El regreso de Francisco Maturana a la Selección Colombia en 2001 tuvo una gran influencia de un príncipe árabe amigo suyo, quien le hizo entender que, por encima de la incomodidad de volverse a someter a la crítica, estaba el compromiso con su país. Esas palabras lo hicieron reflexionar, y aceptó.
Pacho, quien atravesaba un buen momento en ese exótico territorio, como técnico del club Al-Hilal, asumió el reto de dirigir el elenco tricolor y tuvo un final feliz: salió campeón invicto de la Copa América al ganar los seis partidos que disputó, no recibió goles y contó con el goleador del torneo (Víctor Aristizábal). Un récord que se mantiene vigente y que será difícil de igualar.
A poco más de un mes (14 de junio) de que comience una nueva edición del certamen en Brasil, Maturana, gestor de la hazaña hace ya casi 18 años, evocó en EL COLOMBIANO parte de las vivencias, una de las mejores en su carrera como entrenador.
¿Qué pasa por su cabeza cuando recuerda ese triunfo histórico para Colombia?
“El 2001 lo asumo con un escalón que fortaleció mi vida personal. Para mí fue importante el paso por Arabia, allá habíamos ganado la Liga y la Recopa de Asia, la pasaba bien, y apareció la posibilidad de regresar a Colombia. Yo no estaba muy seguro, y un príncipe amigo me dijo que le extrañaban mis dudas, ‘porque cuando tu país te invita a estar cerca, tú tienes que hacerlo’. Le comenté que no quería líos, problemas. Él me insistía: ‘lo que usted debe aprender es a asumir la diferencia. ¿Cuál es el problema de lo que los periodistas o los hinchas digan? Respete lo que la gente piense; vaya y haga lo que tenga que hacer. Respete los silbidos y los aplausos’, me dijo”.
¿De otra manera no hubiera aceptado ese ofrecimiento para relevar a Luis Augusto “Chiqui” García?
“Esa charla fue definitiva, porque luego me sentí fuerte. Pensé que volvería a estar en el torbellino de la descalificación y el irrespeto, pero no. Vine y esa manera de respetar a todo el mundo me sirvió. Hice las cosas a mi manera, a partir del conocimiento que tenía del juego como tal. Lo que pasaba en el exterior no nos preocupó. Y si usted mira la alineación, no era la favorita, había apuestas por otros lados, pero logramos fortalecer el grupo desde el conocimiento como ser humano y después el país hizo el resto. Esa primera estación en Barranquilla nos motivó por el aprecio de la gente, que siempre ha sido incondicional”.
¿Dudó en aceptar el cargo por el poco tiempo de trabajo, pues lo presentaron en mayo 8 y el torneo empezaba el 11 de julio?
“Lo primero que pensé es que podíamos y teníamos que ganar la Copa porque éramos muchos. No solo 11 jugadores en la cancha, sino todo el país. Era cuestión de unirnos y el mensaje inicial fue seducir con el juego, con el comportamiento, con la entrega, para encontrar ese soporte espiritual que nos brindaba la afición con su apoyo”.
¿Cuando Argentina y Canadá anuncian no venir y Brasil trae un equipo alterno lo desmotivó?
“Hay cosas que no dependen de uno como entrenador. Las invitaciones no las extiende el técnico y tampoco me va a preocupar quién vino o no. La inmediatez del fútbol nos muestra cosas: ahora, el campeón mundial es Francia y reconocemos lo que mostró. ¿Quién lo va a descalificar porque a Rusia no fueron Italia y Holanda? Nadie se acuerda, lo que debes tener presente es a los que ganan, no a los que no asistieron”.
¿Cuando aceptó el cargo le pusieron alguna condición?
“Me llamaron para que dirigiera la Selección y entendí que lo primero que tenía era la Copa América, y si la hicimos acá era para ganarla. No había ningún jugador que no pensara que la podíamos ganar; tampoco estaban pensando en la Eliminatoria al Mundial. Asumimos el desafío y si nos lo dieron era porque creían en nuestras capacidades”.
