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Cada mes matan a un hincha, ¿cómo frenar la violencia?

La violencia en los estadios y fuera de ellos genera preocupación, acá se plantean algunas soluciones.

  • Las barras son protagonistas de primer orden del fútbol y su mensaje debe ser de alegría, paz y convivencia. FOTOS jUAN a. sÁNCHEZ
    Las barras son protagonistas de primer orden del fútbol y su mensaje debe ser de alegría, paz y convivencia. FOTOS jUAN a. sÁNCHEZ
  • Cada mes matan a un hincha, ¿cómo frenar la violencia?

La muerte de Alejandro Gallego y de Anderson Steven Jaramillo, además de los múltiples heridos después del clásico entre Medellín y Nacional, en la madrugada del 30 de abril, fue otro campanazo de alerta a las situaciones de violencia que se vienen presentando en los últimos meses en los estadios de Colombia, que además se trasladan a otros escenarios, como las calles y los barrios.

Según datos de la Fiscalía General, Medicina Legal y registros de medios de comunicación, han sido 151 los muertos en los últimos 12 años en hechos relacionados con hinchas y, 42 de esos asesinatos, el 27,8% de los casos, han sido de hinchas de Nacional (33) y del Medellín (9). Esas cifras equivalen a un hincha muerto por mes.

Hoy, son muchos los jóvenes que tienen miedo de salir a la calle con una camiseta de Nacional, Medellín, América, Junior, Cali, Millonarios, Santa Fe, Once Caldas, Tolima, entre otros, y son muchos los padres que les aconsejan no hacerlo por miedo a que por esa simple prenda de vestir terminen muertos.

Además, tras los últimos hechos de violencia, cada vez son menos las familias que quieren asistir a los estadios por miedo de quedar en medio de alguna trifulca. Ya en el país se volvió una costumbre ver partidos a puerta cerrada y apreciar estadios semivacíos.

“El fútbol es una fiesta que se degradó a ser un lugar de violencia y muerte por defender unos asquerosos trapos, trapos de ignorancia, trapos manchados en sangre y dolor, trapos de vergüenza y de incultura de una sociedad podrida y alimentada por el odio de una sociedad corrompida por el abandono estatal, por la politiquería carroñera en la que vivimos donde nuestros jóvenes solo son mirados por los políticos carroñeros como desechables...políticos carroñeros que nos vienen gobernando con su política de odio, muerte, de la cultura traqueta”. Esos son apartes de un texto escrito por William Gallego, el padre de Alejandro, uno de los jóvenes que perdió la vida.

Estas palabras deben llevar a la reflexión, pero además a la acción de todos los involucrados en el fútbol. Y, aunque no es un tema nuevo porque son centenares los muertos que se han presentado, sí es necesario evitar el retroceso de décadas de esfuerzo de autoridades y las propias barras para hacer de la pasión por un equipo un sentimiento libre de violencia.

Jorge Hoyos, quien es líder barrista de la Asociación de Barras del Deportivo Independiente Medellín (ASOBDIM), dice que en los 32 años que lleva en este rol ha podido hacer un diagnóstico de lo que sucede y propone dos caminos claves para mejorar la convivencia.

“Las administraciones de la ciudad solucionan el problema en cada uno de sus periodos (4 años), pero es necesario un trabajo de fondo, que no esté supeditado a la alcaldía de turno”. También indicó que, por más grande que sea una barra, debe llevar a sus integrantes a la carnetización. “Que se presenten listados de los socios con número de documento de identidad, porque de esa manera los que aprovechan la masa para hacer y deshacer ya no lo van a poder lograr”.

Por su parte, Hernán Uribe, de la barra Comunidad Verdolaga, dijo que lo golpeó mucho la muerte de los dos hinchas y también tiene una actitud proactiva para abordar la problemática.

“He pensado mucho leyendo la carta del papá de Alejandro (el hincha asesinado de Nacional) en la que él dice que él fue el que le enseñó a querer el fútbol, a seguir a Nacional, como si se sintiera culpable y responsable de haberle presentado lo que le ocasionó la muerte. Yo, por ejemplo, llevo a mi hijo Mateo de 4 años y me da miedo pensar que le ocurra algo igual. Eso no puede suceder”.

Cuenta Hernán que les ha propuesto a varios de los hinchas que se concienticen de que los simpatizantes del otro equipo son seres humanos iguales y que hay que dejar de pensar en la actitud de señalar y buscarlos para pelear.

