De Mafalda, su trazo más famoso, del que todos hablan y del que nunca renegó ni habló mal, siempre dijo que era un dibujo más de su amplio trabajo.
Autocrítico con su arte, al punto de declarar que no le gustaban sus trazos y que dibujaba “porque hablo mal”, sus creaciones van más allá de la recreación del mundo de Mafalda, personaje que solo la dibujó durante 10 años.
El dibujante chileno Montt lo recordó en un trino este jueves: “Me parece muy triste que se limite el conocimiento de la obra de Quino a Mafalda. Quino era mucho, mucho más. Su obra posterior, personalmente, me gusta más”.
Había comenzado a hacer trazos a los 18 años y solo a los 30 fue que apareció la figura que lo llevó a la fama.
Sus creaciones comenzaron bajo el seudónimo de Quino en 1963 cuando publicó Mundo Quino, una recopilación de sus mejores chistes.
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“Mis dibujos no me gustan demasiado, me doy cuenta de que responden muy bien en la mayoría de las veces a la idea que quiero dar, pero me gustaría tener una línea mucho más libre, tener más poder de síntesis”, le contó a EL COLOMBIANO en una entrevista publicada en 2004.
Sobre su relación con la niña que odiaba la sopa y que se volvió símbolo de una generación relató que había dejado de hacerla porque le costaba mucho trabajo no repetirse. “Cuando uno tapa el último cuadrito de una historieta y ya sabe cuál va a ser el final es porque la cosa no va. Y por respeto a los lectores y a mis personajes y por mi manera de sentir el trabajo decidí no hacerla más y seguir con el humor que nunca dejé de hacer”.
Luego de que dejó de dibujar a Mafalda convirtió el humor en una filosofía de vida con títulos Bien, gracias, ¿y usted? (1976), Quinoterapia (1985), Potentes, prepotentes e impotentes (1989), la antología Esto no es todo (2002) o el último Simplemente Quino (2016)