Leandro siempre me lleva a mi casa, a mi niñez. Me lleva a una relación con mi papá, con mis tíos, con toda esa parte de mi familia que era tan fanática de los juglares, que los llevaron a mi casa. Tuve la suerte de haber tenido a Alejo Durán, de estar con Leandro, de ser testigo de la creación de algunas de las canciones que fueron muy famosas. Ha sido algo muy fuerte.
Su muerte representa la certeza de la desaparición de una generación que quise mucho. Al lado de Carlos Huertas y Luis Enrique Martínez, que fueron juglares que quisieron mucho a Santa Marta, que nos visitaron mucho, que estuvieron juntos muchas veces, que hacían parte de un clan muy especial. Los asocio a ellos con la desaparición de mi papá, que ya está mayor y enfermo. Ya se fueron mi tío, mi padrino que me motivó mucho a cantar, los amigos de parranda como Farid Salas, Abraham Correa.
De alguna manera la muerte de Leandro también me recordó mucho lo que va a ser imposible de parar: la desaparición de mi papá, de una generación maravillosa de profesionales muy melómanos y promotores de la música, en especial del folclor nuestro. Al mismo tiempo ha sido un día feliz al recordar cosas en las que estuvo Leandro en mi vida, que siempre tuvo para mí unas palabras de aliento.
Me aconsejaba mucho. Él era muy amigo de mi papá. Lo que más me unía a Leandro es que yo no era Carlos Vives el artista famoso. Yo era el hijo de Luis Aurelio.
Para mí siempre fue un referente. Ellos me hicieron entender que más vale el sentimiento que la fórmula o la forma. Eso lo aprendí especialmente de él. Por eso canté los clásicos de la provincia y por eso quise hacerlo de una manera diferente. Me dio felicidad descubrir que había nuevas formas de hacerlo y antes de hacer canciones mías, canciones nuevas, hacía canciones de viejos compositores.
Querido por el pueblo
Leandro fue una persona muy buena, muy buen papá. ¿Y sabes de qué le doy gracias a Dios? De que si bien no vivió en la opulencia, a Leandro no le faltó nada. Su hijo Ivo ha sido ejemplar y lo ha acompañado siempre. Gracias a Dios las canciones que grabamos de él le produjeron dinero, gracias a Dios el público lo quiere, se fue querido por el pueblo, y sin pobreza. Tenía su casa en Santa Marta, tierra que quería mucho y su casa en Valledupar. Esa es la vida que quiero para todos los juglares.
Le doy gracias a Dios de que la vida me haya puesto cerca y yo haya podido servir y devolver en algo tanta felicidad que Leandro nos dio. Qué bueno que tomé este camino de la colombianidad, en el que él me enseñó a quedarme. Gracias a gente como Leandro.
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