En mejorar la educación está la gran apuesta del actual gobierno departamental. Una empresa tan ambiciosa como necesaria para que Antioquia dé un salto cualitativo en todos los aspectos de la vida de sus municipios. Impactar, transformar el sector educativo es producir un cambio social determinante para los próximos 20 años.
Pero esa es una tarea paciente, gradual, compleja. El escalafón revelado esta semana por el Consejo Privado de Competitividad (CPC) no nos dejó bien parados. Aún estamos, en educación media y básica, por debajo de departamentos como Boyacá, Santander y Meta. Y en educación superior y capacitación nos superan Bogotá, Santander, Caldas y Boyacá.
Es decir, veámoslo con un regionalismo sano (competitivo, para el caso): aún Antioquia no es la más educada. Se está preparando para serlo. Confiamos en el plan de desarrollo trazado por el gobernador Sergio Fajardo dos años atrás. Y no queremos ser cortoplacistas en la valoración del informe. Igual, hablamos de un atraso educativo que hunde sus raíces en el recorrido gubernamental de, por lo menos, los últimos 20 años.
La presidenta del CPC, Rosario Córdoba Garcés, nos lo hizo saber con franqueza: son muy desfavorables los índices en calidad educativa y en especial en los puntajes logrados por los estudiantes de los grados quinto y undécimo en lenguaje, matemáticas y ciencias.
El informe del CPC también alerta, en educación superior, sobre la alta deserción escolar y el bajo dominio de una segunda lengua, en especial del inglés.
También se advierten limitaciones en la calidad de los espacios de las aulas educativas de los establecimientos oficiales y en la calidad de los docentes. Se trata de tres niveles clave de la cadena educativa: conocimiento en materias esenciales, condiciones de infraestructura y preparación de los maestros.
El diagnóstico existe desde la Gobernación: se debe sortear con mayor fluidez la circulación centro-periferia de recursos, profesores, material de apoyo docente y otros agentes del proceso.
En su blog, el Gobernador describe cómo a medida que hay un alejamiento de ese centro de desarrollo que es Medellín, aparecen las necesidades básicas insatisfechas: desde los acueductos y el agua potable hasta la falta de vías y de transporte veredal. Otro ejemplo: el 80% de los alumnos de la educación superior pertenecen al Valle de Aburrá y su capital.
Al tiempo que la educación permitirá cambiar esas realidades, pues es la existencia misma de esas carencias la que atraviesa el entramado educativo. El sistema docente, el sistema dicente, el sistema escolar, en su conjunto, siguen golpeados por condiciones palpables de pobreza y marginalidad.
Medellín fue un primer laboratorio de mejoramiento de la educación para el hoy gobernador Fajardo. Ahora, el reloj contará los avances de un proyecto que debe extenderse al resto del departamento.
Hablamos aquí de la educación no solo como un derecho fundamental (público) sino también del factor de desarrollo económico que constituye: en mercado laboral, en turismo, en emprenderismo (pymes), en administración de bienes y servicios rurales, en calidad de obras e infraestructura, en manejo de tecnologías y comunicación. Y para ello habrá que seguir el camino largo pero seguro de inversión y cambio que en un próximo informe nos ubique, ojalá, como los mejores en educación.
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