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El tiempo despertó en el reloj de San Ignacio

El reloj del templo está activo de nuevo para marcar la unión de los habitantes del sector, gracias a la alianza de tres instituciones.

El reloj del templo está activo de nuevo para marcar la unión de los habitantes del sector, gracias a la alianza de tres instituciones.

  • El reloj de la iglesia de San Ignacio, instalado en 1885, tiene cuatro caras: cada una de ellas en dirección a un punto cardinal. FOTO Juan Antonio Sánchez Ocampo
    El reloj de la iglesia de San Ignacio, instalado en 1885, tiene cuatro caras: cada una de ellas en dirección a un punto cardinal. FOTO Juan Antonio Sánchez Ocampo
30 de octubre de 2017
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El segundo reloj público de Medellín, el de la iglesia de San Ignacio, ha pasado descansando 40 de sus 132 años.

Se trata del medidor del tiempo de la torre de esa iglesia situada en la plazuela de su mismo nombre. Al que quieren tanto que tres instituciones se unieron para darle cuerda, el pasado 20 de octubre: Comfama, la Universidad de Antioquia y la Arquidiócesis de Medellín.

En un acto denominado “Llegó la hora”, los integrantes de los tres organismos se pusieron de acuerdo a trabajar en conjunto por el patrimonio arquitectónico y, por supuesto, por la comunidad del Centro de Medellín.

El historiador Germán Suárez Escudero, tras revelarnos ese dato, que fue el segundo reloj público que instalaron en Medellín, indica que, para ser exactos, como conviene cuando se habla del tiempo o, por lo menos, del artefacto que lo mide, eso ocurrió en 1885, cuando se hizo el traspaso de los Hermanos Franciscanos a los Jesuítas.

“Era el tiempo del obispo monseñor Bernardo Herrera Restrepo, quien se esforzó para conseguir la llegada de los hermanos de la Compañía de Jesús a encargarse de la educación y establecieran el colegio de San Ignacio”.

Eso fue mediante un contrato firmado entre Marceliano Vélez Barreneche, Jefe Civil y Militar de Antioquia, y los religiosos.

Y para no dejarnos con la intriga de cuál fue, entonces, el primer reloj público de la ciudad, Suárez Escudero cuenta que fue el de la iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria, la del Parque de Berrío. Este reloj fue donado, según consta en archivos, en 1830, pero el historiador está seguro de que solamente aparece en documentos el dato de que está funcionando, en 1853, momento en que inauguraron la primera fuente pública, frente a este templo, y el órgano del mismo.

“Desde ese momento hasta 1885, la ciudad no tuvo más relojes. Después instalarían los de otras iglesias, como las de Robledo y Belén”.

Se sabe que el reloj es una pieza fundida en las antiguas instalaciones de los Talleres Robledo, donde funcionó la Siderúrgica de Medellín y hoy es la sede del Museo de Arte Moderno de Medellín. Es accionado por pesos y contrapesos que se ponen en movimiento por la fuerza mecánica de estas cargas al darle cuerda, y la activación de un pequeño péndulo.

Este reloj da cara a los cuatro puntos cardinales de la ciudad. La cara frontal mira a la plaza y, en el tiempo de su instalación, se pretendía que diera la cara al río Medellín, puesto que podía verse desde lejos.

Arquitectura

El edificio de la iglesia de San Ignacio está acompañado por otros dos también emblemáticos, los de las instituciones que se unieron para conseguir que el reloj siguiera marcado las horas: el del Paraninfo de la Universidad de Antioquia y el del Claustro de San Ignacio, que Comfama usa para atender a los usuarios con cursos, subsidios y una biblioteca.

“Esta cuadra, la de los tres edificios —considera Sergio Restrepo, director del Claustro de San Ignacio—, es importante porque en ella nació el pensamiento de la ciudad hace más de doscientos años. Desde 1803 hasta hoy ha sido la casa de las ideas”.

Y menciona que en esos espacios, además de un lugar para la religiosidad, nacieron la universidad, no solo la de Antioquia, precisa, sino el concepto de universidad entre nosotros; el Observatorio Meteorológico, que es como “el abuelo” del actual Sistema de Alerta Temprana de Medellín y el Valle de Aburrá, Siata, que predice el clima; el Observatorio Astronómico, que es “el abuelo” del actual Planetario de Medellín, y la Congregación Mariana, que aporta en servicios de salud.

“La primera obra de teatro que se vio en Medellín se presentó en este lugar”, asegura Sergio.

El arquitecto Pedro Pablo Lalinde dice que los tres edificios tienen arquitecturas diferentes, aunque puede afirmarse que armonizan adecuadamente. De la iglesia, menciona que, a comienzos del siglo XX fue remodelada “y muy cambiada” por los arquitectos Agustín Goovaerts, belga, y Félix Mejía, colombiano.

Explica que su estilo puede clasificarse como un barroco tardío y con interpretación antioqueña, utilizando elementos propios de esta región. Conserva un pequeño frontis en piedra de Valdivia que data de 1803.

Distrito cultural

El director del claustro menciona que los integrantes de las tres instituciones que movieron el reloj creen que les llegó la hora, no solamente de preocuparse por su cuadra, una cuadra viva habitada todo el día por estudiantes, religiosos, trabajadores, vendedores, lustrabotas, jugadores de ajedrez al aire libre, sino por un complejo urbano que incluye dos manzanas en dirección de cada uno de los cuatro puntos cardinales.

“El distrito cultural y patrimonial San Ignacio incluye entidades como el Teatro Matacandelas; la iglesia de San José; el Pabellón del Agua; el bachillerato de la Universidad de Antioquia, en el que estudiaron personajes tan notables como el maestro Fernando González; el viejo claustro de la Presentación, que hoy ocupa la Policía; el centro cultural La Pascasia; Taller 7, y varias entidades más, que bien pueden trabajar unidas en ciertos temas para conseguir mayores resultados”, dice.

El tiempo cuenta para estos planes, estrategias, manos unidas de personas que no se detienen en la construcción de ciudad.

Desde ahora, los habitantes del sector escucharán el repiquetear de las campanas cada vez que el reloj dé la hora exacta, en la media y en el cuarto. Y si ese sonido musical consigue abrirse paso por entre los rugidos y los pitos de los autobuses que bajan por Pichincha, o los ruidos que emite el tranvía en su paso por Ayacucho, pueden sincronizar sus relojes de pulso con el del templo y hasta tomarse las medicinas basados en el tiempo que les dicta ese amigo de cara blanca y redonda que los mira desde lo alto.

Año de la instalación del reloj. Fue el momento de la llegada de los Jesuítas.
Año de inicio de la construcción del templo, la U. de A. y el Claustro. Primero fue de los Franciscanos.
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