Alexandra quiere volar muy alto. Ya lo hace en las canchas de fútbol como portera, pero desea más. Si el deporte no le da señales de consagración pronto, en su bitácora tiene lista la segunda opción: "ser oficial de la Fuerza Aérea".
Daniela proyecta su vida en el balompié y al igual que su compañera, Alexandra Avendaño, aguarda un guiño del exterior para alcanzar el rótulo de profesional. De lo contrario el país tendrá en ella a una dirigente, porque, después de que termine su carrera de Profesional en Deportes, se especializará en Administración Deportiva.
Estas dos futbolistas, las únicas antioqueñas de la Selección nacional, aún no salen del sueño que vivieron en el Mundial de Alemania sub20, donde el cuarto lugar las convirtió en figuras. Ya firman autógrafos y sienten la responsabilidad social de su papel de líderes e ídolos.
Daniela Montoya Quiroz vive en Sabaneta y juega de mediocampista. Precisa en sus respuestas y tajante en sus decisiones, trata de pasar inadvertida. Sólo que su rostro angelical, tez blanca, cabello lacio y con iluminaciones, la hacen notar.
El cine y los paseos familiares copan su tiempo libre, pues dice que, desde el día que decidió enrutarse hacia el alto rendimiento, supo que la rumba no tendría cabida en su vida. Una sonrisa fresca deja ver sus dientes blancos cuando recuerda el día que le hizo dos goles a Costa Rica: "pensé en Dios y en mi familia en una jornada inolvidable".
Esa inspiración, que luego le valió un puesto en la titular, fue el fruto de su lucha y convicción, luego de sufrir la condición de ser suplente.
En su mano derecha lleva puesta una pulsera que su mamá (Marta Quiroz) le tenía de premio, hecha con amor y seleccionada entre las últimas que pulió para vender. Y en su corazón conserva la imagen de su papá (Juan Guillermo Montoya), de su gemela Daryi y sus otras hermanas a las que abrazó con el alma en el reencuentro, luego de mes y medio por fuera de casa.
Aunque no usa maquillaje, el viernes permitió tocar su rostro con cosméticos y se puso las prendas deportivas que confecciona el patrocinador de su club, Formas Íntimas. Los rasgos físicos resaltaron en esta joven de 19 años de edad que con goles y técnica conquista seguidores para el fútbol femenino.
La alegría de Cachetes
A Alexandra Avendaño Restrepo le encanta que la llamen Cachetes, el apodo que la hizo famosa en los campos deportivos. Extrovertida y alegre, se divierte cuando un balón llega a sus pies.
Alemania representó su regreso triunfal al combinado patrio, después de que una lesión en el hombro la marginara del Mundial sub17 de Nueva Zelanda-2008, casilla que se obtuvo con su aporte en el Suramericano que Colombia ganó en Chile.
Acostumbrada a la titular, esta paisita no alcanzó a jugar en suelo germano. Pero, como suplente, sintió suya la campaña, porque logró integrarse con facilidad al grupo.
Cuenta que no se estresó y que la titular Pauli, como llama a Paula Forero, se convirtió en su "amiga, parcera y confidente". El error de la bogotana en el partido de la semifinal frente a Nigeria "lo sentí como propio; como le fuera a ella en el cancha me iba a mí en el banco".
En Alemania lució cauta porque hay situaciones y momentos que lo ameritan. Allá no dejó salir toda la chispa que la caracteriza, aunque asegura que jamás cambiará. Eso sí, siempre animó, envió voces de aliento y celebró con la bandera tricolor que empacó en su maleta.
Claudia Patricia, su mamá, fue a quien más extrañó. Mientras sonríe, la simpática Alexandra, de cabello corto y ensortijado, relata que parte de los viáticos los gastó en guayos, dulces y regalos para su gente. En ese país europeo le sorprendió ver "tanto viejito, mucha gente adulta".
La muchacha de balaca vinotinto y ojos castaños y pícaros, habitante de Robledo, que con su estilo en el arco hace recordar a René Higuita, no intentará más hacer el escorpión, porque el día que lo hizo por poco termina sin dientes. Lo que nunca abandonará son sus sueños de llegar a la élite del fútbol en E. U. o donde sea", o volar alto en la Fuerza Aérea. En todo caso, volar, volar, volar.
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