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Jorge Bolaño fue recordado por su disciplina y lealtad por quienes lo acompañaron como jugador y técnico

Así lo definieron Juan Carlos Ramírez, quien lo tuvo de compañero y asistente técnico en la Sub-17, y los técnicos Javier Álvarez y Carlos “Piscis” Restrepo, que lo dirigieron en la Selección Colombia y en el Junior, respectivamente.

  • La celebración del “trencito” de Iván Valenciano, Carlos Valderrama, Víctor Pacheco y Jorge Bolaño, que coincidencialmente revivieron Carlos Bacca, Guillermo Paiva y Teófilo Gutiérrez minutos antes de que falleciera Bolaño. En la otra imagen aparece Bolaño en su último día, compartiendo con el sacerdote Alonso Leal. FOTos tomadas de x
    La celebración del “trencito” de Iván Valenciano, Carlos Valderrama, Víctor Pacheco y Jorge Bolaño, que coincidencialmente revivieron Carlos Bacca, Guillermo Paiva y Teófilo Gutiérrez minutos antes de que falleciera Bolaño. En la otra imagen aparece Bolaño en su último día, compartiendo con el sacerdote Alonso Leal. FOTos tomadas de x
  • Jorge Bolaño fue recordado por su disciplina y lealtad por quienes lo acompañaron como jugador y técnico
07 de abril de 2025
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A Jorge Bolaño le falló el corazón, pero jamás la lealtad. Esa es la verdad que hoy se repite con tono dolido entre quienes lo conocieron, lo dirigieron, lo abrazaron en triunfos y lo acompañaron en derrotas. Porque Bolaño, el mediocampista de contención que pasó del barrio La Chinita en Barranquilla a las canchas europeas, no solo fue un jugador de entrega incondicional sino un ser humano de compromiso imbatible, de esos que no bajan los brazos ni cuando todo parece perdido.

Tenía apenas 47 años cuando la vida le apagó el pulso. Fue en Cúcuta, este 6 de abril, mientras compartía con amigos en una fiesta. La noticia cayó como un rayo sobre el corazón del fútbol colombiano. No solo por lo sorpresivo del infarto, sino porque se fue un hombre íntegro, que jamás le dijo no al trabajo y que nunca escatimó un solo esfuerzo.

“Era un ejemplo de superación”, recuerda Javier Álvarez, uno de los técnicos que lo dirigió en la Selección Colombia. “Se desafiaba a sí mismo. Cuando jugaba en el Parma le preguntaba por el idioma, y me decía que lo estaba aprendiendo, que era parecido al español... Siempre queriendo crecer, siempre con esa chispa de vida”.

Juan Carlos Ramírez, su compañero en el campo y luego colega en la Sub-17 de Colombia entre 2022 y 2024, lo resume en una sola palabra: lealtad. “Tenía un compromiso y una disciplina fuera de serie. Jorge no era solo un profesional, era un amigo que estaba cuando se necesitaba”.

A ese concepto se suma el testimonio de Carlos “Piscis” Restrepo, que lo dirigió en el Junior. “Era un jugador con una enorme disponibilidad, no se quejaba, no ponía excusas. Tenía un corazón inmenso y unas ganas de triunfar que lo ponían por encima del resto”.

Fuerza de valiente

Ese corazón, justamente, fue el que lo traicionó. Uno que latió fuerte desde 1993, cuando debutó en el Junior, donde fue campeón dos veces (1993 y 1995), hasta que en 1999 dio el salto al fútbol europeo. Parma fue su casa, donde ganó la Copa Italia en 2002 y se hizo un nombre por su intensidad, su recuperación y su capacidad de dar equilibrio a los equipos.

Más tarde vendrían pasos por Sampdoria, Lecce, Modena, y el regreso a Colombia con Cúcuta Deportivo, donde dejó una muestra final de su grandeza: pagó de su bolsillo la nómina cuando los directivos no cumplieron. Un gesto silencioso, sin cámaras ni micrófonos, como era él.

“Jorge era serio, centrado, estructurado. Por eso triunfó. Por eso se ganó los espacios en Europa”, cuenta Ramírez. Pero más allá del futbolista, lo que todos destacan es al hombre: generoso, reservado, humilde. Como técnico, fue parte del cuerpo técnico de Uniautónoma, dirigió al Real Frontera en Venezuela en 2017 y, más recientemente, volvió a la Selección como asistente técnico en la Sub-17. El círculo se cerraba, pero nadie imaginaba que tan pronto.

Silencio en la cancha

Su partida recuerda otros casos similares. Exjugadores como Guillermo Berrío y Armando Osma también murieron repentinamente. Incluso en la NBA se han registrado múltiples muertes de antiguos atletas, la mayoría por infarto. El cardiólogo Héctor Cabrera explicó que muchos de estos hombres, tras el retiro, pierden el ritmo de vida saludable.

“El sedentarismo y el sobrepeso hacen que cualquier esfuerzo se convierta en un riesgo”, advirtió.

Pero Jorge no encajaba en ese perfil. Nunca hubo señales de que su salud estuviera comprometida. Era disciplinado, alejado de excesos, un profesional “a carta cabal”. Por eso el golpe duele más: se fue alguien que aún tenía mucho por enseñar, por aportar, por abrazar.

Bolaño era parte de una dinastía futbolera. Hijo de Óscar y hermano de Hugo, también jugadores profesionales. Con la Selección jugó el Mundial de Francia 1998, la Copa América 1999 y la Copa Oro 2000. En total, más de 350 partidos oficiales jalonan su carrera. Pero lo más valioso, insisten sus amigos, no se cuenta en estadísticas.

Amar hasta el último día

Tal vez el mejor reflejo de su humanidad estaba en sus pequeños gestos. Como los que tenía con su esposa actual, Andrea, a quien le escribía mensajes dulces en redes sociales. “Soy un afortunado de tener una mujer increíble a mi lado y soñadora. Te amo, mi amada”, fue uno de los últimos.

Esa ternura, ese afecto sincero y sin alardes, también era parte de su esencia. Como también lo hizo con sus hijas María Alejandra y Mariana, frutos de su primera relación con Zollianis Hernández.

El mismo Jorge que corría con intensidad para recuperar una pelota era el que se detenía para dar las gracias, el que escuchaba más de lo que hablaba, el que le tendía la mano al compañero.

A Jorge Bolaño le falló el corazón, pero no la esencia. No la voluntad. No la entrega. Fue un guerrero leal hasta el último suspiro. En cada recuerdo de sus técnicos, en cada frase de quienes lo conocieron, se dibuja un hombre que vivió con autenticidad y que dejó huella sin necesidad de gritarla.

Y aunque ahora el silencio pese como una losa en quienes compartieron su camino, la memoria de Bolaño seguirá vibrando donde siempre fue feliz: en una cancha, con el balón al pie, y el alma llena de sueños por cumplir.

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