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1968

Los recibimientos de los papas Pablo VI (1968) y Juan Pablo II (1986) marcaron la historia religiosa de Colombia en el siglo XX. Con este texto recordamos cómo fue el paso de estos pastores y cuál fue el país de multitudes apoteósicas que les dio la bienvenida.

  • 1968
  • 1968
14 de agosto de 2017
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Por Jóse Guillermo palacios

Si en algo coinciden los testimonios oficiales, personales, gráficos y periodísticos sobre la llegada y recibimientos a Colombia de los papas, Pablo VI (agosto 22 de 1968) y Juan Pablo II ( julio 1 de 1986), es en que nunca antes se había congregado tanta gente gritando vivas, delirando, llorando, agitando banderas, abrazándose y hasta desmayándose en la historia del país.

Quizás por su cercanía en el tiempo y su visita a Medellín, el recibimiento del Papa polaco Karol Wojtyla es el que más se recuerda en Antioquia, pero las crónicas sobre la presencia en Bogotá del papa italiano Giovanni Battista Enrico Antonio Maria Montini desbordan de delirio periodístico, hecho que solo inyecta un acontecimiento histórico o una multitud unida, apasionada y hasta desbordada por un sentimiento común.

No era para menos, se trataba de la primera visita de un vicario de Cristo a América Latina, continente donde el dominio de la fe en Cristo y su Iglesia Católica es innegable.

La salida misma de Pablo VI desde su residencia veraniega en Castel Gandolfo fue masiva para rogar a Dios porque todo transcurriera de manera normal en tan lejanas y aciagas tierras. En el aeropuerto “Fiumiccino”, donde abordó el Jet de Sucre, de Avianca, que lo trajo a Bogotá, se agolparon más de 10.000 personas para despedirlo a las 9:30 p.m., hora italiana, y con siete grados centígrados.

La tensión en Colombia era tal que el presidente de la República Carlos Lleras Restrepo asumió personalmente el dispositivo de seguridad y realizó varios consejos extraordinarios de ministros, con delegados de los máximos jefes de los organismos de seguridad. Y hasta el alcalde de Bogotá, Virgilio Barco, luego presidente de Colombia, impresionado por la cantidad de carros que llegaban de todos lados a la capital actuó como policía de tránsito para tratar de poner orden. Desde Medellín miles de feligreses viajaron por trocha a Bogotá, porque para entonces no existía la Autopista. A las 7:00 p.m. de ese 26 de agosto, tres horas antes de que el papa despegara de suelo italiano, el Aeropuerto El Dorado ya estaba colmado por la muchedumbre.

Todo fue tan calculado que, al final, dicho por el director del DAS de la época, general Luis Etilio Leyva, del gran dispositivo lo que menos preocupaba era la seguridad del Papa, lo grave era un desborde ciudadano.

Su concepto no pudo ser más preciso. Mientras el Papa repartía bendiciones, la policía trataba de contener la masa, un intento infructuoso frente a los humanos que, movidos por una suerte de fuerza invisible y arrolladora, rompieron toda barrera y protocolo para ser testigos fugaces del paso del “papa móvil” en 1968.

Es misma escena se repitió, casi calcada, 19 años después, cuando Juan Pablo II recorría en su vehículo de vidrios panorámicos calles y avenidas de Bogotá, Medellín, Bucaramanga, Cartagena, Barranquilla, Popayán, Tumaco y demás sitios por los que se movió.

En la capital Antioqueña, para cubrir cada uno de los pasos del jerarca, avenida por avenida, escenario por escenario, EL COLOMBIANO se unió con otros medios locales y nacionales, radiales y televisivos y desplazó a todos sus periodistas y reporteros gráficos, reforzados por practicantes y profesionales.

Al final, todas las crónicas concluían, con personajes y momentos distintos, lo mismo: ninguna fuerza, uniformada o no, logró frenar una multitud que luego de esperar de manera mansa y paciente, horas y horas, se transformó en una suerte de tsunami humano, que rompió todo orden, en cosa de segundos, cuando sintió cerca la energía que irradiaba Juan Pablo II. A su paso todos gritaban de alegría o lloraban, algunos porque les sonrió, otros porque ni lo pudieron ver pasar.

Al Aeropuerto Olaya Herrera, donde su santidad ofició una misa concelebrada, asistió más de un millón de personas. La acumulación fue tal que hubo 4.200 casos de desmayados y se reportaron 109 desaparecidos.

En Medellín, Juan Pablo II dejó un mensaje de paz y amor, con el que convenció a más de un ateo de que valía la pena sentir la presencia de Dios. De la ciudad de los paisas no pudo escapar a su folclorismo. Al final salió luciendo sombrero, poncho, carriel y ruana, y no faltó quien le cantó el Himno Antioqueño en latín .

1968

OTRO PAPA
El primero en descender del avión que trajo a Pablo VI a Bogotá fue el Papa Negro, quien pasó desapercibido.

HISTÓRICO
Luego decasi cinco siglos de evangelización un primer Vicario de Cristo visitó a América Latina.

PODER
Ambos papas, el italiano Pablo VI y el polaco Juan Pablo II tuvieron recibimiento de jefes de Estado.

1986

FUERZA
En la visita papal Medellín colapsó por la llegada de millares de peregrinos de Antioquia y regiones vecinas.

LA FE
Al aeropuerto Olaya Herrera asistió más de un millón de personas para participar en la misa campal de Juan Pablo II.

MUNDO
Pablo VI fue el primer “papa viajero del Vaticano. Juan Pablo II le siguió sus pasos y fue llamado “Papa Peregrino”.

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