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Cables cruzados

08 de octubre de 2008
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A todos nos llegan correos electrónicos que tenían otro destinatario. En esos mensajes equivocados nos piden leche y pañales para el bebé, o nos agradecen regalos que nunca hemos dado.

Nos aceptan en matrimonio, o nos tratan como activistas de una religión de garaje que no figura en nuestras teologías.

Nuestro buzón se llena con materiales sospechosos a los que les damos chumbimba sin abrirlos. Empezando por las cadenas de felicidad.

En este desorden de ideas, desde Buenos Aires me escribe Gaby para agradecerme una noche inolvidable. Reconoce que a mi lado Casanova era un eunuco. Me declara fuera de serie para bailar tango. Me gradúa como un semental "bárbaro", ducho en intimidades del Kamasutra. Finalmente, me anuncia que el viernes repetiremos la dosis. ¡Santo Dios! Corro a escribirle a mi desconocida corresponsal:

Che, Gaby, gracias por subirme la moral.

Veo que metiste mal el dedo y le enviaste tu correo a un insomne soñador de un hermoso acabadero de ropa llamado Colombia, y no a tu amigote de farra gaucho.

Te cuento, querida, que a estas alturas del partido de mi vida, no aguanto una misa con triquitraque. Llego a casa y pongo los pies en agüita caliente con sal. Luego mis extremidades se van a vivir dentro de unas muelles pantuflas de sexagenario.

A mi edad, si no me alcanza para la fidelidad, menos para la infidelidad. Por estos días la testosterona le da una mano a este negro. Estoy que me compro una cobra con flautista incluido, para levantar el ánimo? Buscaré la asesoría del ex embajador en la India, David Sánchez Juliao.

Escojo fiesta. Hace tiempos voy más a entierros que a rumbas con desayuno incluido. He cambiado de médicos. Soy "carne" de urólogos y proctólogos, esos siquiatras al revés que ponen rostro de jugadores de póquer para violarnos con el pretexto de medirle el aceite a nuestra salud anal.

Tardíamente he leído a Proust. Ahora soy candidato a proustático, "acaso propietario" de una presa del tamaño de una nuez de nogal como la describe un hacha en próstatas, el escritor boyacense Gustavo Páez. Para mantenerla a raya, hay que estar mirando la próstata a los ojos.

Sácame del despelote que planeas. No estoy para esos trotes. Agradezco tu lapsus que me notifica que sigo vigente en el mercado erótico.

No es por chicaniar, pero también en la calle me asaltan bípedos que me entregan volantes en los que me invitan a extrovertirme con muñecas deshinibidas, conejitas cariñosas, colegialas todoterreno. Esas invitaciones me ahorran siquiatra y libros de autoayuda, pues me trepan la autoestima.

Ignoro cómo se filtró mi correo electrónico en tu cachivache. Qué virus más extraño. Pero "sorpresas te da la vida". Por favor, reenvía ya el correo al hombre de tus insomnios. Aun es tiempo de armar parranda el viernes cultural. Eso sí, no me olvides cuando estés en los gozosos.

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