A veces las pasiones se heredan y el comienzo de una tradición puede irse atrás en el tiempo. Puede que comience con un tatarabuelo que tuvo una idea, ese que de repente tomó una decisión un día y que, de ahí en adelante, transformaría el resto de decisiones que vendrían en su familia.
Algunos se animarían a construir un violín, una guitarra o simplemente a cortar una madera. Así le sucedió a la italiana Marta Rivolta, quien toda su vida ha convivido entre maderas. Reconoce las especies de los grandes troncos que llegan de diferentes lugares y sabe para qué sirve cada uno. Maneja el abeto italiano, como el que usaba el reconocido lutier Antonio Stradivari para la tapa de sus violines, o arce para las fajas de los lados. En su familia, quien empezó a extraer la madera para crear muebles, fue su tatarabuelo Pietro hace más de 100 años.
“Nosotros estamos en un área muy famosa para hacer muebles y toda la producción se ubica también allí, como la de cortar madera”, indica Rivolta sobre ese lugar llamado Desio, cerca de Milán. Fue su papá Gian Piero quien decidió que ese material que extraían en su compañía también podía ponerse al servicio de la música y ahora Marta es quien coordina todo eso, es su pasión heredada.
Está visitando Colombia como parte de la sección de Expo Música que hace parte de Suena Suramérica que inauguró este año el Festival Internacional de Música de Cartagena y que buscaba ubicar bajo un mismo techo propuestas de lutería nacionales e internacionales.
Más apasionados
Luca Polverini es otro de esos que se ha contagiado por el amor a la lutería, pero no construye violines, violonchelos o guitarras, es lutier de acordeones. Igual que Marta, Luca proviene de Italia y en su familia la tradición lutera viene de parte y parte, el abuelo de su papá empezó una compañía de lutería de guitarras en 1850, aunque la familia de su mamá se dedicaba a la fabricación de acordeones desde 1839. Ambos proyectos se juntaron en Polverini.
Llegaron a fabricar también órganos y toda clase de instrumentos de percusión, pero volvieron a ser una empresa pequeña de lutería de acordeones exclusivamente, dice que hay mucha competencia asiática en la fabricación de instrumentos.
En su ciudad, Castelfidardo, se fabrican cerca de 15.000 acordeones al año que se exportan a todo el mundo. Los que trajo consigo para la muestra en el festival estaban hechos para vallenato y tenían pequeñas personalizaciones con los colores de la bandera de Colombia.
A este lutier siempre le atrajo el mundo de la mecánica y los carros deportivos, “este es un instrumento que parece un avión por cómo está construido, eso me intriga”, cuenta. Pero, aunque Luca los fabrica, no los sabe interpretar y eso pasa más a menudo de lo que se creería. Hace una comparación simple, “el fabricante de un carro deportivo de Fórmula 1 no sabe manejarlo, sabe construirlo”.
La formación para convertirse en un experto creador y reparador de instrumentos requiere mucho tiempo, aproximadamente 10 años. Nikolai Ceballos, lutier de la Fundación Salvi, se enganchó por el misticismo que rodea la creación de un instrumento. Se formó con maestros italianos y ahora ayudará a formar una nueva generación en el país.
Ceballos hace parte de un grupo de personas que organizó un programa de cuatro años de formación de lutieres con la Fundación Salvi que será pionero en Colombia. El plan de estudios arrancará en febrero de este año y se espera que sea un punto de partida para fortalecer ese arte para el que muchos deben salir del país si desean formarse y continuar con esa tradición muy manual y precisa que, muchas veces, va quedando como una serie de secretos bien guardados que va de una generación a la siguiente.