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Mutis, el maqroll de 90 años

Nació el 25 de agosto de 1923. Un hombre que hizo, y que es, un personaje literario.

24 de agosto de 2013
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En esa llamada no estaba el Mutis del que hablan los que se sentaron a conversar con él horas enteras. El de las exageraciones frenéticas, comilonas suicidas y abruptos geniales de los que hablaba su amigo, Gabriel García Márquez. En esa llamada estaba un Mutis de casi 90 años, con voz querida, que respondió "no tengo alientos ya para eso" a la petición de una entrevista, aunque siguiera siendo tan querido como los otros han dicho que ha sido. La llamada fue en mayo.

Tal vez tuvo que ver con eso otro que también contó Gabo en el mismo texto, cuando Mutis cumplió 70: "Solo quienes lo conocemos y lo queremos más, sabemos que no son más que aspavientos para asustar a sus fantasmas. Nadie puede imaginarse cuál es el altísimo precio que paga Álvaro Mutis por la desgracia de ser tan simpático". Por ser el hombre más simpático del mundo.

Álvaro Castaño Castillo, su otro amigo, el que lo conoce desde cuando eran niños, el que el viernes dio todas las entrevistas que el poeta no va a dar, lo regañó. "Uno debe conversar hasta el último suspiro. Nosotros tenemos vidas muy alegres, muy transparentes, para mostrar. No dice nada. Álvaro ha tenido una vida de viceversas, aunque la vida ha sido generosa con él".

De pronto no es eso, ni lo demás, o es todo. Mutis ya escribió una vida. Era 26 de enero, 1923, cuando nació. Es su día, desde entonces, pero era ya el de San Luis, el rey de Francia. Extraño. Hasta él mismo habló de coincidencia. Tenía filiación con la monarquía. "Nunca he participado en política, no he votado jamás y el último hecho político que me preocupa de veras es la caída de Bizancio en manos de los infieles en 1453 -escribió en los 70, en una autobiografía-. Soy gibelino, monárquico y legitimista".

La vida de Mutis cambió cuando solo tenía dos años. Su familia se fue a vivir a Bruselas, Bélgica. Europa es fundamental para él. Está la ciudad y los viajes en barco a Colombia y el cambio de clima entre acá y allá y los autores que descubrió. Luego vino la muerte de su padre que lo cambió dos veces. Era la primera vez que se enfrentaba a la muerte y era regresar a Colombia.

"Mi padre se fue cuando yo más lo necesitaba. Su muerte fue como una amputación brutal. Recuerdo muy bien lo que sentí. Yo pensé: alguien me ha jodido. Y durante buen tiempo le guardé rencor por haberse marchado. Por primera vez pensé en la muerte, y comprendí que algún día me llegaría la hora. Tal vez ahí comencé a morirme yo también".

A él lo marca esa diferencia entre Europa y América y su trabajo tiene esa esencia de esos mundos y de lo que va descubriendo, desde tan pequeño. De todas maneras, entre todo eso estaba el Mutis escritor y el Álvaro que tendría una vida trotamundos, viajero, trabajador, social, relacionista público y, por supuesto, el más simpático del mundo.

Ese Mutis no estaba en esa llamada quizá porque, dice Juan Gustavo Cobo Borda, el poeta y ensayista, ahora "vive con la paz de quien ya lo que busca es leer los libros que lo marcaron y no descubrió bien. Se encontró en México, en su biblioteca, una forma de mostrar que no hay que estar en lo expuesto, sino en lo íntimo, en lo reflexivo".

Esos primeros años
Álvaro Mutis no terminó el bachillerato. Su profesor de álgebra, de apellido Pinilla, ya había perdido las esperanzas de que aprendiera, lo recordó él mismo en 1993, no álgebra, sino "el pequeño misterio de la suma". Un día lo llamó y le habló: "Mire Mutis, yo no sé usted qué va a hacer en la vida, yo no sé que le va a pasar a usted, pero es perfectamente imposible estar tan negado a la matemática elemental. Usted jamás tendrá la Cruz de Boyacá".

El profesor Pinilla se equivocó en la predicción de las cuentas. El Álvaro al que le costaba hacer una suma recibió esa Cruz en 1993 y antes ya había recibido el Premio Nacional de Letras de Colombia y el de Poesía y la Orden de las Artes y las Letras en grado de Caballero y todos los otros galardones, que terminaron en 1997 con el Príncipe de Asturias y en 2002 con el Cervantes.

Es que él sabía que lo suyo no era la matemática y que la química y la física y lo demás no le iban a servir para nada. Cuando monseñor Castro Silva, el rector del colegio El Rosario, lo llamó y le preguntó qué es lo que iba a hacer en la vida, Mutis, ingenuo, respondió: "Es que no puedo perder tiempo estudiando Monseñor, porque estoy ahora leyendo sobre la guerra de los 30 años en Francia, es decir, las guerras de religión en Francia que formaron ese país y formaron realmente la Europa moderna -le contó a Darío Arizmendi en una entrevista de 1991-; yo no puedo estudiar física y trigonometría ahorita porque es una pérdida de tiempo". Monseñor no lo regañó y antes le dijo que le respetaba eso, que se fuera y que, incluso, hablaría con la mamá, doña Carolina, más conocida por García Márquez y su esposa como la madre de Mutis.

