Un 6 de marzo de hace 96 años nació en Aracataca, Magdalena, el que sería uno de los escritores colombianos más importantes de todos los tiempos, autor de novelas cumbres para la literatura universal como Cien años de soledad o El amor en los tiempos del cólera y creador de un mundo ficcional, Macondo, que ya habita entre nosotros cada día.
Gabriel José de la Concordia García Márquez fue escritor, poeta, cuentista, guionista, tallerista. La vigencia de su obra, además de sus lectores, no han parado de crecer desde su muerte en 2014, con adaptaciones de sus obras en series de televisión, incluyendo una muy esperada de Cien años de soledad, producida por Netflix, que todavía no ha anunciado la fecha oficial de su lanzamiento.
Como hecho curioso, en días recientes la cantante Dua Lipa compartió una historia de Instagram tomada desde una cama, con un ejemplar de la edición en inglés de Cien años de soledad enfrente de sus piernas. El Centro Gabo de la Fundación Gabo, la institución sin ánimo de lucro fundada por García Máquez en 1995, hizo eco de la imagen con el mensaje: “Hoy amanecimos con una grata sorpresa, @DUALIPA está inmersa en el mundo de Macondo. Dua si necesitas ayuda, acá estamos para ti”.
A propósito de su aniversario, muchos lectores también han compartido en redes sociales el testimonio de su admiración por el Nobel de Literatura, publicando extractos sueltos de sus obras y de su pensamiento regado en libros, entrevistas, crónicas y memorias.
Compartimos algunas reflexiones y frases del cataquero y el colombiano más leído del mundo:
“Se sintió olvidado, no con el olvido remediable del corazón, sino con otro olvido más cruel e irrevocable que él conocía muy bien, porque era el olvido de la muerte”. Cien años de soledad
“No tengo interés en lo que los críticos piensan de mí, y tampoco he leído críticas desde hace muchos años. Los críticos se han arrogado la tarea de ser intermediarios entre el autor y el lector. Yo siempre he tratado de ser muy claro y preciso cuando escribo: intento llegar directamente al lector sin tener que pasar por el crítico”. The Paris Review
“Al amanecer, cuando por fin se acabó el viento, empezaron a caer unas gotas de lluvia gruesas y separadas que apagaron las últimas brasas y endurecieron las cenizas humeantes de la mansión. La gente del pueblo, indios en su mayoría, trataba de rescatar los restos del desastre: el cadáver carbonizado del avestruz, el bastidor del piano dorado, el torso de una estatua. La abuela contemplaba con un abatimiento impenetrable los residuos de su fortuna. Eréndira, sentada entre las dos tumbas de los Amadises, había terminado de llorar. Cuando la abuela se convenció de que quedaban muy pocas cosas intactas entre los escombros, miró a la nieta con una lástima sincera.
—Mi pobre niña —suspiró—. No te alcanzará la vida para pagarme este percance”. La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada
“El problema del matrimonio es que se acaba todas las noches después de hacer el amor, y hay que volver a reconstruirlo todas las mañanas antes del desayuno”. El amor en los tiempos del cólera
“El problema del amor imposible en los viejos es social, es cultural completamente, porque se considera una vergüenza que a cierta edad se tengan amores. Pero no te imaginas la cantidad de cartas de viejos amantes tardíos que he recibido después de El amor en los tiempos del cólera. Las coleccionamos. ‘Pero ésa es la historia de mi vida’, me dicen, la cuentan y es exactamente la misma historia. Sucede como sucedía con los homosexuales. Ahora parece que hubiera más homosexuales que antes. Siempre los ha habido, pero ahora la sanción social, la persecución, es menor. Ganaron un territorio, conquistaron ese territorio y ahora parece que hubiera muchos, pero siempre los ha habido. Y siempre ha habido amores de viejos, pero era una vergüenza que un viejo los tuviera. No, señor. ¡Viva el amor!” Revista Nexos
“Los primeros niños que vieron el promontorio oscuro y sigiloso que se acercaba por el mar, se hicieron la ilusión de que era un barco enemigo. Después vieron que no llevaba banderas ni arboladura, y pensaron que fuera una ballena. Pero cuando quedó varado en la playa le quitaron los matorrales de sargazos, los filamentos de medusas y los restos de cardúmenes y naufragios que llevaba encima, y sólo entonces descubrieron que era un ahogado”. El ahogado más hermoso del mundo