Si los cronogramas establecidos no afrontan contratiempos imprevistos, a finales del 2015 el tranvía de Ayacucho será una realidad. Con tres estaciones de transferencia (San Antonio, Miraflores y Alejandro Echavarría), además de seis paradas a lo largo de sus 4.3 kilómetros de extensión, y su conexión con los dos sistemas de cable hacia el 13 de Noviembre y Villa Liliam-La Sierra, esta megaobra será un importante hito en la transformación de la ciudad.
Los primeros beneficiarios serán los habitantes de los barrios que impacta de forma inmediata el proyecto. Indudablemente, les mejorará la calidad de vida y los conectará al sistema integrado de transporte. El corredor de Ayacucho se convertirá en un referente turístico, bello y acogedor. Me lo sueño, no solo como gran logro que potencie las bondades del sistema masivo de transporte de la ciudad, sino, además, como recuperación de un entorno semejante al que tuvimos años atrás en la carrera Junín, un lugar de encuentro, esparcimiento y excelente comercio. Podría ser también espacio para el arte, para la exhibición de manufacturas, pinturas, esculturas, para el deleite de los ciudadanos con los que tocan el violín, la guitarra o el saxofón, y, por supuesto, una oportunidad para el comercio informal bien organizado. Como se ha hecho con otros sectores de la ciudad, este podrá ser un espacio rescatado para la comunidad, como núcleo de esparcimiento, socialización y de magníficos servicios educativos y culturales.
Pero el impacto no será solo para las comunas ocho, nueve y diez, sino para toda la ciudad, por el servicio incluyente, rápido, cómodo, económico, seguro, amigable con el medio ambiente, su integración con el sistema metro y, por ende, con las políticas de transformación social y ambiental de esta empresa. Por mediciones hechas, sabemos que este sistema, de generación eléctrica, está mostrando un importante mejoramiento ambiental al reemplazar paulatinamente los vehículos que envenenan la atmósfera del Valle de Aburrá con CO2. El relevo será, por supuesto, a largo plazo, y traerá profundos cambios para la ciudad en sus niveles de calidad de vida.
Ojalá se extienda a este espacio la contundente "cultura metro" que se viene construyendo desde los inicios del transporte masivo en los años noventa, no solo para el comportamiento responsable dentro del tranvía, sino también para lo que ocurra a lo largo del bulevar como garantía del éxito social del proyecto.
La administración municipal ha adelantado ya estrategias para garantizar que este sueño pueda ser una realidad, y no sea que espacios logrados con tanto esfuerzo económico y enorme ilusión, terminen convirtiéndose en entornos de pesadilla. Queremos que ese bulevar sea un aula máxima de formación ciudadana, de invitación a la sana convivencia, y componente de relevancia en el sueño que vamos construyendo de la ciudad educadora.
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6