Usted renovó la nómina, con muchas variantes, ¿sintió temor por eso?
“Los cambios nunca han sido fáciles, sobre todo en la época de nosotros, cuando para cada convocatoria en todas las esquinas de las ciudades había una lista. Ahora usted llama y no pasa nada. Llamé a los que eran y seguro hubo cuestionamientos, pero Iván López, Jersson González, Iván Córdoba, Mario Yepes, Gerardo Bedoya, Totono Grisales, pasaban por un momento importante”.
Hasta Mauricio Molina se integró a pesar de ser muy joven, sin tanta experiencia...
“Hay postales que quedan, como esa de Mao Molina cuando terminó con el balón tras el pitazo final en el duelo definitivo que fue muy difícil. El calendario dio para que enfrentáramos a México en la altura de Bogotá y ellos tenían un poco de ventaja en ese aspecto. Pero nosotros contábamos con todo un país empujando y en ese torneo aprendimos a conocer y a querer más a nuestra gente”.
¿Cómo se fue transformando ese ambiente de optimismo de la fanaticada?
“En los momentos previos no había ese sentido de pertenencia que uno aspira en las dos direcciones. Sin embargo, todo varió con el transcurrir del campeonato por el comportamiento de la Selección. Recuerdo la celebración del primer gol de Totono (ante Venezuela) cuando se puso el casco de un policía. Eso se pudo tomar como un irrespeto a la autoridad, pero en realidad fue un mensaje espontáneo para significar que ellos eran parte de nosotros y que nos sentíamos orgullosos de la Policía... Luego de cada juego entendíamos que en el fútbol no vale ganar ayer y aunque agradecíamos el respaldo general, debíamos trabajar más duro para ser mejores en el siguiente. Así nos fuimos haciendo sólidos”.
¿Qué significó Barranquilla para lograr el título?
“Estoy seguro de que si no hubiéramos ido a Barranquilla no nos hubiésemos fortalecido tanto. Cuando pasábamos en el bus a entrenar, la ciudad se volcaba a las calles. Personas de todos los estratos salían con la imagen del Corazón de Jesús, la Virgen y múltiples motivos para llenarnos de esa energía divina. Éramos la ilusión de un pueblo y en cada región sentimos ese mismo respaldo hasta llegar a Bogotá, donde había más dudas”.
¿Qué victoria lo llenó más durante el campeonato?
“Los triunfos en el fútbol no son frecuentes. No elijo uno por encima de otro, todos fueron luchados, cada uno dejó una enseñanza y aportó en la construcción del título”.
¿Qué líder del ese equipo destacaría?
“Esa Selección estaba llena de líderes: Óscar Córdoba, Miguel Calero, Iván Ramiro Córdoba; Mario (Yepes), Totono, Juan Carlos Ramírez, Choronta... Y hubo líderes desde el funcionamiento, como Elkin Murillo, quien resultó fundamental por su despliegue y humildad... Giovanni Hernández era el perfume de la Selección como antes lo fueron Carlos (Valderrama), Turrón Alvarez, Diego Umaña y otros grandes. Lo protegíamos para que no hiciera tanto esfuerzo. Después estaba la generosidad de Totono y el aporte de Víctor (Aristizábal), comprometido con el gol y con el juego”.
A propósito, Aristi fue una de sus grandes victorias...
“Es verdad, usted recuerda que me dieron duro cuando dije que Víctor era muy bueno sin el balón; me ridiculizaron. Luego entendieron que se puede jugar sin balón y que es importante jugar sin el balón; mejor dicho, cuando vos tenés un jugador como Víctor, si él no hace el gol, lo puede marcar cualquiera. Aristi es de esos alivios que uno tiene, porque nadie puede desconocer hoy su calidad como el gran goleador, me costó rabias y tristezas, pero al mismo tiempo motivación para seguir. Él y yo sabíamos lo que era, peleó su puesto y ganó”.
