Cada año la iglesia Católica define un día –siempre miércoles– para aplicar a sus feligreses en los templos, parques, hospitales, cárceles, colegios, universidades y calles la denominada San Ceniza. La frente del católico es marcada con una cruz negra y marca el inicio de la cuaresma, fase de reflexión previa a la Semana Santa.
“Polvo eres y polvo te convertirás”, es la frase que repiten todo el día los religiosos que imparten el ritual. El Miércoles de Ceniza invita, además, a la cuaresma: tiempo en el que los católicos, por lo general, realizan ayunos o sacrificios.
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La ceniza es fría. La frente del feligrés experimenta una sensación parecida a la de un dedo salido de la nevera que pasa por la piel. Cada iglesia se prepara, de manera independiente, para elaborar la ceniza que impartirá.
¿Cómo hacen la ceniza?
Seguramente este martes el párroco de cada iglesia le pidió a su sacristán que se alistara para la celebración. En un recipiente el religioso deposita todas las hojas que sobraron del Domingo de Ramos y las quema. La sustancia, después, es rociada con agua bendita y aromatizada con incienso.
Cuando la sustancia está lista, es dejada en reposo. El Miércoles de Ceniza el proceso culmina con la bendición –en las primeras horas del día– de la santa ceniza y la marcación de los fieles que quieran tener la seña.
La iglesia quema los ramos de la Semana Santa como símbolo que hay entre ambas jornadas: el inicio y el final de la cuaresma.
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“Esas ramas anuncian la Semana Santa, el sufrimiento de la muerte y la resurrección de Cristo”, había dicho el sacerdote Randy Stice a la agencia católica ACI Prensa.
La tradición de la ceniza es de los primeros años de la Iglesia Católica. Antes la ceniza iba en la cabeza y los fieles se presentaban con un “hábito penitencial”.
En 2021, durante la pandemia de la covid-19, la ceniza fue aplicada, como en un principio, en la cabeza. Aquella vez, por razones de bioseguridad.