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“Dejación de armas será total”: jefe de Misión de la ONU

El jefe de la Misión de la ONU, Jean Arnault, plantea su preocupación por la falta de información sobre las milicias
de las Farc.

  • Jean Arnault, jefe de la Misión de las Naciones Unidas en Colombia.FOTOS: DONALDO ZULUAGA

    Jean Arnault, jefe de la Misión de las Naciones Unidas en Colombia.

    FOTOS: DONALDO ZULUAGA

20 de junio de 2017
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Aunque resulte irónico, una de las personas más entusiastas con la implementación del acuerdo de paz entre el Gobierno y las Farc es un francés, quien también ha sido uno de los responsables de los avances. Se trata de Jean Arnault, jefe de la Misión de las Naciones Unidas en Colombia.

Arnault conoce la arquitectura del Acuerdo como pocos, ha sido testigo de excepción. Tiene la responsabilidad de constatar que lo plasmado en el Acuerdo se cumpla y aunque sabe que se han presentado disidencias, considera que no es un porcentaje relevante, pues se trata, por ahora, de máximo 250 hombres de 10.000 que tiene las Farc. Por eso, afirma que no estamos cerca de una reavivación del conflicto.

Diplomático, silencioso y alejado de los micrófonos, como su cargo se lo exige, conoce la intimidad de la negociación y la implementación del Acuerdo. En entrevista con El Colombiano habló sobre este proceso, destacó la convicción con la que las partes asumieron el fin del conflicto, pero manifestó preocupaciones en temas como las disidencias y la no identificación de los milicianos de la guerrilla. Arnault tiene claro que el éxito de la Misión que comanda es salir del país con la certeza de la finalización del conflicto.

¿Cree que se logrará la dejación total de armas por parte de las Farc de acuerdo con el calendario?

“Hemos aprendido a no comprometernos con fechas. Si llegamos al 100 % de la entrega de armas el 20 o el 25 de junio, no tiene mayor impacto para nosotros. Creo que hay una voluntad clara de no traicionar las expectativas. Las Farc insisten en que se trata de compromisos recíprocos y el Gobierno tiene que asumir su responsabilidad sobre la seguridad física, socioeconómica y jurídica de la guerrilla. En ese tema siempre hay tensiones y reclamos. Pero, en breve plazo, tendremos una dejación completa de armas”.

¿Afecta la imagen del proceso los anuncios que no se cumplen?

“Es dañino, pero no es nuevo. Durante la negociación la apuesta por fechas topes ha sido permanente, pero nunca se respetaron, finalmente ya nos acostumbramos. En la fase final de la dejación de armas no dudo que puede haber incumplimientos, estoy de acuerdo que fijarse plazos y no respetarlos, no es precisamente la mejor forma de ganar credibilidad. Recuerdo el 23 de marzo de 2016, como fecha para finalizar la negociación, no se cumplió y eso generó una especie de crisis. Pero, con relación al acuerdo del 29 de mayo, que trató la entrega de armas, se va cumplir. La fecha es lo menos importante”.

El Acuerdo plantea fundir armas y construir monumentos ¿Es posible que se empleen para aclarar delitos o para trazabilidad de tráfico de armas?

“El Acuerdo es sobre la destrucción del armamento, no sobre la utilización de estas para fines investigativos o judiciales. Prevé que se inutilicen y luego hay un planteamiento sobre la creación de monumentos. Nosotros lo que hacemos es verificar. No es claro su destino final (qué clase de monumentos), pero la perspectiva de la inutilización y conversión en algo más está a punto de darse, estamos hablando de semanas”.

¿Con la búsqueda y destrucción de caletas el desarme llegará al 100 %?

