que en ocasiones representan una amenaza para nuestra seguridad. Y no hablo sólo de los violentos intrafamiliares, que demuestran su fuerza con dientes volados y ojos morados, que tantas mujeres se aguantan por dependencia económica, por herencia cultural o por miedo y que tanto dolor y malos recuerdos causan en los hogares. Me refiero a todos los que atropellan la dignidad física y emocional de las mujeres de muchas formas diferentes.
Por ejemplo, me parece que son unos transgresores de aquí a la porra los hombres que pasan viernes, sábados y domingos metidos en un bar dándole a las máquinas robamonedas, al licor y a otras cositas, o cosotas, mientras la mujer hace milagros para alimentar a su familia.
También los que maltratan de palabra a su compañera de vida y constantemente la subvaloran, la ridiculizan y no apuestan un peso por sus capacidades ni por sus atributos, como si las odiaran o estuvieran cumpliendo a cabalidad, punto por punto, una venganza contra ella.
¿Y qué tal los celosos enfermizos, inseguros y manipuladores que le esculcan la billetera, el correo electrónico y el celular, buscando un punto de quiebre para molerla a insultos y hacerla sentir culpable, perversa, detestable?
Me aterran, literalmente, los abusadores callejeros, tan convencidos de sí mismos y tan atrevidos que inclusive nos mandan la mano aquí y allá, como si fuéramos cosas de su propiedad, pero no contentos con tocar nos tiran unos piropos tan desagradables que parecen insultos. Hasta se relamen con sólo mirarnos, ¡qué asco! Y son tan ignorantes que argumentan, sin nada de pena, que las mujeres somos provocadoras por la ropa que usamos. ¡No faltaba más!
Estas situaciones y muchas que se me escapan, son atentados alevosos contra nuestra seguridad.
Por eso me uno a la invitación de la Secretaría de las Mujeres al lanzamiento del evento "Estrategia de seguridad pública para las mujeres de Medellín", el próximo martes 25 de noviembre en el Teatro Metropolitano, a las 8:30 de la mañana, para que aprendamos a manejar debidamente las situaciones que vulneran nuestra seguridad, de la que somos tan responsables nosotras mismas como el Estado.
Y a usted, muchachón, le guardamos puesto. Vaya para que aprenda lo que no se hace, para que no le pegue a la negra, no la maltrate, no la humille, no la violente, no la irrespete. Ni a la mona, ni a la flaca, ni a la gorda, ni a la ñata. ¡A ninguna, señor! ¡A ninguna nunca más!
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