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Las joyas perdidas de la mafia

¿QUÉ TAN CIERTO es que Pablo Escobar tuvo dalís, picassos y mirós? Un curador de la época asegura haberlos visto. ¿Dónde están?

  • Las joyas perdidas de la mafia | Archivo | Pablo Escobar mandó a conseguir todos los cuadros posibles del maestro Francisco Antonio Cano.
    Las joyas perdidas de la mafia | Archivo | Pablo Escobar mandó a conseguir todos los cuadros posibles del maestro Francisco Antonio Cano.
20 de febrero de 2010
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Casi se mueren de susto los galeristas bogotanos cuando vieron que a la casa de Pablo Escobar entraba Francisco, su más enconado colega paisa. Año 1983, una mañana soleada, un mes que nadie recuerda.

Francisco, nombre falso que utiliza hoy para despistar a sus adversarios del arte, había sido invitado por la 'Tata' (María Victoria Henao, esposa de Pablo Escobar) para que, como experto curador, verificara la autenticidad de una serie de cuadros que prometían ser joyas nunca antes vistas en Medellín.

Con un manojo de canas más de las que tenía por esos días, Francisco entrecierra los ojos, se acomoda sus gafas de carey redondas como las de Gandhi y suelta por bocanadas todo lo que durante este tiempo ha tenido guardado, con cerrojo, en su memoria:

"Mandaron carro por mí. Me bajé, ingresé por un callejón y pasé por tres requisas. Ya cuando entré a la casa, me recibió 'La Tata', muy formal ella, muy conversadora. Estaban la mamá de Pablo y otra hermana de ella", rememora.

Meses antes, María Victoria le había pedido a Francisco un favor que parecía una desventura: conseguir toda la obra del maestro Francisco Antonio Cano de la que tuviera razón, "que ellos la compraban al precio que fuera, porque -recuerda- era el autor favorito de Pablo".

Con un vaso de agua en la mano para pasar la tensión, Francisco vio colgadas en las paredes de la mansión unas ocho o diez obras de Picasso, entre ellas grabados intaglios y un dibujo en sepia. "Eran de las series 'erótica' y 'mujeres con sombrero', que datan de 1938", asegura.

Metros más adelante se encontró con cuatro grabados y un dibujo de Dalí (Coreografía para una obra de teatro) en formatos pequeños y varios mirós, instalados incluso en el baño. La familia Escobar Henao supuestamente se los había comprado al propio Miró en Barcelona. "Todo era original, era una colección apreciable", reflexiona.

Dentro de esas joyas estaba un políptico de Luis Caballero, adquirido en París, y un nutrido grupo de graus, boteros y claro, canos. Algo que no se habrá escrito en ningún lado, dice Francisco, es que Pablo intentó, sin suerte, hacerse a "Horizontes", el más conocido cuadro de Cano, que para la década del 80 estaba en manos de la familia del ex presidente Carlos E. Restrepo.

La historia cuenta que "Horizontes", el ícono de la plástica antioqueña, había sido obsequiado por el maestro Cano a su amigo Carlos E., para un cumpleaños.

Sin embargo, las hermanas del ex presidente habrían dicho que "primero muertas antes que venderle el óleo a un desconocido y menos a Escobar". Y así fue.

El original de "Horizontes", de los cuatro o cinco que hay, fue donado posteriormente al Museo de Antioquia.

Ahora bien, ¿qué sucedió con todo ese patromonio que por aquellos desvaríos del narcotráfico fue adquirido por mafiosos?

Un antiguo y alto funcionario del Estado dice que para el 13 de enero de 1988, fecha en la que explota un carrobomba con 100 kilos de dinamita en el edificio Mónaco, propiedad de Escobar Gaviria, quedó en evidencia que hubo gente interesada en robar parte de lo que allí había.

"Dentro de los primeros que llegaron al lugar estaba el alcalde de ese entonces, William Jaramillo Gómez. En las cámaras quedó registrado que alguien de su comitiva se apropió de un anillo de diamantes que era de la mujer de Escobar y que además, lo grave, ¡fue que se lo fue poniendo de una vez!", recuerda el ex funcionario.

Pero, ¿por qué no lo denunció? "Uno en medio de esa batalla tan tremenda que era tener vivo a Pablo Escobar, lo que menos importaba era qué cosas se incautaban y qué cosas no", confiesa.

Dentro de lo que se guardaba celosamente en el Mónaco, opina un antiguo trabajador del Cartel de Medellín (hoy libre tras purgar una pena de 12 años en una prisión de Nueva York), estaba un violín Stradivarius que Francisco, el curador, también dice haber tocado con sus propias manos.

De la suerte del artefacto, cuyo precio base en subasta sobrepasa los 3 millones de dólares, poco es lo que se sabe. El FBI, en su página 'Art crime team' incluye dentro de las 10 obras más buscadas en el mundo un Stradivarius robado en un apartamento de Nueva York en 2005. De los 300 que Antonio Stradivari elaboró por los años 1700-1730, se desconoce el paradero de siete.

Tampoco está claro si el violín de Escobar era genuino o si constituía una muy buena copia. Es que son tan exclusivos, recalca un conocedor del tema, que a estos instrumentos no tienen acceso ni los mejores violinistas del mundo, pues a ellos solo se los prestan.

