El 7 de abril de 1968 no se irá nunca de la memoria de Arturo Hernández Zapata. Fue el día en que se quemó la Plaza de Cisneros.
Él, nacido de verdad al pie del Parque de Berrío, acostumbraba acompañar a su madre a mercar una vez por semana y, nada más por puro deleite, se quedaba ayudándole a Francisco Yepes, dueño de uno de los graneros de aquel mercado, a medir y empacar los productos. La sal, el azúcar, la manteca. Casi todo venía por bultos o galones y era menester empacarlos en bolsas de papel por libras o kilos, o, en el caso de la grasa, en hojas de bijao o plátano.
Fue de ahí que le gustó tanto el negocio de los víveres y que tuvo puesto en la Plaza de Cisneros y, tras el incendio aquel, fue trasladado a la de La América, la cual, por cierto, se prepara a celebrar, el 26 de octubre, su cumpleaños número 39.
Arturo vende abarrotes y velones. También tiene una vitrina con imágenes religiosas, como los santos Rafael, Miguel y Gabriel, productos para la suerte como la vela de los siete poderes, esencias para mejorar los negocios y el amor, y varas aromáticas de incienso y sándalo.
"La gente nunca dejará de acudir a la Plaza -está convencido el vendedor-. Muchos buscan los fríjoles, que no los fumigan. Y la papa, pues la puede escoger una a una".
Un palacio
Un letrero situado en lo más alto del lugar lo identifica como El Palacio de las Hierbas. Y un poco más abajo, el número: 063. Y un colorido surtido de flores naturales, unas exóticas como la heliconia, otras comunes como la margarita, algunas más tinturadas artificialmente, llama la atención del pasaje central de la Plaza.
Miriam Mazo poco va al puesto de hierbas y flores que tienen en la Plaza de La América. Está a punto de graduarse de abogada y el tiempo que tiene para trabajar es poco. Contrario a sus dos hermanos, Álvaro Mazo y Aleida Bernal (ésta lo es por parte de madre; el papá murió hace tiempos), que mantienen allí ayudándole a su madre, Ofelia Pamplona.
Y es que Ofelia, quien lleva 39 años en la Plaza, no solo ha vendido: también consume los productos de su tienda. Cuenta Miriam y lo confirma Aleida, que hace un poco más de un año, ella estaba sintiendo que le faltaba energía y comenzó a consumir apio y otras hierbas de las que vende y recomienda a sus clientes. Días después, le diagnosticaron cáncer. Y ella acompañó el tratamiento médico con algunas bebidas de plantas que ellas ignoran: tal vez trébol rojo, noni, uña de gato. Lo cierto es que lo venció. Está parada de nuevo atendiendo en su puesto, amparada por la calavera de animal, un armadillo entero y una pata de conejo.
Miriam no cree en esas cosas de la suerte. Sus hermanos, en cambio, le salieron a la mamá. Hacen baños y sahumerios en la casa. Especialmente en diciembre. Y la verdad, nada les falta.
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6