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Hasta pronto, mi General

  • Hasta pronto, mi General
01 de enero de 1900
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Hasta pronto, mi GeneralPor
Fernando Londoño Hoyos

Para cuidar su salud, diezmada por una diabetes implacable y mal tratada en medio de la guerra, asumirá el General Carlos Alberto Fracica el cargo de Agregado Militar en la Embajada de Chile. Algunos periodistas han querido presentar ese doloroso traslado como una derrota y saludar el nombramiento del general Gilberto Rocha al mando del Plan Patriota, o J. M. como Fracica lo llama en gesto de humildad y gratitud que lo consagra, como el cobro que el Presidente le hace al fracaso de la más ambiciosa operación militar que nunca se cumpliera en Colombia.

Contra lo que muchos creen, las guerras no se ganan cuando se da de baja a los comandantes enemigos. En la Alemania Nazi fue necesario ahorcarlos después de la rendición y como punto final del juicio de Nuremberg; en la Guerra Grande gozaban todos de salud suficiente para firmar el trágico armisticio de Versalles; los jefes comunistas de la Guerra Española murieron mucho después de la Batalla del Ebro; el General Benjamín Herrera firmó el armisticio del Wisconsin y Uribe Uribe fue vilmente asesinado en las calles de Bogotá, años más tarde de la rendición en Chinacota. Los emperadores derrotados no murieron en Austerlitz, ni Napoleón cayó en Waterloo. Así es la guerra. Así es la Historia.

Los ejércitos se rinden cuando pierden la oportunidad de triunfar y no les han dejado otro camino libre que el de la muerte. Como pasa con las Farc. Allá, en lo que se llamaba con tan mal eufemismo su santuario, eran dueñas de poblaciones enteras, que no conocían otra ley que la suya. Ya perdieron los pueblos. En Cartagena del Chairá, en Retorno, Calamar, La Macarena y San Vicente del Caguán, la guerrilla es un mal recuerdo del pasado. Disfrutaba de impresionantes carreteras, construidas en los años tristes de la distensión y hoy no tiene caminos, ni vehículos 4x4, ni estaciones de servicio en la mitad de la selva; era dueña de los ríos, y hoy en los ríos ondea el tricolor pabellón, enarbolado por nuestra armada; disponía a su talante del aire y ya se acabaron los aeropuertos y la interdicción aérea alejó para siempre las ansiadas naves de los pertrechos; sus comunicaciones eran fluidas y permanentes, entre los cabecillas y los frentes de todo el país, y hoy saben que cualquier radio transmite su posición al ejército; perdieron sus hospitales, y sus centros de almacenamiento de material de guerra y los clubes para entretener sus ocios con Whisky escocés y damiselas renovables. No les quedó sino la selva profunda, el aislamiento, las enfermedades y el miedo. En cada campamento, cada noche, parecen oír el sonido incierto del avión fantasma, o el trueno de las bombas, o el inconfundible rotor de los helicópteros que los persiguen.

Para mantener su tren de vida, desafiante prueba de sus éxitos, necesitaban mucho, muchísimo dinero. Y lo tenían. Eran los amos de la cocaína, de los embarques gigantescos, de los inmensos botines de billetes verdes. Todo eso se ha perdido. La fumigación incesante, la interceptación de centenares de toneladas de clorhidrato - por valor de muchos miles de millones de dólares - la escasez de los precursores químicos, la caída de pueblos enteros destinados al negocio, como Calamar y Miraflores, los tienen reducidos a la miseria que merecen. El General Fracica calcula que han perdido el 80% de su poder financiero.

Para rematar, les acaban de notificar que tienen la misma receta para los próximos cuatro años. Perdiendo más de ocho mil hombres por año, saben que su aventura no es sostenible. Para decirlo con la claridad que conviene, las Farc están perdidas y saben que lo están. Y que no les queda otro remedio que el de la mesa de negociaciones.

Hasta muy pronto, mi General Fracica. Esperamos que nada impida que lo inviten a la firma del acuerdo de paz. Gracias por servir a la Patria hasta los límites del sacrificio. Y gracias por ejecutar el plan Jorge Enrique Mora Rangel, o J.M., como usted lo llama, con abnegación y con talento. Paso de Vencedores.

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