“Siempre estamos pensando en devolverle al otro lo que nos hizo, pero bien deberíamos dar ejemplo de respeto. Si vemos a alguien hincha de otro equipo en el estadio o la calle, no lo señalemos ni lo agredamos. Al contrario, demostrémosle que podemos ser ejemplo, invitémoslo a una cerveza, sentémonos con ellos, cuidémoslos y estoy seguro de que si uno lo hace otros lo van a replicar, hasta que algún día podamos lograr esa anhelada convivencia y nos ‘matemos’ pero en la cancha y la tribuna con fútbol y con canciones y no con armas y violencia”.

Para Uribe es necesario seguir educando a la gente, hacer labor social en los barrios. “Que los jóvenes entiendan que esta rivalidad no puede ir más allá de un partido de fútbol y que ganen o pierdan al otro día siempre sale el sol para todos”.

Esta problemática no ha sido exclusiva de Colombia, otros países en Suramérica, como Brasil y Argentina, han padecido también este fenómeno. Lo han venido superaron con políticas claras y fuertes, acompañadas de la judicialización.

Incluso, en los últimos días en Francia hubo problemas con los ultras, lo que llevó a las autoridades y al club PSG a reforzar la seguridad, especialmente con un incremento del personal de vigilancia en el centro de entrenamiento del club, y en los domicilios de jugadores como Neymar, Messi y el italiano Marco Verratti.

Otros países de ese continente como Alemania e Inglaterra, en algún momento fueron afectados por la violencia de los mal llamados hinchas del fútbol, pero emplearon y aplicaron las leyes de seguridad ciudadana y del deporte. Así fueron alejando a los desadaptados de los estadios en un proceso que requirió del cumplimiento de la norma, el diálogo entre todos los actores y también de la confianza. En los módulos que acompañan esta nota les contamos cómo han manejado esos procesos Brasil, Argentina, Alemania e Inglaterra.

De a poco, en Brasil viene mejorando la convivencia en el fútbol

El 16 de julio de 2016 en Rio de Janeiro se citaron por redes sociales dos de las barras populares de Flamengo y Botafogo antes de un partido de los dos equipos. Los hinchas se enfrentaron y esto llevó al asesinato de un aficionado del Botafogo, quien fue golpeado hasta morir. Ese año, en total, hubo 13 muertes asociadas con enfrentamientos entre hinchas.

Esta situación hizo que las autoridades tomaran cartas en el asunto e idearan una estrategia, tanto legislativa como social para ir reduciendo paulatinamente la problemática. Por eso se reformó el “Estatuto del torcedor” (Estatuto del hincha), que habla sobre los derechos, deberes y castigos para quienes incurran en delitos de esta índole.

El académico brasileño Bernardo Buarque indicó que lo primero que hizo fue caracterizar a los que componen las barras que pueden tener comportamientos violentos y se llegó a la conclusión de que la mayoría de los barristas son jóvenes de sexo masculino, solteros, de entre 15 y 25 años de edad, que están en una fase de estudios o tienen trabajos esporádicos. Esto permite una dedicación mayor a ser parte de los torcedores (hinchas) que, recién cuando avanzan en edad, comienzan a ser algo menos violentos.

También se desarrolló una aplicación para teléfonos celulares de reconocimiento facial, que permite a las autoridades saber si el hincha tiene o no la prohibición de ingresar al estadio.

El periodista brasileño Paulo Nuñes explicó que como Brasil es un país tan extenso, las normativas varían según la problemática de cada estado o territorio. “Por ejemplo en Sao Paulo no se admite torcida visitante en los clásicos. Sin embargo, en Porto Alegre hay una diferenciación. Allí sí se permiten los hinchas visitantes, la Policía también tiene una participación activa en el control y se aplican sanciones muy duras para los que cometen delitos adentro y afuera de los estadios, aunque no faltan algunos hinchas que intenten burlar estas penas, a pesar de ser suspendidos de los estadios.

Pero lo clubes tienen una identificación plena de los aficionados por imágenes y las cámaras de seguridad y sancionan también a los hinchas que son socios del club y también entregan imágenes de hechos delictivos a las autoridades para que ellos también puedan generar alguna sanción. Todavía falta mucho por mejorar pero se ha ido avanzando”.

