Se cumplen, el 9 de octubre, 50 años de la muerte del Papa Pío XII. Ocasión que muchos aprovechan para ventilar las leyendas negras que comenzaron a decirse pocos años después de su muerte: críticas por su silencio durante el holocausto nazi, supuestamente porque no le interesaba defender a los judíos, (como si en los campos de concentración no hubieran muerto también miles de católicos). Otros lo tildan de amigo y cómplice de Hitler, quien al contrario, ordenó su secuestro y posterior deportación durante la Segunda Guerra Mundial.
Estos rumores comenzaron en 1963 con la obra de teatro El Vicario, escrita por el alemán Rolf Hochhuth, en la que se acusó al Papa por no haberse pronunciado públicamente durante el Holocausto. Ese mismo año el entonces Papa Pablo VI mandó abrir los archivos del Vaticano para que los historiadores tuvieran a su disposición toda la información respecto al criticado pontífice.
Entre muchas de las posteriores publicaciones en contra de Pío XII está el libro "Hitler's Pope", de John Cornwell, quien asegura que Pío XII ayudó a Hitler a tomar el poder en Alemania.
Lo que pocos saben es que cuando él era cardenal, en 1937, ayudó al entonces pontífice Pío XI a escribir la encíclica Mit brennender Sorge, cuya lectura fue prohibida en Alemania. En ella advirtió los peligros del nazismo y aseguró que lanzarían una "guerra de exterminación".
El periódico The New York Times, en un editorial publicado en 1941, exaltó la actividad del Papa al "ponerse plenamente contra el hitlerismo y no dejar duda de que los objetivos de los Nazis son irreconciliables con su propio concepto de la paz cristiana".
El Papa ofreció bienes del Vaticano como rescate de judíos. También escondió y alimentó a miles de ellos en templos, conventos y hasta en la ciudad del Vaticano. En gran parte por eso, la tasa de supervivencia de judíos es más alta en Italia que en muchos países que sufrieron la ocupación nazi.
Es cierto que durante la Segunda Guerra el Papa se abstuvo de hacer declaraciones públicas contra los nazis. Las organizaciones humanitarias apoyaron su postura: una denuncia pública no cambiaría los planes de Hitler, y arriesgaría la vida de los judíos que la Iglesia tenía escondidos. La misma medida la tuvieron la Cruz Roja Internacional y el Consejo Ecuménico de Iglesias.
La condena a Pío XII es una de las estrategias usadas por historiadores y periodistas para desprestigiar a la Iglesia. Es cierto que no pocos católicos actuaron de manera cobarde y poco caritativa durante la Segunda Guerra, pero su conducta no se da como consecuencia de su fe sino precisamente por la incoherencia con ella.
"La vida de nuestro tiempo ha sido enriquecida por una voz que expresaba las grandes verdades morales por encima del tumulto de los conflictos cotidianos. Nosotros lloramos a un gran servidor de la paz", dijo Golda Meir, ministra de Asuntos Exteriores de Israel cuando se enteró de la muerte del Pontífice.
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