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Manuela, arriesgada, veloz, fuerte y dulce

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    Manuela, arriesgada, veloz, fuerte y dulce |
03 de mayo de 2014
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Detrás de esa guerrera de carácter decidido que compite de tú a tú con los hombres en las pistas del automovilismo hay una mujer dulce, amable y de corazón sensible. Así definen sus familiares y allegados a Manuela Vásquez, otra dama del deporte que da cátedra de tenacidad.

Nada de miedos. Esa podría ser la consigna de la piloto antioqueña que hace un mes se fue para las grabaciones del Desafío del Canal Caracol. Quería probarse a sí misma, verse aguantando hambre, soportando calor, lluvia, medir su fortaleza física y mental, luchar contra rivales de ambos géneros y tener el mejor entrenamiento de cara al segundo semestre de 2014, le confesó antes del viaje a su mamá, Chiquinquirá Blandón.

Es una mujer de grandes retos. En el gimnasio, cuando el entrenador le ordena que haga algún ejercicio con una pesa de 10 kilos, ella de inmediato pide 20. El dirigente Hernán Cuartas no duda en señalarla como “una de las mujeres más aguerridas de los deportes de motor en Antioquia y una digna representante del país en Europa”. 

Ella siempre quiere más, pero sin rebeldía. Prueba de esto es que solo hasta que terminó su carrera de Diseño de Espacios, a los 22 años, incursionó de lleno en el automovilismo. Entregó el título en casa y empezó a hablar de las competencias fuera de la ciudad. Ya tenía la experiencia de los karts, bajo la orientación de Iván D’Angelo y había solicitado un Renault 4 para correr en la Mayorista, petición que nunca se concretó a pesar del sí de su papá.

Su progenitora, psicóloga de profesión, cuenta que en una de las conversaciones con ella y debido al riesgo al que siempre está expuesta, un día trataron el tema de la muerte y el mensaje quedó claro: “me dijo, mamá, sé que para ti el miedo a la muerte es una realidad, pero te digo que si eso es lo que me toca, tené la certeza de que me voy feliz, no concibo una vida que por miedo a que me vaya morir deje de ser yo. El automovilismo es mi esencia, esta es mi sangre”.

Esa pasión la ratifica cada vez que sale a una pista, como lo ha comprobado Ramiro Londoño, presidente del Autoclub La Montaña, quien resume su calidad en pocas palabras: “excelente piloto, un ejemplo, aguerrida y verraca”.    

Herencia familiar
Manuela heredó de Chiquinquirá calidez, dulzura y espiritualidad, y de su padre, Juan Manuel Vásquez, médico general y cinturón negro de karate do, osadía, independencia y seguridad.

Aunque la han respaldado para que practique su deporte favorito, jamás influyeron a que se inclinara por los autos. “No tenía ningún  pariente o amigo -dice su padre- para incursionar en un medio masculino por tradición, con condiciones de alta competitividad. Fue muy hábil no solo con el carro, sino en un entorno que es hostil con las mujeres”.

Siendo más joven se montó en una cuatrimoto que tenían en la finca, cayó y terminó muy aporreada. Nunca hubo censura ni prohibición, pero tampoco estímulos para que continuara cosechando su amor por ese deporte.

Y es que Manuela nació para los autos y el vértigo, y a eso le sumó tesón y una eficaz orientación. Chiquinquirá sonríe mientras evoca hechos muy particulares de su hija de tez blanca y cabello liso, la mayor de la familia que también integra Mariana, estudiante de Psicología.

Cuando estaba embarazada de Manuela sintió antojos, pero uno muy especial: le gustaba el olor a  gasolina. “Cuando le estábamos echando combustible al carro, le decía a mi esposo: ‘amor, bajá los vidrios que me encanta ese olor’; obvio que eso desapareció”.

En una Navidad, la pequeña Manuela, que tenía cuatro años de edad, pidió como traído del Niño Jesús un hospital. Le hicieron una casita de madera, consiguieron una camilla, pero en vez de un carro le dieron un triciclo que usaba como ambulancia. “Ella andaba a mil en ese triciclo, porque llevaba muchos heridos. Aunque tenía muñecas y jeringas, lo más importante para ella era llegar rápido al hospital. La velocidad está  metida en su sangre”.

Su padre y a pesar de que es una infracción de tránsito, la llevaba entre sus piernas desde pequeña mientras él conducía. Aún sin alcanzar la pedales del carro “ya sabía manejar”. Testigos de las habilidades al volante son sus amigos de juventud, pues a los 15 años y cuando iban a las fiestas, le entregaban las llaves a Manuela para que les parqueara los carros grandes.

Otro hecho curioso sobre la automovilista antioqueña fue que nació en el agua, en una época en la que este procedimiento no era muy usual, hace 29 años. Su papá, amante por lo diferente, le sugirió a su esposa que el parto fuera natural y en el agua, y así se hizo.

La convicción y carácter fuerte, no de agresión ni de violencia, sino de fortaleza interna, la acompañan siempre y eso lo supo su papá tras un episodio que tuvo con ella en su niñez. “No había duda de lo que quería, imagínese que una vez, en mi deseo de educarla bien, intenté obligarla a recoger un plato y tras una ‘batalla’ de una hora yo perdí. Manuela tenía cuatro años y en esa circunstancia que quizás pudo ser desafiante, supe que era parte de su naturaleza de ser decidida, clara y fuerte en sus cosas”.

Su hermana Mariana, menor ocho años, dice que “es demasiado tesa, genial”. A medida que han ido creciendo la relación es mejor, son más cercanas, cómplices, y confiesa que lo único que la pone de mal genio es el hambre, aunque eso lo ha mejorado, “pues es una mujer muy fuerte, que sabe controlar sus emociones”.

Y la mejor amiga, Amalia Correa, que la conoció cuando tenían 14 años, resalta la sencillez, disciplina, lealtad, prudencia y felicidad de la corredora. Cuando están juntas poco hablan de deporte, pero sí sabe que todo en su vida gira en torno a los autos.

Adrenalina total
Jorge Iván Correa trabaja con los Vásquez Blandón hace 30 años. Al referirse a  Manuela un gesto de cariño aparece de inmediato: “ella es muy activa, con demasiada energía” y la describe como una persona “amorosa y dulce”. De niña recuerda que la pasaba todo el día en la piscina y ahora, adulta, destaca el gusto que tiene por las  caminatas en la finca. “Siempre está buscando los retos, el deporte de riesgo, la adrenalina”.

Una de las fortunas de esta piloto es haber nacido en un hogar donde recibió entrenamiento mental. A pesar de la fama, el principal temor de su mamá, mantiene su humildad.  Conserva el equilibrio, controla sus emociones y como señalan en su casa, Manuela representa el amor en la fuerza, no en la debilidad”

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