Impresionaba ver a cientos de seguidores no solo a lado y lado de las calles, sino también en el centro de ellas esperando el arribo al estadio del equipo de sus amores, el Independiente Medellín.
Parecía como cuando llega una caravana ciclística a una ciudad o aquella mujer recién coronada reina nacional.
La multitud era tan grande, que en el puente de la calle 48, después de la estación Estadio del metro, los jugadores del DIM, encabezados por su técnico Hernán Torres y el asistente Darío El Chusco Sierra, se vieron obligados a bajarse del bus para poder llegar a tiempo al partido de la final ante Santa Fe.
Los representantes del Poderoso no necesitaron más agentes policiales para ser cuidados, los mismos hinchas, con banderas, bombos, platillos y hasta tambores, no solo los alentaron sino que también los acompañaron hasta las puertas del Atanasio. “¡Qué emoción tan grande, esto se llama vida”, dijo lleno de emoción y mientras caminaba, John La Goma Hernández.
Los juegos pirotécnicos le dieron más colorido a una noche que pintaba mágica para el DIM, mientras las canciones alusivas a este equipo llenaban tanto de emoción a los fanáticos que hacían la fila para entrar en el escenario deportivo como aquellos que no lograron conseguir el boleto; no obstante, las pantallas de televisión fueron el mejor alivio. “Llegué desde las 10:00 a.m., no he comido nada, pero no importa, por ver al DIM aguanto lo que sea”, expresó el seguidor Federico Vásquez.
Otro, Jhonatan Tobón viajó más de 20 horas en bus desde La Guajira para ver jugar al Equipo del Pueblo: “es que esto es una pasión que no se puede explicar”, mientras que el vendedor informal Cristian Jaramillo sostenía que “la locura por el rojo me ayudó para ganarme el diciembre, he vendido de todo”.
En el Obelisco a varios hinchas se les vio comerse las uñas, algo similar dentro del Atanasio, donde los colores rojo y azul que salían de los extintores, fueron los mismos que prendieron la ciudad
