El pasado 11 de marzo un artista relativamente desconocido que se hace llamar Beeple rompió el mercado. Una de sus obras, “Everdays: The First 5,000 Days” (Todos los días: los primeros 5.000 días), fue vendida por la casa de subastas Christie’s por más de 69 millones de dólares. No sería extraño (más allá de la millonaria cifra) si no fuera porque la obra es un objeto no fungible (NFT, por sus siglas en inglés), es decir, una pieza enteramente digital.
Varias cosas hacen particular esta transacción, que después de una pandemia que afectó el mercado del arte, puede estar consolidándose como una nueva tendencia.
Los tokens no fungibles (NFT) funcionan con base en el blockchain, una tecnología que se hizo famosa alrededor del 2009. Blockchain (o cadena de bloques) es básicamente una base de datos, un libro de contabilidad que contiene la historia de las transacciones que se hacen a través de un token (en inglés significa símbolo, señal o ficha).
La experiencia más famosa en este tema es la criptomoneda bitcoin, sin embargo, son diferentes. El bitcoin es un token fungible, es decir, al igual que el dinero físico, puede reemplazarse e intercambiarse: 100 bitcoins suyos tienen el mismo valor que los 100 bitcoins que tiene su vecino.
Los NFT no son así. Se trata de tokens únicos y no intercambiables entre sí, lo que significa que no hay dos NFT iguales. Esto es lo que hace posible su uso en transacciones como la que realizó Christie’s, pues en el mercado del arte es fundamental que se pueda certificar que una obra es original, única y con dueño.
Los compradores de “Everdays: The First 5,000 Days” no recibieron la obra física (porque no existe), ni siquiera una copia, recibieron un NFT que los hace dueños únicos y legales de esa obra.
Nada impide que las millones de personas que la vieron en los noticieros la impriman, la copien e incluso la usen como fondo de pantalla en su celular o computador. Pero tampoco nada impide hoy que pase lo mismo con la Gioconda, de Leonardo da Vinci. El asunto siempre fue cómo certificar la autenticidad de una obra digital, y parece que el NFT se ha erigido como la opción más popular y segura. Christie’s no es la única que ha hecho uso de ella. Y es que en teoría, cualquier cosa puede ser un NTF: desde un cuadro hasta un gif o un meme.
Nyan Cat, uno de los memes gatunos más conocidos de 2011, en el que el animal vuela en el espacio mientras deja una estela de arcoíris, se vendió a mediados de febrero en un equivalente a 600.000 euros. Mark Cuban, empresario estadounidense e inversionista tecnológico, ha seguido y ha impulsado esta tecnología. En diferentes medios internacionales ha señalado que cree que se trata “de un cambio generacional que ahora dota de valor a un activo digital, al igual que hasta ahora se lo hemos dado a cualquier valor físico que consideramos que es único o distinto”.
No todos, sin embargo, están tan confiados. Incluso el mismo artista Beeple es cauteloso. En declaraciones a The Associated Press, el artista llamó a la prudencia y se refirió a la posibilidad de que los NFT sean una gran burbuja a punto de estallar. “Definitivamente hay algo de trivialidad. Hay mucha emoción, absolutamente. Así que es una de esas cosas donde la gente va a entrar a las apuradas pensando que hay mucho dinero. Igual que con Internet, hubo una burbuja y esa burbuja estalló, pero eso no hizo que la gente dejara de usar Internet. Así que la gente debe ser cuidadosa. Es muy especulativo. Es muy temprano”.
Algo similar piensa Charles Allsopp, quien trabajó como subastador de la casa Christie’s y entrevistado por la BBC señaló que: “La idea de comprar algo que no está ahí es simplemente extraña”. Nadie duda, sin embargo, de que la tecnología ganará cada vez más espacio en el arte. No solo aquella basada en el blockchain, también algunas más asentadas como la venta online o las visitas virtuales a las galerías. La pandemia ha llegado solo a dar el gran último empujón.