¿Cómo celebró la obtención de la Copa?
“Una vez estuve en una conferencia con el entrenador brasileño de voleibol Bernardo Rocha de Rezende, quien ha ganado múltiples medallas en mundiales y olímpicos, y le preguntaron qué sentía cuando ganaba, que si no era muy feliz. Dijo que sentía un alivio, y eso fue lo que yo experimenté, un alivio, algo así como ¡misión cumplida! Gracias a Dios, a los muchachos y a la gente no fuimos inferiores a las expectativas. Ese logro fue como un aval para seguir persiguiendo títulos. En el estadio estaba mi familia, pero yo me fui al hotel y no salí, ya estaba pensando en lo que venía. La celebración se las dejé a los muchachos, jóvenes todos ellos. Imagínese que cuando venía en el desfile tras ganar la Copa Libertadores del 89 y al ver que el carro no avanzaba, me bajé y me fui a verlo por televisión”.
¿Todavía ve las imágenes del festejo en Bogotá?
“De vez en cuando viene bien mirar las cosas buenas, pues casi siempre se recuerda es lo malo. Se pueden evocar con los amigos, volver a ese escenario, pero sin quedarse ahí. Reviviendo aprendés, pues a veces, en el pasado, encontrás pistas para el presente”.
¿Hubo algún momento difícil durante la concentración y la competencia?
“En mi carrera nunca he tenido ningún jugador que me diga que lo ponga, ni otro que me cuestione. Probablemente muchos querían jugar, pero no se dio. Había un principio de autoridad, contenida con la transparencia. Siempre he tenido un compromiso con el juego, nunca con personas ni apellidos, sino por lo que me dan en el terreno de juego. Planteaba los partidos y nadie dijo ‘no me gusta’, no sé si era seducción y ellos sentían que era lo mejor, pero yo estaba para buscar lo mejor del grupo. Si seducís a los jugadores es más fácil la aceptación”.
¿Qué significa para usted tener ese récord?
“Eso no es mío, es de la Selección porque cuando yo me muera solo va a decir: Francisco Maturana 1900 tanto y 2000 tanto, no más. Pero si te remitís al escudo o a la historia del fútbol de Colombia vas a encontrar ese título”.
A propósito, ¿le gustaría algún epitafio?
“Una vez le escuché decir a Marcelo Bielsa, a quien le tengo aprecio y admiración como a muchos técnicos, cuando le preguntaron cómo le gustaría que lo recordaran y dijo: No pretendo que me recuerden, sino que no me odien”.
¿Qué enseñanza final le dejó esa Copa América?
“Sin la ayuda de la gente no hubiéramos sido capaces, hablo del ciudadano de a pie, el que salía con el cuadro del Corazón de Jesús o el Señor Caído. También me refiero al dirigente que nunca impuso nada, porque yo tengo un récord que me permite mirar a la cara en el día a día. Nadie me dijo qué tenía que hacer. No sé si todo eso me convirtió en un técnico incómodo, no se si pude seducir o la gente confiaba en la elección que habían hecho conmigo. Fue un escenario en el que el periodismo aportó, sus mensajes le llegaron al pueblo”.
¿Quién faltó en ese grupo?
“Yo hago una selección estrangulando sentimientos y muchas veces lo he tenido que hacer. En el fondo no tengo reproches, pero si vos querés hablar de un fútbol diferente, del origen del balompié que impactó en el mundo e hizo conocer a Colombia, la piedra angular es Alexis García. Es una persona que respeto y quiero muchísimo, y es el origen del buen fútbol de Nacional. Y, sin embargo, tuve que estrangular ese sentimiento y no fue al Mundial, porque no era la rosca paisa, sino los mejores de Colombia y dentro de ellos muchos antioqueños; era mi responsabilidad con el país y eso no admite sentimientos. A veces uno llora en su habitación, pero está siendo coherente y honesto con sus decisiones”