La transición política de la vicepresidenta Francia Márquez fue una de las más poderosas de 2022: pasó de ser lideresa social de su natal Cauca a convertirse en un fenómeno electoral que arrasó en las consultas presidenciales de marzo, y que ahora se apresta a ser la jefa del Ministerio de la Igualdad con la capacidad de controlar los millonarios subsidios sociales que se repartirán en Colombia, una herramienta codiciada en el año 2023 en el que se reconfigurará el poder regional.
Su triunfo más reciente, precisamente, fue la creación –vía Congreso– del Ministerio de la Igualdad, una cartera que, en palabras de la Vicepresidenta, “se enfocará en revisar proyectos públicos relacionados con justicia social, igualdad y derechos de mujeres, jóvenes y comunidades que han sido históricamente excluidas”.
Pese a que aún es un misterio cuántos recursos manejará esa cartera y cómo hará para ser transversal a todos los demás ministerios del gobierno del presidente Gustavo Petro, esa naciente cartera pone a Francia Márquez en una posición de poder que no es común en las vicepresidencias, pues son puestos que –contadas excepciones– generalmente se quedan relegados y sin margen de acción. Y ese era un punto que ella y su equipo asesor tenían claro. Tanto así, que Márquez le insistió a Petro fuertemente para que lo creara y, según se rumoraba en los pasillos de la Casa de Nariño, fue un motivo de discordia entre Francia y varios alfiles de Petro.
Pero esta no ha sido la única vez que la vicepresidenta se le para duro a Petro para hacer valer su opinión. Una de las disputas más tensas tuvo que ver con su designación como fórmula vicepresidencial del entonces candidato Petro.
Pese a que el Pacto Histórico había insistido en que quien obtuviera el segundo lugar en las consultas presidenciales ocuparía ese puesto, la bancada fue cambiando de decisión cuando vio que el personaje más fuerte era ella. De hecho, los mismos petristas alegan que Márquez obtuvo ese puesto gracias al fenómeno electoral que demostró en esas votaciones. Algunos sostienen que Petro se vio obligado a ponerla ahí pese a que presentía que podía ser una piedra en el zapato para algunos de sus movimientos.
Y no era para menos. Sin maquinaria ni clanes apadrinándola, Francia Márquez obtuvo más de 785.000 votos, ubicándose por encima de políticos con más trayectoria como el exgobernador de Antioquia, Sergio Fajardo, y el exgobernador del Atlántico, Álex Char.
De hecho, ese respaldo a Francia no solo se convirtió en un voto de opinión muy marcado en los jóvenes de izquierda, sino que terminó siendo el salvavidas de quienes querían que gobernara un mandatario de izquierda, pero se negaban a darle un voto a Petro. Aún así, ese respaldo que Francia Márquez logró en las calles y en las urnas parece no haberse visto reflejado al interior del Gobierno. Pese a que la nombran cada vez que se toma una decisión importante, la voz de la vicepresidenta no es ni la sombra de lo que fue en la campaña electoral: fuerte, contestataria y con poder de convocatoria.
Francia es consciente de que en las filas de su propio Gobierno no es bien recibida por todos. En noviembre, y ante decenas de cámaras, la vicepresidenta salió a decir que había comportamientos racistas en su contra y que constantemente le tocaba recordarles a sus compañeros el puesto que está ocupando “¡Respétenme, yo soy la vicepresidenta! Si fuera un hombre mestizo o blanco no tendría que decirlo”, aseveró.
De hecho, su figura solo se ha visto opacada por el protagonismo de la primera dama, Verónica Alcocer. Por ahora, la vicepresidenta tendrá el reto de demostrar que su ministerio sí funciona y no se convertirá, como han dicho sus críticos, en más burocracia y corrupción. La tentación electoral de las regionales de octubre próximo será su prueba de fuego.