Desde hace varios años he venido recibiendo correos electrónicos donde ciudadanos colombianos residentes en el exterior recuerdan las navidades en el país, los días de familia, la natilla, el buñuelo, el sancocho y muy recientemente recibí uno donde un hombre (que supongo es paisa) dice que lo mejor es "el olor a guaro" de Colombia. Dicen que comparan el ver en la calle a las familias compartiendo, tomando y bailando con la abrumadora sensación de asomarse por la ventana en un país nórdico para encontrar soledad y nieve.
Cuando las personas pasan vacaciones navideñas en New York llegan a nuestro país contando sobre los pavos, el ambiente de fiesta parca pero agradable, las familias alrededor de un gran árbol natural con ese olor a pino que invade toda la casa, los christmas carols (villancicos gringos) y los trajes característicos de invierno acompañados de nueces frescas, bastones de menta y guerras de nieve. Luego de tres años de vida por aquellos lares que añoraron tanto por televisión (o la tiví estando allá) resulta que ya las nueces secan la garganta, el olor a pino les da rinitis, la nieve es insoportable, las familias son aburridas, no beben y sólo cantan esos villancicos en inglés que no se parecen en nada al Tutaina-tu-tu-ru-má que me enseño "la mamita".
Colombiano querido, compatriota, pues sí; te cuento que estás viviendo en una cultura diferente a la tuya. Estás viviendo en un país que te recibió sin ser invitado y muchas veces te quiere hacer parte de ello.
Así las cosas, un norteamericano nos podrá ver como una cultura que le rinde completo homenaje al alcohol en tiempos de unión familiar, que expone a sus infantes a los peligros de la pólvora día a día durante un mes, como una cultura irrespetuosa que con sus equipos de sonido de alto vatiaje irrumpen en la privacidad de sus vecinos y que cumplen sacrificios sociales de cerdos que purgan sus penas con incesantes chillidos durante la tarde para ser condonados bajo el fuego nocturno y consumidos hasta la última gota de grasa. Sin embargo estos norteamericanos, cuando son partícipes de nuestras tradiciones, nos ven como seres alegres, que su tradición de consumo del néctar de caña fermentado crea ratos agradables, que la fiesta se transmite de uno a otro aunque sea a alto volumen y que juntos creamos una comunión familiar donde se consumen deliciosos platos latinos como el chicharrón y el chorizo.
Sería más interesante que los colombianos que residen en el exterior, antes de escribir correos donde muestren lo bueno de nuestras fiestas bajo la premisa que las demás son frías, parcas, aburridoras y llenas de personas sin alma, pensaran en regresar y hacer crecer a este país para que cada navidad sea mejor y por fin entre todos creemos un país de gran corazón. Ya, si esto no es posible, se debe aprender a disfrutar, respetar y compartir la cultura del país al que, además, deben agradecerle que les esté brindando lo que infortunadamente el nuestro no puede.
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