Iván Benavides es uno de los pesos pesados de la cultura nacional. Músico, gestor cultural y productor creativo, él ha estado en algunos de los proyectos más exitosos de la música colombiana contemporánea. Ha trabajado con Carlos Vives, los Gaiteros de San Jacinto y ChocQuibTown. Además, es el compositor de La tierra del olvido, una canción que ha sobrevivido al paso del tiempo y tiene la dimensión de himno para varias generaciones de colombianos.
Este diario conversó con él sobre las influencias musicales y las conversaciones sostenidas mientras la canción pasaba de los estudios a los radios y mentes de las personas.
¿Cómo le ha pasado el tiempo a La tierra del olvido?
“Creo que es una canción que ha envejecido bien. Suena fresquita, suena actual y es bonito saber que está en la memoria de los colombianos. Es muy bonito saber que es una canción que ha trascendido el tiempo con un cariño muy especial de colombianos de muchas generaciones. Alguien decía que la memoria es lo que está en el pasado, pero, en realidad, la memoria es lo que queda en el futuro. Entonces, en ese sentido es bonito saber que esta canción está en el futuro”.
Usted ha contado que en el tiempo de la composición usted conversó un montón con Carlos Vives. Hablaron de las uniones entre los ríos Magdalena y Misisipi...
“Sí, fue un momento muy especial. Sí es cierto que antes de sentarnos a escribir, pues lo que hacíamos era pensar qué era lo que había que hacer, porque teníamos la idea de que había que renovar esta tradición de la música de acordeón. Carlos venía de tener un éxito muy grande con Clásicos de la Provincia y hablábamos de qué teníamos que hacer para renovar y cuál era el camino.
Entonces, antes de sentarnos a componer, botábamos corriente con Teto Ocampo. Yo fuí roomie de Teto. Nos la pasábamos tocando, inventando cosas. Se armó un laboratorio muy bonito con Carlos, con Teto y con todo el equipo, que finalmente terminó en esta explosión muy bonita de lo que es La tierra del olvido. Más allá de la canción o más allá del álbum, esto generó una tendencia estética y una nueva manera de hacer música en Colombia”.
Ha mencionado el papel que tuvo una novela de García Márquez en todo este proceso. La música no solamente se nutre de música, sino de arte, de pintura, de literatura...
“De todo. Lo más importante en la creación es que antes de cualquier cosa hay que aprender a escuchar, a escuchar al mundo. Escuchar al mundo quiere decir no solamente escuchar la música o escuchar las músicas, sino escuchar a los territorios, la geografía. Y en esa escucha atenta estábamos escuchando a todo el mundo, porque la idea sí era hacer una música local que dialogara con lo global en ese momento. Y en esas conversaciones hablamos mucho de todo esto: desde la Sierra Nevada como corazón del mundo, del Gran Caribe, que arranca en el sur de Estados Unidos. Hace un par de añitos estaba oyendo a Leonardo Padura diciendo que el Caribe arrancaba en Nueva York y terminaba en Cali. Son regiones que van más allá de lo geográfico y conectan lo espiritual de otra manera.
Y no es que cuando uno esté componiendo tenga esas reflexiones o tenga las influencias presentes, sino que saltan sin darse cuenta porque en el momento de la creación se es muy libre y uno no se da cuenta. En ese momento uno se olvida de todo, aprendió tantas cosas durante tanto tiempo, tantos años y uno en el momento de la creación se olvida de todo lo que aprendió y fluye a través de eso. Entonces, quizás muchas de las influencias que hay en La tierra del olvido, tanto a nivel musical como a nivel estético, espiritual, no es que hayan sido pensadas. Fueron saliendo.
En el inconsciente estaba esta referencia de García Márquez en El amor en los tiempos del cólera, la historia de amor entre Fermina Daza y Florentino Ariza. Ese libro es nuestro Romeo y Julieta. Ella dice que sentía que podía sobrevivir porque tenía el recuerdo de las cartas de Florentino en su memoria y en algún momento dice *esta es la tierra del olvido”. Uno sin darse cuenta puede tener esa historia en la cabeza y le sale. Las escalas musicales que utilizamos ahí son escalas que no se utilizan en la música tradicional pero que están presentes en músicas que uno ha amado”.
Hablamos del contexto en que se compuso la canción...
“En el momento en que hicimos La tierra del olvido había un laboratorio colectivo. A parte de los créditos autorales, que pueden ser Carlos o míos, este es un trabajo de un pensamiento colectivo que estaba escuchando al mundo y escuchando nuestro lugar en el mundo. Y en ese laboratorio estaba la gente de La Provincia, pero también estaba Richard Blair, productor inglés. Fíjate que en el año 95 salieron tres de los álbumes más importantes de los últimos años en Colombia, que fueron El Dorado, de los Aterciopelados, La tierra del olvido y Pies Descalzos, de Shakira. Estos tres discos fundan los próximos 30 años de la música colombiana. De este laboratorio, de este equipo de trabajo que teníamos con Teto, con Carlos, con Richard salieron el Bloque de Búsqueda, que era un grupo que tuvimos que era mucho más rockero, y Sidestepper, que estaba cerca de la electrónica. Nosotros vivíamos en Teusaquillo y en las noches pasaban Los Aterciopelados. Era un hervidero. De allí, medio del humo y la fiesta y la bohemia, nacieron muchas cosas. Haciendo unas audiciones, encontramos a Goyo, la cantante de ChocQuibTown. Era una chica que rapeaba, pero tenía en el rapeo el sonido del río. El rap, que es un género urbano, en la voz de Goyo adquiría una magia diferente. Ella me presentó a ChocQuibTown, luego hicimos Somos Pacífico, que también se convirtió en otro himno y que me dio la posibilidad de trabajar como productor con ellos. Entonces, todo se va juntando.
Y finalmente creo que toda esta emergencia estética tiene que ver con una nueva forma de sentirnos. Queríamos ser contemporáneos, sin perder la noción de dónde somos. Para nosotros fue muy importante la influencia de los tropicalistas brasileños, entre ellos Caetano Veloso, Gilberto Gil, María Betania, que trabajaron una manera también contemporánea de hacer música en diálogo con el mundo”.
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Ahora mencionó el 95. En ese momento el país vivía la guerra del narcotráfico, estaba en vigencia el proceso de 8.000... Entonces ustedes llegan con estos sonidos...
“Eran épocas bastante complejas, porque si vieron ocurría la violencia tan fuerte de parte del narcotráfico, también es la época en que estábamos estrenando la Constitución. Por primera vez nos reconocíamos como pluriétnicos y multiculturales. Y creo que eso incidió en la nueva manera de imaginarnos. El arte es más efectivo que la política misma para cambiar los imaginarios.
Este movimiento estético, que nace de este grupo de gente en estos, años ayuda a hacer una labor de re-ingeniería total en el imaginario de los colombianos, en la forma de tener una identidad que no era monolítica. Entonces, yo creo que es un momento muy importante para la estética colombiana, para la música colombiana. Habla del poder del arte para hacer tejido de sociedad y armar diálogos”.