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La autorregulación periodística

08 de febrero de 2010
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La libertad de expresión es un principio inalienable de toda persona. Para los periodistas es, además, el soporte fundamental del ejercicio profesional que permite garantizar el derecho a la información.

Sin embargo, esta concepción de la libertad de expresión no permite que los medios de comunicación actúen como superpoderes, que reemplazan al sistema judicial o a otro poder público. No está bien que los periodistas reemplacemos a los jueces. Una información no puede ser sentencia condenatoria de nadie.

Los periodistas y los medios de comunicación deben observar derechos humanos tan fundamentales como la presunción de inocencia, el derecho a la honra y a la intimidad, por citar algunos. Las informaciones y opiniones deben corresponder a hechos verídicos y comprobados. A estas dos funciones profesionales, averiguar qué pasó y comprobar lo que pasó, debe seguir la inclusión de los datos contrastados provenientes de diversas fuentes de información.

El periodista averigua los hechos, los selecciona, los edita y los da a conocer a su audiencia, orientado por la metodología del ejercicio periodístico, los principios éticos y las normas legales. Punto crucial es el criterio de publicación, que debe estar siempre regido por el interés general.

La libertad de expresión es el aire que respira el periodista. Pero la atmósfera puede estar enrarecida cuando se desbordan los límites que imponen los derechos humanos o cuando se soslayan, relativizan o flexibilizan los ideales de la ética periodística.

Este conflicto obliga a una mirada amplia y detallada. No se trata de ponerle límite o de establecer un régimen de censura o autocensura. Los medios de comunicación deben tener mecanismos de autorregulación. El periodismo de calidad conlleva los atributos éticos y de responsabilidad social que esperan y se merecen los lectores.

Más allá de las leyes, los principios de autorregulación son la mejor garantía para los lectores, los directores y los mismos periodistas. Los libros de estilo, los códigos de ética profesional y otros mecanismos de autorregulación son instrumentos públicos que voluntariamente se adoptan y que están a la luz de lectores, oyentes o televidentes.

Sin embargo, se necesita abrirles un mayor campo a la discusión y a la participación de las audiencias, para que el periodismo recupere y conserve la credibilidad. En otra ocasión me referí a dos situaciones indeseables: la de los periodistas sordos y la de los lectores mudos.

La autorregulación del periodismo es clave para el ejercicio del periodismo veraz, independiente, plural, imparcial y de calidad. No se contrapone a la libertad de expresión ni al derecho a la información, más bien los garantiza como pilares de las instituciones democráticas, ámbito dentro del cual los medios de comunicación son un poder, no un superpoder que asume funciones del otro.

El periodista responsable respeta los derechos fundamentales de los ciudadanos, no viola los derechos humanos. Richard Harwood escribió en The Washington Pos , según cita de Carlos Maciá Berber en su obra La figura del defensor del lector, del oyente y del telespectador : "...el remedio está en nosotros mismos como periodistas, en la autodisciplina que estemos dispuestos a aceptar, en los patrones éticos que estemos dispuestos a observar, en el ejemplo que los editoriales y los editores estén preparados a establecer".

*Defensor del lector de EL COLOMBIANO

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