Los acuerdos han sido fundamentales para reducir la violencia en Argentina

En el fútbol argentino todavía hay casos de violencia entre hinchas, pero se han creado instrumentos que han permitido reducir esos índices. Argentina fue tal vez el primer país en calificar a algunos hinchas como “barras bravas” para referirse a grupos de personas que acudían a los estadios para más que solo disfrutar del espectáculo. Fue a comienzos de la década de 1920.

El periodista Juan Pablo Méndez, del diario Olé, indicó que el proceso no ha sido fácil, porque muchos de los violentos han estado enquistados en los clubes de fútbol. “Desde hace muchos años no hay barras visitantes en los partidos, salvo en algunos que piden permiso. Por ejemplo, los clubes chicos cuando juegan con Boca y River utilizan el término de hinchas neutrales para permitir que estos aficionados ingresen y puedan hacer una buena taquilla. Van sin banderas ni camisetas, pero se sabe que la tribuna está copada por los simpatizantes de ese club”.

Méndez agregó que lo que más afecta a la sana convivencia son las disputas de poder entre los mismos miembros de las barras. “Se han dado casos de extorsiones para los que quieren estacionar en un lugar público, al que quiere poner un local comercial y al que vende productos durante un partido. A veces les cobran a los jugadores para no criticarlos sino aplaudirlos y hasta para portarse bien cobran”.

Para luchar contra esta problemática, el gobierno argentino está implementando una nueva ‘Ley Anti Barras Bravas’, que fue socializada, incluso, con algunos de los líderes barristas para que ellos las socialicen con los miembros de las barras y así conozcan las reglas de juego.

Entre los aspectos más llamativos de esa ley están los 10 años de cárcel para cualquiera que porte armas, piedras, botellas, pirotecnia o cualquier elemento que pueda agredir a otra persona. Además, entre 3 y 12 años de prisión para quienes realicen intimidación individual o grupal a otros hinchas, directivos o jugadores.

Sin embargo, los líderes de las barras han concertado con el gobierno y los clubes para que estos, a su vez, intervengan con capacitaciones y obras sociales en barrios de escasos recursos, de donde provienen la mayor cantidad de los barristas. Así que en Argentina la política es de mano dura pero con concertación para intentar erradicar la violencia de los estadios y sus alrededores.

En Alemania luchan contra el resurgimiento de pronazis entre sus ultras

Los ultras, como se conoce a las barras populares de los equipos en Alemania, no solo cantan, saltan, hacen tifos y encarnan la famosa “resistencia” en los estadios; sino que también han sido actores que generan violencia, defensores de ideas xenófobas y políticas que en este tiempo son anacrónicas como el nazismo, que han llevado a que, en los últimos años, tanto la Federación Alemana de Fútbol (DFB por sus siglas en alemán), los organizadores de la Bundesliga (la primera división del fútbol teutón) y hasta la UEFA, decidieran vetar a líderes de las barras e incluso a hinchadas completas para asistir a los partidos.

Esta decisión, que es una medida con la que buscan controlar el alcance del barrismo y cuyo tiempo de veto oscila entre los dos meses, o toda la vida, aplica –en algunos casos– tanto para los escenarios en los que el cuadro al que alientan es local, como en estadios en los que juega de visitante.

Sin embargo, la medida no ha sido completamente exitosa. El ejemplo más reciente de esto pasó con los aficionados del Eintracht Frankfurt, quienes no pudieron entrar al estadio Diego Armando Maradona de Nápoles, Italia, para el partido de los octavos de final de esta edición de la Champions League en el que el cuadro alemán enfrentó a Napoli. Esa medida, que la tomaron en conjunto las autoridades locales y la Uefa para prevenir desórdenes dentro del escenario, no fue suficiente porque los cerca de 600 alemanes que llegaron a territorio italiano, terminaron enfrentándose con la Policía y causando desmanes en una plaza pública de la capital de la región de Campania.

Por su parte, los dirigentes de los clubes han pedido a los organizadores de la liga alemana que “nos ayuden a controlar a los hinchas porque nosotros solos no podemos”, ya que consideraban que es injusto que les pongan multas económicas por los actos que suceden en las tribunas. Lo anterior porque en los últimos años se ha visto un resurgimiento de grupos pronazis –algo que habían controlado en la década de los 90– dentro de las barras de equipos como el Borrusia Dortmund o Bayern Münich, que han protagonizado enfrentamientos y suelen poner pancartas con mensajes violentos, que llevaban a que la Bundesliga penalizara a los equipos.

