Como que a todos nos ha tocado vivirlo: Si usted tiene que padecer a su jefe, si le endilga los errores, no lo culpe que no es su culpa. Como la canción: subió donde nunca debió subir.
¿Le es familiar? A diario, cuando hay nombramientos y ascensos en las empresas, murmuraciones van y vienen. Cómo lo nombraron; ese no sabe nada; se va a quemar solito. Son entonces expresiones comunes. Y sí, con demasiada frecuencia, nuestros jefes son ineptos.
Como dice un reciente informe en New Scientist sobre la incompetencia de los jefes, hay razones para esperar que no sean más que incompetentes al navegar en un mar de problemas que ni entienden ni pueden controlar.
La incompetencia de alto nivel parece inevitable. De ello hablaron en 1969 Laurence Peter y Raymond Hull en su libro El principio de Peter: por qué las cosas andan mal siempre . Lo que describen se vive cada día en las organizaciones, por más cazatalentos y comités de expertos que haya.
Estos autores observaron que mientras los trabajos se hacen más difíciles a medida que se escala, la mayoría de las personas llega a ellos equipadas sólo con cierto talento correspondiente a su inteligencia y energía.
El individuo es promovido a un puesto más alto que no puede manejar. Alcanza el nivel de su propia incompetencia. Y permanecerá en él hasta que se retire o cometa un error fatal.
En ese lapso, explica un experto de la Escuela de Negocios de Stanford, culpa a otros de sus fallas y con mentiras crea la ilusión de progreso. Los demás terminan haciendo el trabajo.
¿Por qué los ascienden? Sencillo: El desarrollo de las tareas habituales requiere cierta competencia, mas existe un componente circunstancial. Y resulta que algún día ejecutan una asignación muy bien, lo que les vale el reconocimiento y ascenso a un cargo que nunca debieron ocupar para no alcanzar el nivel de su propia incompetencia.
¿Qué pasa? Tras su nombramiento, regresan a su competencia base y el puesto comienza a quedarles bien grande. Ser el chacho en mecánica no significa que sepa dirigir un equipo de mecánicos.
Investigadores de la Universidad de Catania averiguaron qué pasaba si no era cierta la premisa de que si la gente actúa bien en un nivel lo hará bien en el siguiente. ¿Y si no es así? Promover a los mejores los saca de un puesto en el que actuaban bien y los coloca en otro para el que no están capacitados. Triunfa el principio de Peter.
Estos investigadores sugieren otras opciones: promover a otros de menor desempeño, aunque podría poner en peligro la organización si no funcionan. O escoger al azar, pero desestimularía a otros. ¿Y si se rotara? No hay aún respuesta precisa.
Esto sin contar que aguantarse a un jefe incompetente no resulta fácil. Caen en la agresividad, como revelara Nathanael Fast de la Universidad de Southern California en estudio en Psychological Science.
Ahora que tiene bases para comprender al inepto que, posiblemente, es su jefe, ¿qué piensa?
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