Alexandra Pareja, cofundadora de Angosta Editores, siente un vacío cuando ve que le envían un manuscrito desde otro país. “Cómo le digo... Los autores siempre están esperando un sí”, dice con cara de angustia, porque ella esos “sí” los tiene reservados para las buenas firmas locales y algunos pocos amigos. Angosta, cuyo logo es un embudo, se propuso desde el principio ser una editorial abierta a todas las propuestas, pero exigente con el nivel de sus publicaciones, por eso, a pesar de que reciben aproximadamente 50 manuscritos al mes, tiene un poco más de 30 libros, entre los que se cuentan textos de José Ardila, Sara Jaramillo Klinkert, Lorena Salazar Masso, Juan José Hoyos y Manuela Gómez.
¿Por qué publicar autores nuevos y locales, si su cofundador, Héctor Abad Faciolince, bien podría tener obras de autores latinoamericanos consagrados que le aseguren más ventas y presencia internacional? Pareja explica que para Abad Faciolince fue difícil conseguir ese primer “sí”, una oportunidad fundamental para eventualmente vivir de la literatura, así que quiso abrir la editorial para ser esa puerta que tantas veces se le cerró.
Por eso en Angosta se leen todos los manuscritos y se contestan todas las comunicaciones, además, se respeta a los escritores que “hacen la fila”, como dice Pareja, es decir, que no recurren a sus contactos para tener más posibilidades, sino que se someten al mismo proceso que cualquier otro aspirante, pues lo importante para los editores no es la firma sino la calidad del texto.