"Apenas vi a Manuel, dije: ¡se paró el sol… ¡Qué es esto… Casi me desmayo, era mucha belleza de hombre", recuerda Dora Ramírez, la pintora y suegra del joven pero ya famoso escritor y periodista antioqueño Manuel Mejía Vallejo, quien había escrito su primera novela a la edad de 22 años.
Ella y su familia recién habían llegado de Paz del Río a la capital antioqueña, donde el mundo del arte y la cultura serían el eje de su hogar. Un hogar que después de ese encuentro con Manuel, en una tertulia literaria en el Teatro Pablo Tobón Uribe, "se volvió como la casa de la cultura", anota su hija Dora Luz Echeverría, esposa del escritor.
Agrega que más allá de la belleza física, "era muy especial. Esa manera de escuchar, de responderle al otro, de interesarse por el otro. Esto fue muy importante en el Taller de Escritores que dirigió en la Biblioteca Pública Piloto, donde logró sacar lo mejor de cada uno".
"Su belleza era la encimita", agrega Dora Ramírez, resaltando el sentido del humor de Manuel, su amigo del alma, el amor platónico de quien vivió enamorada, "aunque ella muy picarona solo me lo confesó cuando Manuel murió", explica Dora Luz.
Recuerda entonces a las mujeres de Manuel: su mamá, doña Rosana Vallejo, quien vio su potencial literario y lo lanzó a escondidas enviando su primera novela al grupo Los Panidas que la editó; a sus hermanas Rosana, Ligia e Inés. "Inés murió muy joven y Manuel la quiso mucho. Ella fue quien inspiró el personaje de Lucía en La casa de las dos palmas".
Pero la admiración por el escritor iba más allá de la familia. "Desde chiquita me preguntaba: ¿qué tendrá este señor? Tantas mujeres enamoradas de él: casadas, viudas, solteras, separadas, grandes y chiquitas", recuerda Dora Luz, a quien Manuel llamó su novia, desde que era pequeñita.
A los recuerdos de Dora y Dora Luz llegan los nombres de Ana Isabel y Socorrito, dos grandes amores del escritor. "Era inevitable no fijarse en Manuel, ese carisma como de imán, la atención que brindaba, la generosidad con su tiempo".
Y qué decir como padre de familia. "Tuvimos cuatro hijos: Pablo Mateo, María José, Adelaida y Valeria. Fue un papá ejemplar, les contaba cuentos, los cobijaba y estimulaba a crear. La gente no se va. Nosotras todo el día hablamos de Manuel", afirma Dora Luz mientras esboza una amplia sonrisa.
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