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Pájaros de verano va volando alto

La nueva película de la dupla Ciro Guerra y Cristina Gallego (ahora como codirectora) se prepara para los Goya y Cannes.

  • Esta cinta, rodada en la Guajira y hablada en wayuunaiki, es la primera latinoamericana en inaugurar la Quincena de Realizadores en Cannes. FOTOS cortesía
    Esta cinta, rodada en la Guajira y hablada en wayuunaiki, es la primera latinoamericana en inaugurar la Quincena de Realizadores en Cannes. FOTOS cortesía
  • Pájaros de verano va volando alto
  • Pájaros de verano va volando alto
30 de julio de 2018
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“De repente, llegaron unos norteamericanos comprando marihuana y todo cambió”, relata Cristina Gallego, codirectora de Pájaros de verano. La película, que se estren a la próxima semana, está contextualizada en la Guajira de los años 70, en la época de la “bonanza marimbera”.

Los wayuu, habitantes de ese territorio y el pueblo indígena más numeroso de Colombia, han sido tradicionalmente comerciantes: café, cigarrillos, whisky, telas o gafas Ray-Ban. Y la cannabis, aunque ilegal, no sería la excepción: su comercio traería tanto dinero como violencia y ruina moral al pueblo.

No esperaban que en Cannes tuviera una recepción tan fuerte. “Fue como una bomba que explotó”, comenta Gallego, quien se atrevió a dar un paso al frente con este, su primer largometraje como directora.

¿Fue una producción complicada?

“Durante Los viajes del viento habíamos rodado una semana en La Guajira. Allí pensamos en Riohacha, pero nunca pensamos que La Guajira iba a ser tan difícil. Los wayuus son muy duros con los “alijunas”, como nos llaman a todos los demás.

Nuestro jefe de producción se convirtió en palabrero, tenía que dirimir conflictos de familias dueñas de un territorio, debíamos trabajar con ellos, o con comunidades que eran enemigas que había que hacer parte. Llegamos a trabajar como trabajan ellos; y la forma como entienden el mundo que es muy diferente de la nuestra”.

¿Cómo fue la participación wayuu?

“Casi el 80% de personas del equipo fue wayuu. Estuvieron con nosotros en producción, dirección, arte. Casi todos los actores de la familia son profesionales de teatro y televisión pero los demás son naturales. Entre ellos se enseñaron mucho. Una de las mujeres wayuu, Daisy, preparó a Natalia Reyes, la protagonista: le enseñó a tejer, le hizo “el encierro” (ritual ancestral) y le enseñó wayuunaiki”.

El rol de la mujer es fundamental.

“Una de las guionistas, Maria Camila Arias, investigó la cultura y la tradición indígena. La conectamos con un antropólogo guajiro que sabe mucho de la comunidad y con otros que conocían de la bonanza marimbera.

Sabíamos que esto estaba ocurriendo en una sociedad matrilineal. No estaba en ningún libro ni ninguna investigación. Todo partía de un imaginario, de saber que las mujeres eran absolutamente fuertes, que llevan la economía (son las que venden en Maicao). Nos preguntábamos si las mujeres estaban en la vida económica y política, cómo era posible que no tuviera ninguna participación y nadie hablara de ellas”.

Es un mundo de hombres...

“Toda la historia y la literatura acerca de ellos es machista absolutamente. También el cine de gánsters ha sido de hombres. Nosotros queríamos hacer una película en la que la mujer fuera lo más fuerte.

Normalmente uno llega a cualquier lugar y salen los manes a contar las historias, las mujeres están confinadas en labores caseras. Al final nos dimos cuenta que las historias no estaban en la sala si no en la cocina o en la trastienda”.

¿Qué encontraron?

“A la mujer matrona, marimbera, hija de un cacique indígena con un mundo espiritual muy fuerte. Hoy ya no es marimbera pero se quedó en el mundo de la brujería.

La película bebe de todo eso, de las historias que nos contaron, pero sobre todo del espíritu de la bonanza marimbera: uno llega allá y la gente empieza a decir que su patio estaba lleno de marihuana. Uno entiende que era una cosa normal” .

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