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El guayacán de Ethel es el más consentido

La tercera obra que hace parte del proyecto La Consentida del Museo de Antioquia es El pueblo y el guayacán.

  • El pueblo y el guayacán es una de las obras más representativas de la artista Ethel Gilmour. Se podrá ver en el Museo de Antioquia hasta finales de octubre. FOTO cortesía museo
    El pueblo y el guayacán es una de las obras más representativas de la artista Ethel Gilmour. Se podrá ver en el Museo de Antioquia hasta finales de octubre. FOTO cortesía museo
20 de agosto de 2016
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Ethel Gilmour tenía unos zapatos amarillos que dejó en la banca frente al guayacán, en compañía de una chaqueta, amarilla también, para que la gente se sentara a mirar ese árbol que ella volvió pintura, y sin necesidad de ningún mensaje profundo, salvo decir, de pronto, ¡qué bonito!

Ethel pintó el árbol que florecía frente a su casa en el Parque Bolívar, aunque en esa instalación, El pueblo y el guayacán amarillo, que se vio en 2008 por primera vez en el Museo de Antioquia, en realidad Ethel tenía la idea de un pueblo en el que sus habitantes estaban orgullosos de su guayacán. Por eso el árbol no está solo, sino con otras pinturas de pueblitos.

En un video del museo, el artista Jorge Uribe, el esposo de Ethel, dice que ella “toda la vida estuvo pensando en cómo hacer la escultura de un árbol. Claro que cuando vio esos árboles amarillos, esos guayacanes, dijo que debía ser un guayacán (...). Para Ethel lo más auténtico que había en Colombia eran los pueblitos. Ahí está Jardín, Santa Fe de Antioquia, y ese lugar cerca a la plaza (de Bolívar), en el que venden un montón de chécheres populares. Eso le fascinaba”.

La artista murió dos años después de esa instalación, pero esa obra quedó en la memoria. Ethel es también ese guayacán, si bien ella se dibujó pequeñita al lado del árbol, para que el amarillo aquel se viera enorme.

Ahora, ocho años después de la primera vez, y a seis de que Ethel se fuera, el Museo de Antioquia la consiente y la vuelve a exponer, esta vez en la sala Cundinamarca, dentro del programa La Consentida, que tiene la idea de dedicarle dos meses a una obra de la colección para acercarla a la gente o, en este caso, para que muchos la vuelvan a mirar.

“Es una obra muy representativa desde la primera vez que se expuso, porque la gente construye una relación muy emotiva. La obra tiene un montón de imágenes complementarias de pueblos, un paisaje poético y personal con el que la gente se identifica”, dice Camilo Castaño, coordinador de La Consentida.

Esa es, de hecho, la intención del proyecto: conectar con los visitantes en una sala que a su vez conecta la institución con la calle.

Ethel, mientras tanto, vuelve con su obra. Ella lo expresó una vez: “El mar y los árboles son como el alma después de la muerte”.

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