“Me han llamado otra vez del colegio para que vaya a hablar con la directora. También acudirá la psicóloga. Luis le ha vuelto a pegar a un compañero y sigue sin prestar atención en clase y desobedeciendo a los profesores”.
Este amargo comentario de una madre o padre a su pareja, refleja una de las situaciones que más preocupa a las familias: los problemas de conducta de sus hijos en las aulas.
Esas situaciones pueden obstaculizar la convivencia y el aprendizaje, por lo que uno de los retos del docente es “lograr que el alumno adquiera el control de las propias emociones sin recurrir a la violencia o a la intimidación”, explica a Efe María Pilar Tormo, profesora del máster en prevención e intervención psicológica en problemas de conducta en la Escuela de la Universidad Internacional de Valencia, en España.
Según la doctora en psicología, uno de los problemas de conducta más frecuente es la indisciplina, que los lleva a no hacer tareas, no estar en silencio cuando es necesario o irrespetar a compañeros y profesores.
También, de acuerdo con el análisis de la profesional, se pueden observar casos de déficit de atención con hiperactividad (Tdah), o problemas de trastorno negativista desafiante que se reflejan en pataletas y niños que se enojan con gran facilidad.
Entre las consecuencias del deficiente control de sus emociones por parte de los niños y adolescentes, Tormo destaca “el peor rendimiento académico, la insatisfacción escolar, las dificultades en las relaciones sociales en la escuela y los problemas de falta de entendimiento en el hogar”.