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Dos colombianas se encuentran en las 10 finalistas del primer premio que otorgará el Instituto de Paz de Estados Unidos a la mujer constructora de paz en naciones con fragilidad democrática o en conflicto armado.
Se trata de Ángela María Escobar y Rosa Emilia Salamanca, una paisa y una boyacense que, aunque con historias de vida muy diferentes, en la actualidad trabajan por un país sin violencia contra las mujeres y en paz.
El proceso de este premio, denominado Constructoras de Paz, inició el año pasado cuando fueron nominadas 150 mujeres de 51 países que compartían la misma característica: un trabajo incansable por mejorar las condiciones de sus territorios.
“El Instituto de Paz tiene el honor de usar nuestra plataforma para amplificar la importante y urgente voz de las mujeres que construyen paz en sus comunidades y países. Mientras luchamos por navegar una crisis global y un mundo más complejo, estas 10 mujeres se destacan como valientes faros de esperanza y fuerza. Esperamos que este premio arroje luz sobre las contribuciones indelebles de las mujeres constructoras de la paz en todas partes e inspire a las generaciones futuras”, afirmó Nancy Lindborg, presidente del Instituto de Paz de EE.UU.
No se conocen y sus historias de vida solo se relacionan por lo que hacen en la actualidad.
Ángela María Escobar nació en Bello, pero gran parte de su vida la vivió en el municipio de El Peñol, donde se convirtió en una víctima de violencia sexual.
“Fui víctima de un comandante y dos integrantes de los paramilitares. Ocurrió en el año 2000, mismo año en el que me tocó salir desplazada para Medellín, donde pasé 10 años muy difíciles porque me tocó buscar comida en canecas, vivir arrimada y hasta fui prostituta”, recuerda Ángela María.
Su vida, tal cual lo narra, dio un giro cuando en medio de quebrantos de salud que sufrió por cuenta de la ingesta de licor, le pidió una nueva oportunidad a Dios.
“Conocí más víctimas de violencia sexual en el conflicto armado, empecé a tener liderazgo en el tema. A partir de ahí conocí gente muy importante que me ayudó a formar modelos de jornadas de denuncias colectivas para las víctimas.
Desde 2016 es la representante legal de la corporación Mujer Sigue mis Pasos, también tuvo participación en la mesa de diálogos de paz entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y las Farc.
Al premio, afirma, llegó luego de un ciclo de conferencias en el que participan una víctima y un académico. “Esa persona que yo acompañé me dijo que me quería nominar al premio, para mi fue todo un honor y, ahora, una gran sorpresa luego de saber que estoy entre las 10 finalistas”.
Por su parte, Rosa Emilia, no es víctima del conflicto, pero sí una pacifista que ha dedicado su vida a trabajar por las mujeres y su liderazgo.
No olvida sus raíces en Boyacá, pero reconoce que se crió en Bogotá. “Mis papás nos enseñaron a mis hermanos y a mi, a trabajar por este país, a quererlo. De ahí que yo me dedicara a los asuntos sociales”, afirma.
Rosa Emilia dice que la vida la ha llevado por muchos caminos de construcción de paz, “siempre he tenido una impronta de pacifista, de ver que las armas no son los medios para resolver los asuntos y creo muchísimo en la generación de formas a través de las cuales se puedan transformar los conflictos a mejores situaciones”.
Vivió muchos años con pueblos indígenas y aprendió de su diversidad, también alimentó su conocimiento con organizaciones defensoras de derechos humanos y del discurso feminista.
“La vida me permitió configurar un saber en múltiples movimientos. El contacto con la gente te enseña mucho y te enseña el respeto a la diversidad y a la gente”, dice Rosa Emilia, quien en la actualidad trabaja en la Corporación de Investigación y Acción Social y Económica y se desempeña como delegada la Cumbre Nacional de Mujeres y Paz.
Estas dos constructoras de paz comparten la misma felicidad, no solo por se finalistas del premio, también porque sienten que hay un reconocimiento a su trabajo y a la construcción del país que pretenden, que la agenda de paz del país no quede en el segundo plano.
“La paz nunca será un camino recto, es un camino lleno de curvas, de sorpresas, dificultades. Yo creo que nosotras debemos de perseverar. Todo esto es una construcción de años y cada día se trabaja, aquí las curvas las daremos, las montañas las subiremos y valles los cruzaremos y, así nos cueste, algún día este país va a contar con paz”, asegura Rosa Emilia Salamanca.