Cada persona debía imaginarse que tenía un tapete invisible. Sin embargo, unos tres que fueron más precavidos sí lo llevaron. En total, unas 30 personas empezaron la clase, mientras fue saliendo el sol se sumaron casi otros diez y cuando la clase terminó, eran alrededor de 40.
Era la clase de bici yoga, una rutina que prepara física y mentalmente a aquellos que hacen uso de la bicicleta como medio de transporte o recreación.
Empezaron, todos descalzos, moviendo los dedos de los pies, “primero el gordo hacia arriba, después el dedo chiquito”, decía Carolina Daza, artista e instructora de yoga, quien coordinaba la sesión.
Al lado del numeroso grupo quedaron estacionadas las bicicletas, unas vintage, otras todo terreno, algunas clásicas, muchas con canasta y casi todas con un termo amarrado en alguna parte de su estructura.
Francesca Lo Cascio, una amiga italiana de Carolina, también instructora de yoga, caminaba entre los practicantes y se les acercaba para darles recomendaciones sobre cómo respirar o cómo mejorar la postura adecuada.
“Hacia adelante, hacia abajo”, repetía Carolina. “Para los personas con hernias, con lesiones, para proteger la zona lumbar”,
les decía mientras se ponían en una posición específica de yoga.
Joao Valério, un hombre de Portugal que se encuentra por estos días en Medellín en el Foro Mundial de la Bicicleta, cuenta que la clase le parece “un elemento que demuestra que los espacios públicos son para compartir con la gente, cada uno con sus propias búsquedas, pero en el mismo espacio”. Valério cuenta que no práctica yoga frecuentemente pero después de la clase quedó más relajado, “fantástico”, comenta.
Según Carolina, es esencial trabajar el tema de estiramiento, fortaleza del cuerpo y buscar un equilibrio. Además, “esa capacidad de mantener la filosofía y psicología del yoga cuando se pedalea”, dice.
La clase de bici yoga finaliza con la posición Shavasana. Todos se acuestan en el piso mirando hacia el cielo, con sus extremidades formando una especie de estrella. Un estado de relajación, para Francesca, el más importante porque “puede despertar todo el cuerpo y te da mucha energía.