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Un estadista a la sombra del Palacio

Fue clave en el proceso de modernización del Estado y la descentralización, en medio de un clima social convulso.

  • El presidente Belisario Betancur Cuartas (der) y su antecesor Julio César Turbay Ayala (izq), dos polos opuestos en la política colombiana de los años 70 y 80. FOTO archivo el colombiano
    El presidente Belisario Betancur Cuartas (der) y su antecesor Julio César Turbay Ayala (izq), dos polos opuestos en la política colombiana de los años 70 y 80. FOTO archivo el colombiano

Es consierado el último estadista que tuvo la clase política colombiana. El expresidente Belisario Betancur Cuartas forma parte de una estirpe extinta hace décadas en el país, a la par de mandatarios de la talla de Alberto Lleras Camargo, Alfonso López Pumarejo y Carlos Lleras Restrepo, quienes constituyeron un faro moral al margen de sus ideologías partidistas.

Infortunadamente, su nombre también va a estar atado a perpetuidad a uno de los episodios más oscuros de la historia de Colombia, como fue la toma del Palacio de Justicia en 1985, un hecho con varios secretos sin revelar. Muchos de los cuales se habrán ido con él.

Así lo describía el autor Plinio Apuleyo Mendoza en su libro Los retos del poder. Carta a los expresidentes colombianos: “detrás de esa blandura episcopal, hay en usted varios personajes: un paisa lleno de humor, un poeta y sobre todo un político que aprendió a tiempo todas las artes de la seducción”.

Las bases de su presidencia, a la que llegó al tercer intento, se asentaron sobre la apertura democrática del país, con los procesos de incorporación de grupos armados a la vida civil, y se complementó con su recordada campaña Camina, orientada a la alfabetización de los adultos por medio de la televisión.

Militante de las bases del conservatismo, logró la presidencia en 1982, tras dos intentos fallidos de llegar a la Casa de Nariño en 1970 y 1978. Su triunfo coincidió con una de las épocas más cruentas del conflicto armado interno y el estallido del fenómeno del narcotráfico, lo que a la postre, desvió un poco el recuerdo de los logros de su mandato.

Sin embargo, Belisario fue el promotor inicial de políticas destinadas a la descentralización de Colombia. Sus enmiendas buscaron iniciar con la modernización del Estado, encarnado entonces por la Constitución de 1886, un proceso progresivo que culminó con la promulgación de la carta magna de 1991.

Arropado por su lema “Sí se puede”, su acto legislativo de 1986 dio origen a la elección popular de alcaldes, por un periodo fijo y sin reelección, que se aplicó por primera vez en 1988 y a la posibilidad de realizar consultas populares sobre los asuntos que interesasen al respectivo municipio. La importancia política de los municipios en el orden nacional, que conocemos hoy en día, inició con Belisario.

El Palacio y su marca

A pesar de sus bondades, el nombre de Belisario estará ligado al episodio de la Toma del Palacio de Justicia en 1985 a manos de la guerrilla del M-19, que dejó como resultado 98 personas muertas y once desaparecidas.

Muy en contra del talante que expuso en su vida privada, los rumores de un golpe de estado a manos del comandante de la XIII Brigada del Ejército, general Jesús Armando Arias Cabrales, permanecen en un total secreto.

Malcolm Deas, historiador inglés lo recordaba así en su libro Intercambios violentos y dos ensayos más sobre el conflicto en Colombia: “Betancur no estaba en una posición fuerte antes del incidente –se pensaba que había hecho demasiadas concesiones a la guerrilla, a las que esta había respondido con mala fe– y tampoco después de la toma”. Arias Cabrales sería condenado en noviembre de 2014 a 35 años de prisión por su presunta responsabilidad en el ingreso de los tanques al Palacio.

Al día siguiente, Belisario se dirigió a la nación: “Esa inmensa responsabilidad la asumió el Presidente de la República que, para bien o para mal suyo, estuvo tomando personalmente decisiones, teniendo el control absoluto de la situación”.

Su estilo

Diversos políticos activos en la época de su mandato recuerdan que era una persona que escuchaba todo tipo de opiniones. Se acercaba con facilidad al Congreso con sus diferentes matices, sin prejuicios y con un trato directo.

Armando Estrada, exministro del Interior y diputado cuando Betancur era presidente, lo recuerda como una persona admirable, humilde y persistente.

Entre risas y nostalgia, Estrada destacó una anécdota con Diego Calle Restrepo, exgobernador de Antioquia a comienzos de los años 70. “Ellos fueron amigos de parranda en su juventud, Belisario llegó como presidente y Diego salió a recibirlo entre la multitud. Allí en medio de todo, Belisario se le quejó que cómo era posible que no lo había llamado ni visitado ahora como presidente. ¿Por qué no me llamaste pecoso? Somos amigos”, narró.

Sus etapas

La herencia política de Betancur no podría ser resumida en una sola línea de pensamiento.

Así lo recuerda Pedro Pemberthy, director del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Nacional, sede Antioquia: “El aporte más valioso es que fue un personaje de una alta preparación cultural, académica y un firme defensor de sus principios”.

Su irrupción en la vida pública fue como representante a la Cámara por Antioquia, cargo en el que estuvo de 1951 a 1953. Allí, se identificó con el movimiento encarnado al expresidente conservador Laureano Gómez.

Fue tal la afinidad, que entre 1953 y 1957, mientras fue miembro de la Asamblea Nacional Constituyente convocada por Gustavo Rojas Pinilla, tras el golpe de estado a Gómez, fue el único diputado que lo respaldó como presidente.

En esa época, Betancur fue uno de los precursores del Frente Nacional, y tras la disolución de la dictadura, fue ministro de Trabajo en 1963, del primer gobierno conservador de la época, de Guillermo León Valencia.

“Entre el 50 y el 60 fue de la línea radical del laureanismo al interior del Partido Conservador, siendo un hombre con alto reconocimiento del expresidente”, recuerda Pemberthy.

No obstante, no se quedó allí. En los 80 encarna una línea totalmente distinta, más liberal, buscando la apertura democrática y la pacificación. Esto le pone, curiosamente, en la línea opuesta a quien encarnaba las ideas más godas del partido en esa época, como fue Álvaro Gómez Hurtado, el hijo de su mentor político.

“Tenía una línea liberal, de paz, pero muy fundamentada en los principios conservadores, tradicional y apegada a sus raíces políticas y familiares”, consideró este experto.

Su última etapa ideológica es la de expresidente. Más cercano a su vida literaria, se aleja de la política pero mantiene una figura de orientador, una especie de “Sabio de la tribu”. Recuerda Pemberthy que quienes lideran su partido e incluso figuras de otras colectividades, lo buscan por consejos. Luego de su paso por la presidencia, las toldas azules solo tuvieron un presidente más, Andrés Pastrana, antes de la multiplicación de partidos políticos que ocupan hoy la vida nacional.

Las dificultades y la paz

“Belisario es sin duda el presidente de las dificultades del Siglo XX”, aseguró Jaime Alberto Carrión, docente de derecho de la Universidad Nacional, al explicar que “también es el presidente que consolidó la paz como una política de Estado en Colombia. Desde entonces, no ha existido un solo gobierno que no haya intentado, con éxito o sin él, la paz como resultado de una salida negociada al conflicto armado en Colombia”.

Belisario dejó la Casa de Nariño con la desazón de una paz no conseguida, a un retiro en el que se refugió en las letras y la tranquilidad, la misma que lo acompañó hasta el último momento de su vida.

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