La capital antioqueña ha sufrido todas las formas de violencia. No hay ciudad en el país con que pueda compararse. Cargó el peso de ser la ciudad más violenta del mundo en una época en la que la violencia estaba “de moda” por doquier.
Los homicidios, las bombas en lugares públicos, el aniquilamiento de líderes de izquierda y defensores de derechos humanos, el secuestro, las masacres de “galladas” de jóvenes, los ataques terroristas y con explosivos, el miedo y la zozobra colectiva consolidaron esa imagen negativa.
Esto dio lugar a un “desorden” en el que la violencia se convirtió en un recurso fácil para los actores ligados al conflicto armado y para una buena parte de la población.
Precisamente para entender la magnitud de esas violencias y las hondas cicatrices que dejó en la población de esta ciudad, el Centro Nacional de Memoria Histórica, CNMH, entregará hoy, en la Fiesta del libro y la cultura el informe “Medellín, ¡Basta Ya!”.
La investigación centra su mirada en el conflicto armado y las violencias asociadas, ocurridas en Medellín entre 1980 y 2014. Describe cuál fue el repertorio de violencias desplegado por los actores partícipes de esta confrontación armada, los factores que posibilitaron su emergencia y persistencia en la vida urbana, los impactos generados a la población y la manera como esta respondió para enfrentar y sobreponerse a los estragos de estas violencias.
Una gran magnitud
Una de las principales preguntas que debían resolver los investigadores era cuál fue el inicio del conflicto armado en la ciudad, y si hubo un hecho que pudiera representar la violencia sufrida.
Aunque el qué hacer del Centro Nacional de Memoria Histórica está enrutado hacia el conflicto armado, los investigadores insistieron “en que Medellín no era solo conflicto, sino que había otras violencias, y que era muy difícil hacer una separación de las acciones del conflicto armado de otras. Hay momentos en los que las violencias del narcotráfico están totalmente imbricadas con el conflicto”, relata Jorge Giraldo, decano de Humanidades de Eafit e investigador del informe.
Incluso esa división no es tan lógica para las víctimas. Según Giraldo, ellas sienten que sufrieron unos daños y en un campo secundario queda quién fue el responsable y si su motivación era la limpieza social, problemas comunitarios, la droga o la disputa del territorio de actores armados.
Giraldo, agrega además, que para la realización del informe los académicos intentaron establecer comparativos con otros lugares del país y vieron que “Medellín es, de lejos, el municipios más victimizado de Colombia”.
Culpa de todos
Si bien esta ciudad fue receptora y creadora de múltiples grupos armados, muchos de ellos motivados por el narcotráfico asentado en esta tierra gracias al Cartel de Medellín, liderado por Pablo Escobar, no puede decirse que exclusivamente hayan sido su culpa los dolores de esta región.
“Uno puede afirmar que aquí todas las diligencias hicieron la tarea como hasta mitad del siglo pasado y lo que es muy claro es que en los 60 empieza a notarse que las cosas no andan bien en la ciudad ni las diligencias política, económica, ideológica, académica. Esta ciudad sufre una desorientación impresionante que explica que sea primero aquí y más grave aquí”, dice Giraldo y en ellos coincide Marta Villa, directora de la Corporación Región e investigadora principal del informe.
La capital antioqueña fue caldo de cultivo para las violencias por muchos factores: la falta de presencia estatal que fue el común denominador de los barrios de la periferia; el narcotráfico, y el desempleo en los jóvenes, que si bien la pobreza no fue mayor que en otras ciudades en las que no se desarrollaron los conflictos, permitió que los grupos armados y el narcotráfico los ocupara, explicó Villa.
“Esta no fue una guerra entre guerreros, entre ejércitos, sino una en la que participó la sociedad de múltiples maneras. Estas son guerras fratricidas, de las que participa la sociedad haciendo parte de alguno de los ejércitos o aceptando los intereses que están movilizando estos actores que es una manera de adaptación; pero también hay resistencias”, explica la coordinadora de la investigación.
La ciudad que se recupera
A pesar de todas esas dificultades, Medellín logra recuperarse. Giraldo agrega, por ejemplo que el Gobierno Nacional apoyó con diferentes medidas para que la ciudad saliera a flote después de la grave crisis violenta que vivió: “Los procesos de negociación, la Consejería presidencial para Medellín, las operaciones militares, que no solo tuvieron violaciones a los DD.HH. sino que contribuyeron a la pacificación de la ciudad”.
A pesar de la hondura de los daños causados y de lo irreparable de muchos de los impactos, la violencia generó (y sigue generando) múltiples movimientos y respuestas que quieren enfrentar, detener, sobreponerse o transformar los impactos negativos.
Una buena parte de estas respuestas han provenido de organizaciones sociales, de instituciones locales y de personas que han desplegado un importante repertorio de acciones que explican, en últimas, por qué la ciudad no sucumbió a pesar de la crisis. Esto le ha permitido a Medellín ganar otra distinción: la de ser una ciudad que ha logrado resistir, se ha sobrepuesto y transformado a pesar de las violencias o, tal vez, debido a ellas.
Para Adriana Arboleda, abogada de la Corporación Jurídica Libertad, las mismas acciones de los armados en contra de la población civil ha hecho que en la ciudad se levante un gran movimiento de Derechos Humanos y de víctimas, que ha logrado mostrar los hechos estructurales, tarea que usualmente es incómoda para los gobiernos de turno, pero que al final obtiene su recompensa: “la historia siempre termina dándonos la razón”, señala.
Así mismo, Arboleda explica que en los últimos años se ha dado un fortalecimiento de los procesos organizativos en las comunidades, ambos se vieron afectados por la acción paramilitar. “Hemos logrado defender la autonomía e independencia de las organizaciones sociales que tienen que actuar en medio de los violentos”, dijo Arboleda.
El “Medellín ¡Basta Ya!” no es solo un rosario de dolores, también es la memoria desde el relato de las víctimas acerca de cómo, años atrás, fue la ciudad más violenta del mundo y ahora se levanta cada día para tratar de sobrevivir.