Lo único que pidió fue que lo dejaran entrar a la biblioteca, porque ahí estaban los libros que leía. En ese colegio fue profesor de matemáticas y de astronomía José Celestino Mutis, el botánico, familiar, de mucho antes, del escritor.

Mutis le anunció a la mamá, se acuerda Castaño Castillo, que tendría desde el otro día una nueva vida y doña Carolina le contestó, "bueno, mijito, no te interesan los estudios, desde mañana vas al trabajo. Yo no te sigo manteniendo". Ese mismo día llamó a un amigo y le consiguió un puesto de locutor. La voz era maravillosa. Todavía se escucha en la presentación de la HJCK, la emisora que creó Álvaro Castaño con su esposa Gloria Valencia.

Mutis es escritor, por supuesto, pero también es locutor. Ese es el oficio en el que más se ha divertido. "La vida -le dijo a Arizmendi- me dio la felicidad de ser locutor, barman todavía no, pero algún día me encontrará usted detrás de la barra de un bar, Darío, y le daré un buen coctel".

No se le conoció como barman, pero sí, señaló en ese mismo discurso Gabo, sufrió muchos riesgos en sus oficios raros e innumerables. Locutor de la Radio Nacional, jefe de relaciones públicas de varias empresas, vendedor de películas enlatadas, la voz en español de un personaje de Los intocables, por nombrar ejemplos.

En el colegio ya había descubierto el billar. Le gustaba tanto que alcanzó a comparar el hacer una carambola con lograr un buen poema. Es más, su amigo el Nobel dijo que apreció, desde siempre, su generosidad de maestro de escuela. La vocación era feroz, pero "el maldito vicio del billar" no lo dejó ejercer. "Ningún escritor que yo conozca se ocupa tanto como él de los otros y en especial de los más jóvenes. Los instiga a la poesía contra la voluntad de sus padres, los pervierte con libros secretos, los hipnotiza con su labia florida y los echa a rodar por el mundo convencidos de que es posible ser poeta sin morir en el intento. Nadie se ha beneficiado más que yo de esa escasa virtud".

Mutis no estudió en el colegio. Estudió en los libros. Es un lector voraz y un conversador pleno. Su primera universidad fueron los cafés de Bogotá, afirma Juan Gustavo. Allá conversaba con amigos como León de Greiff, Volkening, Jorge Zalamea.

"Mutis tiene ese sentido de la historia, del desplazamiento del hombre, de lo estéril de su combate y de su lucha. Esa capacidad de diálogo y conversación nos da pistas sobre muchos temas y sobre su obra". En esas conversaciones descubrían, exploraban juntos. Hablaban de un tema hoy, se iban para la casa, leían, se encontraban en tres meses, y conversaban. Aprendían. Era como la frase de Borges: no conversaban para tener la razón, sino para explorar juntos algún lugar compartido.

El personaje
Esa vez, Beatriz Mesa, la periodista, le manifestó a Álvaro Mutis, antes de la entrevista, en esos tonos medio graciosos, que a ella le gustaría ser amiga de Maqroll el Gaviero. Mutis la miró y luego le respondió que él no lo recomendaba como amigo.

Maqroll fue su personaje. Es difícil pensar en Mutis y no pensar en Maqroll. Estuvo en los poemas y en las novelas. "Mutis dijo que Maqroll es lo que él quiso ser y no pudo - comenta Juan Gustavo-. Es la sensación de eso que nosotros siempre soñamos, que es lo que otro hombre quiere ser".

La poesía fue lo que primero que llegó. Después vinieron las novelas. Algunos creen que la relación es indistinguible. A Mutis, expresa el ensayista, lo que lo anima a escribir es la poesía. "Sus novelas nacieron de pequeños poemas en prosa. Todo tiene un aura, un horizonte, un magnetismo poético".

La relación puede llevar a la idea que tienen otros. Solo como poeta, no como narrador. Juan Manuel Roca manifiesta que Álvaro Mutis va a quedar como un poeta muy importante del país, sobre todo por sus dos primeros libros. "Maqroll no me parece que sea un personaje con una gran sicología, pero sus libros siguen teniendo un atractivo poético que está en su narrativa". Le parece que es un orgullo tenerlo como poeta, aunque él haya tenido conflicto con su estética, sobre todo con su ideología y el monarquismo.

Hay a quienes les parece que a Mutis lo opacó García Márquez con el Nobel. "La explosión de lo que sucedió con Cien años opacó cualquier posibilidad que se le igualara. Es una deuda que tiene el mundo de las letras. Hoy que ya los estamos leyendo con reposo y sabemos que tenemos un gran premio Nobel, valoramos a Mutis y a Manuel Mejía Vallejo ", explica Juan Diego Mejía, director de la Fiesta del Libro.

Eso no lo notaron García Márquez ni Mutis, por lo menos en su amistad. Ellos no hablaban el uno del otro hasta que el de la M violó el acuerdo, cuenta el de la G, "solo porque no le gustó el peluquero que le recomendé". Mutis nunca ha dicho qué no le perdonaría a García Márquez, pero Gabo sí: su insensibilidad para el bolero.

Mutis es el poeta. El señor de 90 años desde hoy. El que ya conversa para él.

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