Esta mujer de 52 años hace rato perdió la pena y no solo para quitarse la ropa. Cuando conversa no guarda secretos, es graciosísima. Como dirían, una mujer "muy charra".
Su verdadero nombre es María Inés Hernández y llamándose así se desnudó por primera vez en 1976 ante un grupo de señoras distinguidas en el taller de pintura del maestro León Posada, que quedaba por la Clínica El Rosario.
Tenía apenas 19 años y gustó por "lo delgadita y porque lo hice de una manera natural. Me quedé como tranquila", dice. Semanas después modeló en embarazo y hasta con Diana Marcela, su hija recién nacida, para la maestra Libe de Zulategui.
Fue un conocido del maestro Posada quien la convenció de aceptar ese trabajo, que le quedó gustando porque ya han pasado 33 años dejándose pintar "sin interiores" por estudiantes de Bellas Artes -donde le pagaban a 5 pesos la hora-, de la Universidad de Antioquia y actualmente de la Nacional, donde la tarifa son 5 mil pesos por quedarse quieta una hora.
"Me fueron recomendando y me fui yendo por todos los talleres de Medellín. Ya me pedían por turnos y vivía como muy alcanzada de tiempo", recuerda ella mientras menciona a todos los que han plasmado sus curvas con el pincel: el maestro Valderrama, el maestro Cárdenas, Libe de Zulategui...
Una trabaja y la otra gasta
Pero desde hace mucho tiempo María Inés se hace llamar Marcela, porque le parece un nombre más bonito, y es Marcela la que posa desnuda. "Yo soy muy pinchada, mijo. Marcela trabaja y María Inés se gasta la plata", comenta entre risas.
¿Por qué Marcela se ha mantenido tanto tiempo vigente en ese trabajo? Con la misma gracia responde: "Bonita, bonita, no soy, pero tengo mis encantos. Vaya a saber cuál es el carisma que tengo yo que aguanté hasta ahora. Yo voy a modelar hasta que me sigan llamando y no es culpa mía".
Y agrega: "Hay que preguntarles a las personas con las que trabajo qué es lo que les gusta de mí, porque imagínese que ya tengo las maruchitas por el piso y estoy gorda, porque yo era talla 6 cuando estaba joven. Llegué a talla 16 por unas depresiones que me dieron pero volví a adelgazar".
Marcela nunca fue reprobada por sus padres porque más bien solita e independiente ha sido, y ella misma entendió muy pronto el sentido artístico de su trabajo.
Incluso anécdotas no faltan por lo normal que se volvió para ella despojarse de la ropa. "A veces me dicen que van a hacer retratos y a mí se me olvida y salgo cambiada. Yo pienso que desnuda vine al mundo y desnuda me voy a ir. Yo no conozco a la primer persona que venga vestida. Si alguien lo ve vulgar es algo mental".
Aunque piensa que no es un oficio bien pagado, lo sigue haciendo "por amor al arte y porque estoy muy afortunada de estar en él".
En reconocimiento a su trayectoria, este año Marcela recibirá un homenaje por iniciativa de un grupo de arquitectos con el apoyo de la Universidad de Antioquia.
"Están buscando a los artistas más reconocidos que han trabajado conmigo, porque la idea es hacer una retrospectiva por los 33 años que llevo modelando".
Actualmente Marcela también pinta, pero se inclina más por la naturaleza que por la figura humana. Tiene además otro trabajo donde se mantiene corriendo de una puerta a la otra.
"Es una tienda que tengo en la casa. Se llama El desvare mágico y me resultó de dos puertas. Me ponen a correr con papas pa' un lado y pa'l otro, así que en conclusión no mantengo tiempo libre. Eso es lo que no me deja engordar. Ya soy una Barbie... la Barbie que nunca se vendió".
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