Freddy Rendón Herrera comandaba, cuando pertenecía a las Autodefensas Unidas de Colombia y atendía al alias de “El Alemán”, el bloque Élmer Cárdenas y diseñó toda la escalada paramilitar en el Chocó, lo que incluía sacar a las Farc, a como diera lugar, de Vigía del Fuerte (Antioquia) y Bojayá (Chocó).
En ese intento por dominar el territorio se presentaron muchos combates, uno de ellos, el que nadie olvida, ocurrió el 2 de mayo de 2002, cuando los guerrilleros de las Farc lanzaron una pipeta de gas cargada con explosivos que cayó en la Iglesia en la que se resguardaban los bojayacenses. 119 personas murieron, entre ellas 48 niños.
EL COLOMBIANO habló con Freddy Rendón Herrera acerca de los hechos que llevaron a la masacre.
¿Por qué Bojayá? ¿Qué tenía de estratégico para los objetivos de las autodefensas?
“Bojayá no era importante para nosotros, sino que era el próximo paso. Si usted conoce la historia del avance de la confrontación en la región (margen occidental del río Atrato) desde Acandí, Unguía, Riosucio, Domingodó, el Río Napipí y posteriormente Vigía del Fuerte, ve que había un avance río por río”.
¿Cómo llegaron ustedes hasta Bojayá?
“Nosotros en 1996 entramos por primera vez al Chocó norte, concretamente a Unguía. La guerrilla nos hizo salir, nuevamente entramos por Acandí y nos dedicamos a ir copando río por río y cuando llegamos al río Truandó entendimos que era necesario dar el paso hacia la zona de despeje que tenían las Farc ya que ellos se habían tomado y habían masacrado a todos los agentes de policía de Bojayá y Vigía del Fuerte, y esa zona estaba a disposición de ellos, donde eran amos y señores, donde controlaban los aviones que llegaban y los que despegaban, entraban materiales de intendencia en avión, y esa población estaba abandonada por el Estado.
Nosotros lo que hicimos fue desplegar una operación que nos llevara del río Truandó a Vigía del Fuerte a controlar los aviones, para que no entrara más material de guerra, ni más armas y ellos tuvieran que desplegarse de esa zona, sea hacia el Pacífico o hacia Urrao, por el río Murrí. Estando allí comenzamos a detectar que ellos venían comunicándose y se les ordenó, por parte del Bloque José María Córdova y por parte del Secretariado, que no podían perder esas dos cabeceras municipales que estaban al servicio de ellos. Ahí fue cuando comenzaron a preparar este ataque, bajaron tropas que vinieron por el río Murrí, tropas que llegaron desde el Paramillo a la zona de Murindó y otra guerrilla vino por la zona de la margen izquierda del río Napipí y se unieron todos y nos encontraron a nosotros, que estábamos no del lado de Vigía del Fuerte sino del lado de Bellavista, porque hay un río que es el Bojayá que va hacia el Pacífico. Ahí nos encontramos cuando esta gente se tomó la zona y lo primero que hicieron fue atacar una lanchita nuestra que iba en la mañana con una comisión que controlaba el aterrizaje de los aviones en Vigía y nosotros estábamos de una u otra manera preparados, porque teníamos unas 100 unidades en la desembocadura del río Murrí al río Atrato y teníamos los otros destacamentos no en la parte poblada de Bellavista, sino del otro lado, donde no había población, y comenzó el ataque, que duró varios días. Esto trajo como consecuencia el que la guerrilla no era capaz de copar ni las 100 tropas que venían bajando por la margen izquierda del río Atrato, de la desembocadura del río Murrí hacia Bellavista, entonces comenzaron a lanzar pipetas, a tratar de tumbar un puentecito que había en ese caserío, en el antiguo Bojayá, para tratar de impedir que pudieran cruzar no solamente los civiles sino las tropas que venían por la orilla del río, sosteniendo una pelea de más de un día o dos con ellos, y una pipeta de estas impactó, con los resultados que ya conocen contra los pobladores de esa comunidad que se encontraban en la iglesia”.