“Estamos viendo en las Farc una intención de acelerar el desmantelamiento de las caletas. Los retos logísticos y de seguridad son inmensos. En el caso de Tumaco, por ejemplo, hay presencia de grupos armados. Este proceso de extracción de caletas se llevará a cabo bajo la verificación de la ONU hasta el primero de septiembre y, desde ese momento, pasará a ser responsabilidad de la Fuerza Pública. Es un tema inusual en los procesos de paz, por lo general, la neutralización de las caletas es una responsabilidad del Estado. Este es un proceso que involucra a la Fuerza Pública, por sus particularidades (grupos armados, minas y economías ilegales). Vamos a llegar al 100 % de la entrega de las armas el primero de septiembre. Pienso que la discusión para las Farc es más por un tema de dignidad, es más digna la búsqueda por parte de ellos, que la alternativa de la Fuerza Pública”.

Esto plantea que Fuerza Pública y Farc tendrán que trabajar de forma conjunta, en el pasado esto hubiera sido imposible...

“Habría sido inconcebible el proceso de preconcentración de 7.000 hombres de las Farc si no hubiera existido una capacidad de cooperación con la Fuerza Pública. Esto es excepcional. Hay una colaboración constante que da la certeza a la verificación de la finalización del conflicto. Creo que esta convicción es una de las principales garantías de no repetición”.

¿Es normal la cercanía y
el respeto que se ve entre la
Fuerza Pública y los guerrilleros?

“Lo es en procesos exitosos. La necesidad de un diálogo directo entre beligerantes es fundamental. Es peligroso firmar un acuerdo de paz sin la convicción, de ambas partes, de que la guerra ha terminado. Si esto no se da, los procesos son extremadamente frágiles. De repente, se puede aprovechar el cese para sacar la ventaja estratégica que no se logró durante el conflicto. La razón por la cual avanzamos hacia la dejación de armas, es por la convicción de los beligerantes de que ya ha terminado la guerra”.

Viene una segunda misión, la de reinserción. ¿Están listos para la verificación?

“El presidente Santos hizo la solicitud hace apenas unos días, pero, el despliegue actual, en las 26 zonas veredales, nos permite tener una visión clara de los avances. Recuerde que no se trata solo de la construcción de un campamento, también se está garantizando salud, alimentación y cuidado, en términos de seguridad. Si el Consejo (de la ONU) decide a favor de este mandato. Estamos en capacidad de empezar desde ya”.

En el Congreso y en la Corte se
han presentado algunos tropiezos
¿es un mal síntoma?

Si miramos los procesos de paz desde una perspectiva global, cuando los compromisos están fuera del Ejecutivo entran en una zona complicada. El tema es la capacidad de que la agenda legislativa desemboque en una arquitectura bastante impresionante de decisiones en temas jurídicos y seguridad física y socioeconómica. Tanto el Congreso, como el Presidente, desde el ámbito de los decretos, han desarrollado una actividad impresionante. Lo que observamos no es la posibilidad de socavar el proceso, por el contrario, nos parece que el Congreso ha acompañado la agenda.

¿Será suficiente con los
tres años de acompañamiento?

“Lo importante no es el plazo, tenemos que acompañar el proceso y dar confianza. Dar la garantía que, para bien o para mal, está asociada con la presencia de un organismo internacional imparcial. Tenemos cierta fobia a un patrón que se ha dado en otros países y es que las Naciones Unidas entra y tiende a quedarse por diferentes razones. El éxito es salir con la satisfacción de que los elementos de consolidación de la paz están en su lugar, de que esto ha terminado. Ahí nos iremos satisfechos”.

¿Es normal la apatía ciudadana en la implementación del Acuerdo de paz?

“Hay dos tipos de conflicto. De alta intensidad en el que la resolución política es extremadamente difícil. De baja intensidad (como Colombia), donde la posibilidad de resolución política es mucho mayor, pero tienen una desventaja, que buena parte de la población que no está afectada por el conflicto mira esa empresa con indiferencia y escepticismo. No tienen por qué concentrar su atención sobre la forma de superarlo y lo encuentran bastante desagradable. El conflicto se está terminando, existen señales absolutamente inconfundibles, pero hay una necesidad cierta de mediación entre el proceso y el público. Una pedagogía de los periodistas y políticos para hacer ver a las personas indiferentes, a quienes son globalmente indiferentes, que por lo menos no hostiguen el proceso”.

