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La vida en dos ruedas

Convertidas en un vehículo utilitario, ágil y económico, las motos están cada vez más presentes en las calles. Sin embargo, son muchos los riesgos que rodean al motociclista en la selva de cemento. Este es un fenómeno social más complejo del que se observa a primera vista y que requiere acompañamiento de las autoridades en materia de movilidad, seguridad y educación vial.

23 de julio de 2011
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Por un uso asociado al trabajo y a la economía de tiempo y de dinero en la movilización por la ciudad, la motocicleta se abre espacio con una presencia poderosa y, para algunos, apabullante. Para bien o para mal es una realidad urbana imparable, sobre la cual es preciso desarrollar no sólo una cultura vial, sino una reglamentación más exigente en cuanto a su conducción.

Con el rigor periodístico necesario para evitar los sesgos que se presentan en asuntos que polarizan la opinión, este periódico, en sus ediciones impresa y digital e involucrando a sus audiencias a través de las redes sociales, publicó durante una semana informes y crónicas que dieron cuenta de los impactos que, en todos los órdenes, tiene el uso de la motocicleta: "Mi vida, mi moto".

Si bien hay cifras y opiniones que contribuyen a elaborar un diagnóstico, lo que se percibe es que las autoridades han sido tímidas en las soluciones y en la exigencia de responsabilidades a todos los actores involucrados en esta actividad, la cual tiene notable incidencia en el tema de la salud pública y la seguridad social.

Aunque existen clubes muy organizados de moteros, la moto dejó de ser un hobby para convertirse en un medio de trabajo, pero quienes la utilizan dan cuenta de lo difícil que es ganarse la vida sobre dos ruedas. Son muchos los riesgos que rodean al motociclista en la selva de cemento, incluso el más grave de todos: perder la vida. La Secretaría de Tránsito de Medellín da cuenta de 9.294 accidentes en lo corrido del año, con 82 muertos y 7.249 heridos.

La amplia oferta y los precios competitivos han hecho de este vehículo, ágil y económico, un bien muy asequible, al punto de que este año se venderán 400 mil en el país, un 25 por ciento más que en el último año, y por encima del número de carros vendidos, estimándose una moto por cada 21 habitantes. Y a las facilidades para su adquisición se suman las muy laxas prácticas de algunas escuelas de conducción, que hacen pensar a cualquiera que manejar moto es tan fácil como sacar la licencia.

En Medellín hay registradas 26.313 motos, una por cada siete carros, número que podría duplicarse por las que cruzan su territorio hacia el norte y el sur del Valle de Aburrá. La proliferación de motos ha venido a agravar el problema de la accidentalidad vial, sin que en el área metropolitana exista una política integral de movilidad, que incluso contemple adecuaciones en las vías o en el tráfico.

Sabemos del propósito que asiste a importadores y fabricantes para fomentar buenas prácticas entre los motociclistas, en asocio con las autoridades, como también de los controles que éstas ejercen en las vías mediante retenes e imposición de sanciones a quienes no cumplen normas mínimas de protección como el uso del casco y del chaleco reflectivo. Sin embargo, este esfuerzo resulta vano si entre los mismos conductores y parrilleros no hay conciencia sobre el valor de su propia vida, como frágil chasis de sus vehículos.

Los mismos motociclistas nos dieron testimonio del estrés que genera entre los conductores de carros y entre ellos mismos, la indisciplina de algunos de sus compañeros y el irrespeto a las normas de tránsito, que hacen que la comunidad los juzgue a todos por el comportamiento de unos pocos.

De ahí la importancia de que a medida que las motos aumentan en la ciudad y su uso se potencia como un bien para ganarse la vida, exista un empeño individual y colectivo para que se fortalezca también la tolerancia, el respeto y la responsabilidad de los conductores en las vías, para lograr una movilización más segura para todos.

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