Piedad Bonett, la afamada y distinguida poeta antioqueña, tiene un nicho en la cárcel de Pedregal, en Medellín.
Sus letras son inspiración y por ello el nombre de la biblioteca del establecimiento penitenciario lleva su nombre.
A ella le pareció una sorpresa, pero resultó conmovida. El lunes pasado, aprovechando su visita a la ciudad, sacó un tiempo de su agenda para visitar la biblioteca y, cómo no, a los internos que redimen su pena en este espacio en el que los libros sirven para volar con la mente, imaginar nuevos mundos y escapar de la realidad que los atrapa entre las rejas.
Sussana Escobar, docente de Derecho de la Universidad Eafit, quien lideró una campaña de donación de libros para llevar a la biblioteca, recuerda detalles de la visita de Bonett a los internos.
Escobar detalla que Bonett, al llegar a la biblioteca, se vio conmovida, pues la esperaban con un letrero grande con su nombre, lo que permitió “el bautizo” oficial con su visita. Luego, saludo uno a uno a los internos que estaban en ese momento y cada uno contó su experiencia con la lectura y la literatura.
Durante la charla, Bonett les explicó cómo es el proceso de escritura, cómo empezó a escribir y les leyó fragmentos y poemas alusivos a los motivos que la llevaron a escribir Lo que no tiene nombre, que tiene que ver con la muerte de su hijo.
“Hablaron mucho de la literatura y la poesía, como una manera de tramitar estos testimonios y los motivó mucho a escribir y a encontrar un refugio en la escritura y la literatura”, explica Escobar, quien se ha acercado al proceso que realizan en la biblioteca, ya que el observatorio de la Universidad le prestó asesoría a uno de los internos que está redimiendo pena en la biblioteca.
Los internos explicaron las razones para bautizar la biblioteca con el nombre de Bonnett: el hecho de ser una escritora mujer, de ser antioqueña y por la experiencia que ella había vivido con la muerte de su hijo y el hecho de que son tragedias que, aunque son distintas, ellos encuentran coincidencias con lo que han vivido y sus familias.
Por último, reseña Escobar, “ella decía que se le había olvidado que estaba hablando con personas que están privadas de su libertad, y que no vio que fulanito estaba ahí por un homicidio, sino que estaba hablando con un ser humano”.