En las Farc se han venido presentando disidencias, ¿se convierte esto en un riesgo para el proceso?

“La mala noticia es que no es natural que eso pase en los primeros meses, es un llamado de atención, pero el porcentaje es muy bajo, estamos hablando de máximo 250 personas sobre una guerrilla de aproximadamente 10.000 hombres. No estamos próximos a una reavivación del conflicto. Este proceso de finalización del conflicto se enfrenta a circunstancias más difíciles y creo que el Estado tiene cómo enfrentarlo”.

El conflicto está ligado a economías ilegales, ¿es este un factor de riesgo, que puede implicar disidencias?

“Es uno de los grandes interrogantes. La necesidad de enfrentar simultáneamente un proceso relativamente fácil como debe ser la reincorporación de 10.000 hombres y mujeres y, al mismo tiempo, marginar unas economías ilegales que ocupan buena parte del territorio del país. Es un tema difícil. Recuerdo un estudio realizado a petición del Consejo de Seguridad sobre los factores de fragilidad del proceso de paz, una de las conclusiones fue la existencia de productos ilegales de alto rendimiento y fácil comercialización (producción y tráfico de drogas y minería ilegal). Las economías ilegales pueden reconstruir formas de comportamiento violento”.

¿Y si las reincidencias se presentan cuando ya no hay concentración?

“Las zonas veredales serán de capacitación y reincorporación. Es una buena noticia, hace más fácil el trabajo de capacitación y de verificación y reduce la posibilidad que se den disidencias. Esto no sucede con los milicianos, con quienes no están claras las políticas de reinserción”.

¿A que se debe el optimismo frente al proceso en Colombia?

“Pienso en la necesidad de no permitir que en unos años estemos hablando de actividades de grupos posdesmovilización. Debemos evitar que ocurra el reciclaje de combatientes. Es una tarea prioritaria, dada la presencia de economías ilegales, no puede haber una opción de que esto fracase. Hay temas más difíciles, se trata de cerca de 7.000 militares y 3.000 milicianos, yo creo que el Estado de Colombia puede lograrlo”.

Firmado el acuerdo, continúa el asesinato de líderes sociales y miembros de las Farc, ¿cuál es su lectura de estos hechos?

“El asesinato de líderes estaba asociado con el conflicto. El hecho de que el fin del conflicto no se acompañe de la terminación de este patrón nos ha sorprendido. Hay desafíos que no tienen que ver con el enfrentamiento armado y el Estado debe enfrentar. En ese sentido, la segunda misión tiene que verificar las garantías de seguridad que están previstas en el Acuerdo. Es un desafío grande. Vamos a tratar de desplegarnos como misión internacional de forma que se minimice este patrón. Las misiones de verificación, por su presencia en el lugar de los hechos, tienden a generar un impacto preventivo y disuasivo. Esperamos que eso suceda en las zonas más afectadas por el conflicto”.

En el proceso de reincorporación poco se ha hablado de los milicianos. ¿Qué pasa con esos cerca de 3.000 miembros de las Farc?

“La reincorporación de las milicias se debe hacer, es muy importante que se aborde de forma más clara. Es necesario que exista un marco, que aun no existe, para una reincorporación ordenada”.

¿En este momento no existe el marco,
entonces qué va pasar?

“Tendrán que encontrarlo. El Consejo de Reincorporación debe darnos un marco general para combatientes y milicianos. Debe haber claridad. Hablando de plazos fatales, el primero de agosto es uno para que el Consejo dé más certeza a la sociedad, para que defina una metodología para la reintegración, en especial de los milicianos”.

¿Se convierte en el punto más delicado de la etapa posterior al desarme?

“Las preocupaciones son muchas, pero con relación a los milicianos no tenemos ni el cómo, ni el dónde, ni el cuándo, en el proceso de reincorporación”.

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