Si en algo coinciden los críticos consultados, es que muchos galeristas se aprovecharon de la ignorancia de los narcos para venderles obras falsas.

"Si usted se pone a ver a "Macaco" (Carlos Mario Jiménez, hoy extraditado a los Estados Unidos) es un montañero, un mayordomo", cuenta alguien que lo conoció de cerca.

Prueba de la ingenuidad de quienes quisieron lavar dinero a través de exuberantes obras de arte, son los dos Rubens que le incautaron a Luis Hernando Gómez Bustamante, alias "Rasguño" y que, al final, resultaron "chimbos". Los dos retratos (ver fotos secundarias), permanecen arrumados desde junio de 2007 en el Museo Nacional, luego de que fueran dejados en depósito por la Dirección Nacional de Policía Judicial (Dijín), mediante oficio SBI DAO 0891.

La curadora del museo, Cristina Lleras Figueroa, aclara que muchas de las 46 obras que dejó la Dirección Nacional de Estupefacientes (DNE), son más un problema que cualquier cosa. "Unos expertos vieron los Rubens y determinaron que no tenían valor. De hecho, uno de los originales está en la Galería de Arte Nacional de Viena, luego hubiera bastado con meterse a Internet para verificar la autenticidad", dice.

Dentro de esa colección, Lleras rescata algunas obras de Luis Caballero originales (ver fotos secundarias), un par de obregones y algunas otras pinturas con cierto valor decorativo.

El director de la DNE, Omar Figueroa, advierte que de 320 obras incautadas, solo 80 son originales. "Otras son consideradas arte, pero no obras de arte. Unas cuantas más son imitaciones".

Un funcionario de esa entidad reconoce que saber si uno de los cuadros que hoy forran las paredes del edificio de Estupefacientes es original o no, es algo que no está en manos del Estado. Hay obras que por su renombre necesitarían de peritos europeos y eso, por su puesto, requiere de una inversión que no se ha hecho.

En las bodegas se puede ver un Darío Ortiz que perteneció a Elizabeth Montoya de Sarria, más conocida como la "Monita retrechera", un supuesto Manzur (La Mona Lisa con moscas de la foto principal, de propiedad de Justo Pastor Perafán), y un cuadro que se acerca al nivel máximo de la extravagancia: un óleo en el que Pablo Escobar juega billar con Gonzalo Rodríguez Gacha y con "Chucho" Sarria, esposo de la mencionada "Monita". Todos estos cuadros, "chiviados" o no, están pendientes de ser rematados.

Hay que decir, sin embargo, que a la DNE no llegó ni a una cuarta parte de lo que se dice circuló. La ex directora del Museo de Antioquia, Pilar Velilla, recuerda haber hecho ruido en la prensa intentado recuperar unas obras que reposaban en la Fiscalía y que se estaban perdiendo por simple deterioro. Gracias a su gestión, un desnudo de Darío Morales y un Grau (Novia cortando el ponqué), se fueron para el Museo Nacional. "Aunque yo reclamé que se quedaran en el Museo de Antioquia, porque aquí pusimos mucha sangre en ese proceso", dice.

Pero las verdaderas joyas nunca aparecieron. Un hombre consultado asegura haber visto un jarrón de la cultura Mink, de 75 centímetros de alto, en la sala de la casa de Rafael Cardona Salazar, alias "Rafico", un narco que negoció su entrega con la DEA hace varios años.

A Luis Fernando Mejía, asesinado por órdenes de Pablo Escobar el 3 de diciembre de 1987, también le recuerdan un florero precolombino, al parecer de un metro de alto.

La llegada de todas esas rarezas de la estética, hicieron que los artistas que en otro momento hubiesen podido ser bendecidos con cierto futuro, fueron apartados de la escena. Los malos, en cambio, fueron sobredimensionados.

"Te digo, a los narcos les metieron unos golazos... Yo vi vender obras de Armando Villegas, en esa época en 30 ó 40 millones de pesos, una cosa absurda, por Dios", comenta un experto.

Y remata diciendo que la época en que se "traquetizó" el arte (década del 80 y del 90) sencillamente "se perdió el norte del buen gusto. El mercado se disparó, comenzaron a aparecer dalís por todas partes, falsos y verdaderos, esto era una locura".

Hay quienes se atreven a decir que las llamadas "vacas sagradas" de la pintura como Enrique Grau, David Manzur y Alejandro Obregón, dejaron de pintar óleos, cuyo proceso de secado es arduo y lento gracias al aceite de linaza; para pasarse al acrílico pues no daban a basto vendiendo a tan buenos precios.

Los cuadros comenzaron a venderse en Medellín por el tamaño y no por el valor artístico que tuvieran. De hecho, aparecieron intermediarios o decoradores de interiores que no sabían de autores y que encargaban a los artistas, en un arrojo indiscriminado contra la estética y los siglos de historia, cuadros con paletas de colores que hicieran juego con los muebles y las paredes de la casa. Obras, muchas, algunas de valores millonarios, cuya suerte hoy sigue siendo un misterio.

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