El álbum Is This It, el primero de The Strokes, tuvo cuatro estrellas, se las puso la prestigiosa revista de música Rolling Stone. La misma publicación le dio el número 8 a ese trabajo en la lista de los 100 mejores debuts de todos los tiempos, además del segundo mejor álbum de los 2000.
Julián era el líder de la banda, cantante y compositor, pero en medio de sus cinco álbumes (el último en 2013) hizo una pausa y decidió ser solista: lanzó en 2009 Phrazes for the Young, y después, en 2014, formó la agrupación The Voidz.
Suena a rock alternativo, pertenecen a un sello independiente, tienen un álbum y viene en camino.
“Este será más mainstream (popular)”, dice Julián. Luego se arrepiente y prefiere llamarlo, más universal.
“Quisiéramos que a la gente le guste mucho más el nuevo álbum de lo que les ha gustado Tyranny”, asegura.
Este trabajo discográfico será lanzado por Cult Records, sello del que Casablancas es dueño y tiene bandas y solistas “que me motivan musicalmente”. Según él, lo formó “porque tiene energía artística”. Lo dice bromeando.
Julián Casablancas + The Voidz
Una nuez vuela por el aire y cae justo en la boca de Julián Casablancas. Otra no tiene la misma suerte y termina en el suelo, pateada por uno de sus amigos y miembro de la banda The Voidz. Todos se ríen.
Entre ellos, en total seis, parece haber una conexión de esas que se genera entre los grupos de adolescentes de colegio: los que caminan juntos, entienden sus chistes, se empujan y se abrazan. Ese tiempo de ellos es toda una broma.
Julián ya no es adolescente, ni siquiera aquel veinteañero que se hizo famoso por un video en el que despeinado, con la mirada perdida y sosteniendo un micrófono, mientras pasea por el escenario, cantaba la canción Last Nite con su agrupación, The Strokes.
Casablancas tiene ahora 39 años y una nueva banda: The Voidz. Ya no habla mucho de la otra, de hecho, según una entrevista que le dio a la revista Rolling Stone, ya no siente lo mismo al cantar las canciones que compuso para ella, las que lo hicieron popular. Está enfocado totalmente en su más reciente proyecto.
Antes de empezar a responder, Julián parece incómodo en la silla, como si le quedara pequeña: Mide 1.88 metros de estatura, más unos tres centímetros más que le da el tacón de las botas, unas que parecen viejas, pero son de esas que diseñan para que luzcan así, aunque estén nuevas.
Ya paró de lanzar nueces y se concentra. Ahora toma café.
Hay dos vibras en esta banda, por un lado la de Nueva York, con Julián, y la de Los Ángeles con el resto de la banda, ¿cómo se conjugan, qué tan diferentes son?
Julián: “Primero debo decir que ambas son grandiosas, y sí, distintas, pero creo que hay calidad de vida en L.A. y arte de calidad en Nueva York”.
En ese momento, Jeffrey Kite, que toca el teclado, interrumpe y dice: “De hecho creo que hay sitios mucho más interesantes y con mejor música fuera de estas dos ciudades, por ejemplo en Chicago”.
El resto de la banda lanza una carcajada.
Kite continúa: “Soy de allá, y creo que le ponen más alma a la música que en cualquiera de esas dos. Hay pocos lugares en los que le ponen el alma en Estados Unidos: New Orleans, Memphis, Detroit y Chicago”.