Si por algo deberá recordarse esta versión de la Asamblea General de Naciones Unidas, será por el calibre de las intervenciones de los mandatarios que asistieron a la cita en Nueva York.
Todos los líderes que hablaron ante la plenaria de la Asamblea divulgaron con eficacia, y a través de su innegable capacidad de oratoria, su visión del mundo y de los conflictos que hoy tienen enfrentados a distintas naciones.
Temas que hoy reclaman la atención del planeta como el conflicto en Siria, la tensión nuclear entre Estados Unidos, Israel e Irán, la furia musulmana contra Occidente por hechos recientes, la crisis de la zona euro, los movimientos bélicos de Japón y China, la aceptación de los palestinos como Estado y el proceso de paz en Colombia ocuparon los primeros renglones de los discursos.
Como era de esperarse, la agenda estuvo repleta de intervenciones, pero no de soluciones. Andrés Molano R . director del Observatorio de política y estrategia de A.L., afirma que este foro “es una especie de termómetro de los problemas del mundo, tanto de los específicos de cada país como de los globales. Todos se plantean allí pero no se resuelven. La Asamblea no tiene la capacidad ni la competencia para resolverlos, por eso no se debe juzgar por la falta de respuestas”.
De ahí la importancia de la petición del secretario de Naciones Unidas, Ban ki-moon , a los líderes del mundo, de trascender la oratoria y las condenas para volver tangibles las soluciones a problemas que durante los últimos meses se han vuelto recurrentes, y que a los ojos de muchos, son una bomba de tiempo.
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