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Mientras pasa el fin del mundo

  • Juan José García Posada | Juan José García Posada
    Juan José García Posada | Juan José García Posada
03 de abril de 2011
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Ya no solo abundan los profetas de desastres. Son los temidos desastres los que nos circundan, afligen y abruman. Recuerdo la caricatura antigua del publicista callejero que anunciaba con un cartel la proximidad del fin del mundo. Pasaban los años y el globo terráqueo seguía girando y el anunciante quedaba como un pastorcito mentiroso. Pero son tan descomunales, crueles y frecuentes los sucesos catastróficos hoy en día, que he percibido con resignación e impotencia la sensación de que el fin está, ahora sí, precipitándose por cuotas.

Los vaticinios tenebrosos ya no les están reservados a los pesimistas. He notado el giro al fatalismo en columnistas que pronosticaban días mejores. Sobrevuela cierto escepticismo. Hasta los que daban ejemplo por su visión tonificante de la vida y la realidad están claudicando ante las evidencias locales y globales: La tragedia del Japón, la potenciación de la crueldad, el impacto del cambio climático, el auge mortífero de la accidentalidad, la inseguridad urbana, el terrorismo, el hambre, la peste, la guerra, avanzan destructores por el planeta, como si fuera la arremetida culminante de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis.

Sin embargo, hay quienes se atreven a escribir contra la corriente. El periodista científico inglés Matt Ridley, un Doctor en Zoología de Oxford, desmiente a los seguidores del hombre del cartel alarmista: El optimista racional es un libro que, si no convence del todo, al menos marca la diferencia entre el vaso medio vacío y medio lleno. Cree probable la prosperidad y el progreso material con base en el mayor acceso al comercio y la tecnología. Aunque admite, como excepciones, la contaminación, el terrorismo, la obesidad, etc., advierte que en 10.000 años se pasó de diez millones a casi siete mil millones de seres humanos y que pese a la miseria de muchos congéneres que siguen en la Edad de Piedra, "el 99% de la gente está mucho mejor alimentada, vive con más comodidad, está más protegida contra las enfermedades y tiene más probabilidades de alcanzar la vejez".

Ridley teoriza con humor sobre el apareamiento sexual de las ideas en la historia y concluye que el progreso evolutivo de la humanidad lo generan la creatividad nacida del intercambio permanente, el trabajo conjunto y la cooperación solidaria. Este libro es una invitación a la esperanza, a confiar en la Providencia y en la fuerza transformadora del ser humano. Mientras pasa el fin del mundo, me dio por recordar la Salutación del Optimista , de Rubén Darío, una suerte de himno a la utopía, que me tocaba recitar en la Preparatoria de la UPB:

¡Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda,/Espíritus fraternos, luminosas almas, salve!/ Porque llega el momento en que habrán de cantar nuevos himnos/ Lenguas de gloria.

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