Van desde Argentina hasta Alaska, sin un mapa definido. Esta pareja acumula noches y días en una travesía que hacen en La Chancha, una camioneta Mitsubishi L300, modelo 93. Cumplieron 367 días y contabilizan 20 mil kilómetros a su llegada a Medellín.
Su viaje se basa en recomendaciones de lugareños. Tampoco tienen sitios definidos donde dormir, la mayoría de las veces lo hacen en La Chancha, donde además cocinan.
La hospitalidad y solidaridad han sido el común denominador de su travesía, que decidieron emprender cuando vivían en Buenos Aires y trabajaban en una compañía de telecomunicaciones, en el área de soporte técnico.
El viaje comenzó, dice Natalia Balbuena, cuando "uno desea y deja de lado los miedos". Entonces despegaron con unas adecuaciones básicas en la camioneta, un equipaje limitado pero suficiente y un dinero, que ya se agotó.
Y esa era la idea, demostrar que podía hacerse un viaje "autosuficiente", como explica Patricio Ferraros, o Pato, como le dicen. Porque cuando se quedan sin un peso, entonces, se deciden a "trabajar", lo que significa vender alguna de las artesanías que hacen o algún producto promocional: una camiseta, un señalador de libros o alguna postal.
Hay días en que viven con cinco dólares, porque adonde llegan los invitan a comer o a quedarse a dormir. Recuerdan a un bombero que "les daba hasta lo que no tenía". La última oportunidad de encontrar gente dispuesta a ayudarles -lo que en su caso es muy frecuente- sucedió cuando La Chancha se quedó varada en una de las lomas de El Poblado.
Eran las 8:00 p.m. y por allí pasaba un señor que, justo, tenía una fábrica de bujías. ¡No lo podían creer!. Comprobaron que no solo les ayudó sino que los acompañó en el trayecto en tanto llegaban.
En esta cadena de buena energía es en la que confían para cruzar la frontera entre Colombia y Panamá, vía marítima. Es costoso, lo saben, pero no tienen plan B. Necesitan un patrocinador y saben que les llegará.
Luego, seguirán la ruta: Centroamérica, Cuba, México, Estados Unidos, y por fin Alaska. Tal vez lleguen en el 2012, calculan.
¿Están de vacaciones? les preguntan. Y ellos contestan que son viajeros y que esta es "una forma de vida en la que somos protagonistas de nuestras vidas. Nuestra energía está puesta en el presente", dice Pato.
En Colombia, quedaron maravillados con el valle del Cocora, repitieron ajiaco y están felices en Medellín, aunque no creen que reincidan con la bandeja paisa. De vez en cuando es bueno dejar la dieta de arroz, que se impone cuando no hay otra opción.
Cuando llegan a un destino, dejan que "el lugar les hable". A veces lo caminan y otras comen o duermen. Eso sí, no hacen turismo de centros comerciales. Ellos aspiran a encontrar lo "auténtico" de cada lugar.
"Su objetivo es el viaje no la llegada", como dice la poesía Itaca , de Constantino Cavafis, que publicaron en su blog, http://lachanchaviajera.blogspot.com.
Allí encuentran en fotos y videos cómo este viaje les ha cambiado la vida a Naty y Pato. Derriban estereotipos como el que dice que los que más tienen son los más avaros y los que menos, son más generosos. Les ayudan hasta los grupos de niños, que con curiosidad se pegan a La Chancha y los orientan a salir de los pueblos.
Por ahora, ellos cumplen su sueño. Saben que no quisieran hacer nada distinto. Son viajeros en la travesía de sus vidas.
Pico y Placa Medellín
viernes
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