Como casi todos los refranes, es certero ese que dice “quien mucho habla, mucho yerra”. Aunque debería hacerse extensivo a quien mucho escribe.
Una causa de ello es que el español es extenso y resulta difícil saberlo todo sobre él. Otra, que la comunicación se convierte en un asunto mecánico y, por tanto, poco se piensa en la forma adecuada de realizarla.
Entre los errores que más se cometen al hablar y escribir están los de las obviedades, que en algunos casos son tan frecuentes, que pocos perciben la falla que encierran. Por ejemplo: “Esbozó una sutil sonrisa”. Se sabe que una sonrisa no es una carcajada y, por tanto, es sutil. De modo que este adjetivo está de más.
En la escritura son notorios los ortográficos, como las tildes sobre la mayor parte de los monosílabos. La norma dice que se tildan si se confunden con otras palabras de significado distinto.
Los signos de puntuación son objeto de malos usos. Uriel Hidalgo, corrector de EL COLOMBIANO, dice que hay quienes miran el párrafo que redactan, y dicen: “Pongamos coma que hace rato no ponemos”.