Dicen los códigos de ética que la primera obligación del periodista es decir la verdad.
Esto fue lo que hizo el periódico The New York Times cuando reveló la existencia de los llamados "papeles del Pentágono". Ellos mostraron a sus lectores y al mundo las mentiras que el gobierno de Estados Unidos fabricó para encubrir durante varios años las amargas verdades de la Guerra de Vietnam.
Los documentos fueron entregados al periódico por Daniel Ellsberg, un agente de inteligencia de la CIA.
Los editores publicaron la información convencidos de que la libertad de expresión está primero que la seguridad nacional. La historia vuelve a repetirse cuatro décadas después. Esta vez los protagonistas son tres periodistas y un ingeniero informático que trabajó para la CIA y que ha conmocionado al mundo con sus revelaciones sobre los programas secretos de espionaje masivo de internet por agencias de inteligencia del gobierno de su país.
El primero de los periodistas es Barton Gellman, redactor de The Washington Post.
La primera vez que recibió un mensaje en su computador, el técnico de la CIA se dirigió a él llamándolo Brassbanner, un nombre en código parecido a los que usan los agentes de la NCA, el servicio de inteligencia militar más secreto de EE.UU.
Él, por su parte, le pidió que lo llamara "Verax". Así se comunicaron durante varios meses.
Cuando buscó el significado de la palabra en un diccionario, Gellman encontró que "Verax" en latín quiere decir "el que dice la verdad".
También descubrió que el mismo nombre fue usado como seudónimo por dos disidentes ingleses. Uno de ellos murió en prisión en la Torre de Londres en el siglo XVII, después de ser arrestado por sus actividades políticas.
El otro era un valiente columnista del periódico Manchester Examiner que no tuvo miedo de decir la verdad sobre los actos de corrupción de políticos y gobernantes de su país.
A partir de ese momento, cuenta Gellman, comprendió la clase de interlocutor que prometía entregarle información sobre abusos cometidos contra cientos de miles de ciudadanos por algunas agencias de inteligencia de EE.UU.
Otra periodista involucrada en el caso es Laura Poitras, una de las documentalistas más premiadas de EE.UU. Ella recibió un correo que decía: "Quiero su código de encriptado". "Necesitamos un canal seguro". Poco tiempo después recibió otro con estas palabras: "Tengo información sobre el entorno de Inteligencia. No será ninguna pérdida de tiempo para usted". Poitras buscó a su colega Gellman para pedirle consejo sobre la confiabilidad del informante. Ambos decidieron trabajar juntos en el caso.
El tercer periodista fue Glenn Greenwald, un bloguero y abogado que trabaja para el periódico británico The Guardian y ha dedicado su carrera a la defensa de las libertades civiles. Él sostiene que el soldado Bradley Manning, quien está siendo juzgado por filtrar miles de documentos secretos a WikiLeaks sobre los abusos de las tropas norteamericanas en la Guerra de Irak, merece una medalla, y no una vida en prisión.
"No hay salvación para mí". Con estas palabras resumió "Verax" su destino pocos días antes de encontrarse cara a cara con los periodistas en un hotel de Hong Kong y de revelar su identidad ante todo el mundo. Ojalá este no sea el mismo destino de los periodistas.
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