Sin embargo, también hay que decir que los aficionados en Alemania tienen una influencia grande dentro de los clubes, ya que, de acuerdo con la Regla 50+1, que fue promovida en 1998 con el objetivo de que el mayor porcentaje de propiedad de los equipos fuera de los aficionados y no de empresas o capitales privados –como pasa en el caso del Hoffenheim, cuyo mayor accionista es el multimillonrio Dietmar Hopp y el EB Leipzig, que es propiedad de la empresa Red Bull– ellos no solo tienen voz, sino voto en la junta directiva de los equipos.

Inglaterra controló la violencia de los hooligans con intervención estatal

En Inglaterra no solo nació el fútbol. También de allá surgió la “moda” del comportamiento violento por parte de los aficionados a un equipo, que después se extendió por otros países de Europa, América, Asia y África.

Los Hooligans, como se conocía a los grupos organizados de hinchas ingleses, tuvieron un comportamiento cuestionable durante varias décadas, que se radicalizó durante los años 70. En esa época entraban borrachos a las tribunas. Ya dentro del estadio, en medio de la pasión del juego, tenían enfrentamientos verbales con los aficionados de los clubes rivales. La mezcla entre insultos y licor cocinaba la pelea final, que era algo cercano a los “pogos” que se arman en los conciertos de punk: patadas, puños, botellas, bolillazos volando por todas partes buscando golpear el cuerpo del “enemigo”. Eso se volvió una rutina. Era algo “normal”.

“Yo era un individuo típico. Ir al fútbol era un escapismo. Era como un mundo secreto. Estás lejos de tu casa y de tu familia, estás con un grupo de amigos, tus amigos secretos”, le dijo a la BBC de Londres en 2015 Doggie Brimson, un ex hooligan. El descontrol llegó a ser tan grande que, en el mundo se empezó a conocer la violencia en el fútbol como “la enfermedad inglesa”.

Controlar a los hooligans era difícil. Pero en 1985, después de la tragedia que ocurrió en el estadio Heysel de Bruselas, cuando 39 personas murieron luego de una avalancha de aficionados del Liverpool que estaban en la final de la Champions de ese año, las autoridades británicas empezaron a tomar cartas en el asunto.

Ese año la entonces primera ministra, Margarte Tatcher, pidió a los clubes que reforzaran la vigilancia para identificar a los aficionados violentos. También se aumentaron los precios de las boletas, como una estrategia para que a los grupos de hooligans – que por lo general pertenecían a la clase obrera– les fuera más complicado ingresar a los estadios.

Después, agentes se infiltraron entre los hoolingans para entender su estilo de vida. Así fue como se dieron cuenta de que la violencia más que un fenómeno del fútbol, era algo que hacía parte de la sociedad inglesa. Luego empezaron a tomar medidas judiciales: metieron presos a quienes estuvieran envueltos en enfrentamientos, les prohibieron a mucho la entrada a los estadios de por vida. Eso ayudó a controlar la situación. Finalmente, en los últimos años se carnetizó a todos los aficionados para saber si tenían antecedentes, se instalaron sistemas de cámaras de vigilancia que están conectadas a bases de datos y se promovió una política para que los aficionados se sienten en los asientos que corresponden a la boleta que compraron.

Compromiso de Los del Sur y la Rexixtenxia

A raíz de los lamentables hechos que se presentaron tras el último clásico entre DIM y Nacional, que terminaron con la muerte de los dos hinchas, ambas parcialidades sacaron un comunicado conjunto en el que se comprometieron a evitar a toda costa este tipo de situaciones. En el escrito aseguran que no pueden retroceder en el camino que habían ganado respecto a la convivencia, el fútbol en paz y el barrismo social. “Hemos presenciado y vivido un cambio social alrededor de lo que significa vivir una pasión y a través de los años nos hemos sentado a dialogar, concertar, tramitar algunas diferencias y construir ciudadanía desde nuestro amor por una camiseta e identidad como hinchas y actores sociales”. Así mismo, manifestaron que tienen la disposición de trabajar juntos para evitar que estas tragedias se presenten.

ANÁLISIS

La violencia por un partido de fútbol es un asunto de Estado

Por: Mauricio Parodi (Representante a la Cámara por Antioquia)

Vengo trabajando el tema desde 2007. Fui el autor y ponente de la ley 1270 de 2009 y relator del Estatuto del Hincha-Decreto 1007 de 2012, y estoy haciéndole seguimiento al tema.

Lo primero es que la violencia con ocasión de los partidos de fútbol es un asunto de Estado, no exclusivo del fútbol. La sociedad debe movilizarse para atenderlo y tiene que ver con promover la convivencia y garantizar la seguridad con ocasión de los partidos de fútbol. Es decir, antes, durante y después de los compromisos. Todos los ciudadanos somos responsables de que eso suceda, pero especialmente los que vamos a los estadios, porque debemos generar seguridad y promover la convivencia.

En segundo lugar, deben estar las autoridades que en este caso son la Dimayor, como el organizador del evento y los clubes que son los operadores. Además de los alcaldes de las ciudades, ya que ellos, a través de la ley les dimos la responsabilidad y obligación de presidir las comisiones locales de seguridad y convivencia. Ellos deben garantizar una reunión para cada partido del fútbol local, en la que estén las autoridades locales. Por ley, está determinado que además del alcalde deben estar el comandante de la Policía, los directivos del equipo de fútbol organizador del evento y entidades como Gestión del Riesgo, Secretaría de Educación, Secretaría de Deportes, el administrador del estadio y los operadores de venta de bebidas, comidas, logística y todo lo que tiene que ver con el protocolo de organizar el evento.

Mientras que a nivel nacional, es el Ministro del interior quien preside la comisión nacional, en la que está el presidente de la Federación de fútbol, el de la Dimayor, el director de la Policía Nacional, también Gestión del Riesgo, Ministerio de Educación, Ministerio del Deporte. Es decir, está conformado por todas las autoridades que pueden atender un tema de Estado.

Lo que hay que hacer es trabajar en cuatro frentes. El primero es la identificación y caracterización de la población de las barras populares. Conocer de estos chicos y chicas, la mayoría jóvenes, en qué entorno viven y cómo el Estado debe ayudar a que ellos mejoren su calidad de vida. Muchos de estos jóvenes vienen de madres cabeza de familia, madres solteras que no tienen mucha atención, con dificultades en sus barrios, sin opciones de estudio ni de trabajo y por eso ameritan respaldo y ayuda. En segundo lugar, hay que trabajar e los protocolos. Saber cómo se organiza un evento deportivo. Que cada semana la comisión local de las distintas ciudades se reúna y organice los eventos, incluyendo a los hinchas, que somos los principales protagonistas, aclarando que los hinchas somos todos, los que vamos a fútbol y los que no, los que no hacemos parte de barras y los que sí, los que conforman las barras tradicionales y los que están en las populares. La mayoría nunca nos involucramos en temas de violencia, solo algún reducido número de hinchas de barras populares o, más bien delincuentes disfrazados de hinchas, son los que han cometido crímenes y han realizado actos de vandalismo con ocasión de los partidos de fútbol.

También es prioritario trabajar en otro frente que es el de mejorar la infraestructura de los escenarios. Nuestros estadios están viejos, obsoletos, no tienen sistemas de identificación, no brindan la seguridad necesaria ni las garantías para este tipo de eventos y mucho menos sistemas de verificación de usuarios, sistemas biométricos, mejores accesos y todo lo que conlleva una remodelación.

Por último, se requiere de un mecanismo firme de sanciones para quienes cometan contravenciones. Está claramente establecido en la ley 1445 de 2011 cuáles son estas contravenciones y las sanciones, que van desde lo económico a excluir personas de los estadios. Es una ley que está hecha desde hace 12 años y no la están aplicando los alcaldes ni los clubes de fútbol.

Por último, quiero dejar muy claro que los responsables de los hechos violentos son quienes los cometen, no hay ninguna excusa ni justificación para un hecho violento con ocasión de los partidos de fútbol. Sin embargo, la inacción y la actitud negligente de las autoridades, llámese Ministro del Interior, Dimayor, Federación Colombiana de Fútbol, alcaldes municipales y clubes profesionales de fútbol, han permitido y promovido que este deporte sea un caldo de cultivo ideal para que los criminales, disfrazados de hinchas, hagan su actividad delictiva, delincuencial y, de esa manera, hayamos llegado a los hechos que se han presentado en los últimos meses.

Demandamos de los hinchas un buen comportamiento y de las autoridades el debido compromiso para generar, promover la convivencia y garantizar la seguridad con ocasión de los partidos de fútbol.

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