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La rumba nocturna revivió en las calles de Medellín

Aunque persiste la restricción de aforo, empresarios dicen que ganancias llegan al 60 % de antes.

  • Los empresarios hicieron un llamado a su clientela, para respetar el autocuidado y avanzar en la vacunación contra la covid-19. FOTO edwin Bustamante
    Los empresarios hicieron un llamado a su clientela, para respetar el autocuidado y avanzar en la vacunación contra la covid-19.
    FOTO edwin Bustamante
25 de junio de 2021
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80 %
de las personas contagiadas de covid-19 en Antioquia son del Valle de Aburrá.
50 %
del aforo es lo que permite la regla a bares y discotecas, con distanciamiento social.
60 %
de 17.000 empleos perdidos pretende recuperar Alcaldía en el segundo semestre.

Cuando el coronavirus comenzó a derrumbar pacientes en Colombia, en marzo de 2020, el primer sector obligado a cerrar sus puertas fue el del entretenimiento nocturno.

Discotecas, bares, billares, salones de eventos y amanecederos tuvieron que apagar los bafles y entrar en una incertidumbre financiera que, 15 meses después, empezó a aclararse.

El pasado 8 de junio, el Gobierno decretó la “reapertura segura”, con lo que estos negocios volvieron a la vida. El anuncio fue ampliamente criticado por los gremios médicos, pues se dio justo en el tercer pico de pandemia, con las principales ciudades registrando ocupaciones de camas UCI superiores al 90 %.

Aún así, los bafles volvieron a palpitar y la rumba regresó a las urbes.

Alejandro Arias, secretario de Desarrollo Económico de Medellín, comentó que “el sector del entretenimiento nocturno es una cadena fundamental para el turismo, que hace parte del programa de reactivación económica que tenemos. Anunciar que no habrá más toques de queda, ni ley seca ni pico y cédula, genera confianza inversionista, estimula al consumidor, y ambas cosas nos ayudan a generar más empleo y optimismo, y eso es fundamental para todo el proceso de reactivación”.

EL COLOMBIANO hizo un seguimiento a la situación, para constatar cómo se está recuperando este importante sector económico y social.

Lo que el virus se llevó

En el primer semestre de la pandemia, la mortalidad de estos negocios fue impresionante. Sitios tradicionales, en los que alguna vez fuimos felices, no resistieron la falta de ingresos y se quebraron, como las discotecas Mango’s y Dulce Jesús Mío Mi Pueblo, en Itagüí; y Chabela, en La 70. Si hablamos del Parque Lleras, murieron Ay Caramba, Alicia Dorada, Triada, Basílica, Al Rojo y el bar Thaico, entre otros.

Algunos establecimientos sobrevivieron a punta de inventiva. Se transformaron en gastrobares o licoreras, para poder vender comida, trago y cocteles a domicilio; otros, como la discoteca Amarna, de Barrio Colombia, hicieron conciertos sin público y los transmitieron por internet, para no dejar olvidar la marca.

En el bar Son Havana, en el barrio Florida Nueva de Medellín, los empleados empezaron a vender desinfectantes y tapabocas; y la discoteca Chorritos, de Castilla, se convirtió en una legumbrería.

Con ingresos que rondaban entre el 10 % y el 20 % de lo que hacían antes de la pandemia, paliaron la crisis, la ausencia de clientes, el pago de costosos arriendos y la apatía de los bancos que, según los propietarios, no quisieron prestarles dinero.

Luis Guillermo Orjuela es director ejecutivo de la corporación Zona Rosa, que aglutina a comerciantes de El Poblado. Dijo que antes de la irrupción del coronavirus en el mundo, la agremiación contaba con 215 socios, de los cuales hoy solo quedan 60, “debido a la quiebra del sector”.

Orjuela también es el presidente de la Confederación de Empresarios de la Industria del Entretenimiento Nocturno, el Turismo y los Servicios (Confedecont), que previo a la peste contaba con 6.800 afiliados en el país (2.000 en nuestro departamento), cifra que se redujo a la mitad.

La entidad calcula que la crisis arrasó con aproximadamente 800.000 a 1’100.000 empleos del gremio, 200.000 de ellos en Antioquia.

“Gran parte de esos empleados eran jóvenes que trabajaban de meseros, DJ, bartenders, y que luego vimos en las calles protestando porque se quedaron sin trabajo”, recalcó Orjuela.

Otros pertenecían al comercio informal, que trabajaba alrededor de la rumba, como los vendedores de mecato, chaceros y puestos ambulantes de comida.

Julio Restrepo, dueño de Son Havana, indicó que en diciembre de 2019 había abierto una sucursal en Cali, la cual tuvo que cerrar a los cuatro meses. Perdió $80 millones, ocho empleados quedaron cesantes y el grupo de 15 músicos que tocaba en vivo se quedó sin contrato.

Alexis Álvarez, propietario de cinco discotecas en la carrera 70, entre ellas Oye Bonita, detalló que tuvo que apretarse al máximo para conservarlas; sin embargo, le tocó clausurar un restaurante.

“En un año se perdió lo que nos había costado 20 años en construir”, remató el líder gremial.

Manejo responsable

Tras la reapertura segura, “la gente está muy contenta y ha respondido de buena manera. Hemos tenido fines de semana con el 95 % de ocupación de los establecimientos”, contó Orjuela, teniendo en cuenta que ese 95 % de hoy equivale al 47,5 % del periodo prepandémico, debido a la restricción de aforo del 50 %.

Contó que lo que sigue ahora es un manejo responsable de la situación, por parte de comerciantes y clientes, para continuar implementando los protocolos sanitarios. “Los empresarios deben tener conciencia de que hay que cuidar a las personas, respetar los aforos y la bioseguridad, porque de no hacerlo ellos serán los más perjudicados”, acotó Orjuela.

Restrepo había tenido que despedir a cinco de sus 10 empleados en Medellín, y ahora ha logrado reintegrarlos poco a poco, “aunque con condiciones contractuales diferentes, por el momento”.

Los empresarios entrevistados coincidieron en que en junio se están obteniendo ingresos cercanos al 60 % de lo que ganaban en 2019.

En palabras del secretario Arias, “hemos identificado sectores de la ciudad que están facturando el 90 %, otros el 70 % de sus ventas antes de pandemia. El encierro generó una connotación especial, y la gente tiene ganas de salir, y eso sin duda significará una recuperación más rápida del sector”.

El indicador de empleo tal vez demore más en sobreponerse, a sabiendas de que muchos establecimientos ya no existen. “Esperamos recuperar los 17.000 empleos que se han perdido en Medellín, que este segundo semestre recuperemos al menos el 60 %”, comentó el funcionario.

Si todo continúa como ahora, hay altas expectativas con los ingresos en Feria de Flores (agosto) y la temporada decembrina, según Arias.

“Considero que la reapertura va por buen camino, a pesar de que estamos en un momento difícil de salud pública. La gente está acatando las normas y el ambiente es seguro, en esta etapa juega mucho el autocuidado”, declaró Álvarez.

Frente a la posibilidad de que las autoridades decreten un nuevo confinamiento, por causa del alto nivel de contagios, Orjuela opinó que deben tener en cuenta el efecto colateral de esa medida: el aumento de las fiestas clandestinas.

A mediados de 2020, cuando regían las directrices que restringían los eventos masivos y discotecas, la Policía Metropolitana intervenía un promedio de 60 rumbas ilegales cada día en el Valle de Aburrá, según datos de la Institución.

“Eran fiestas sin ningún control, sin distanciamiento, ni tapabocas, en las que había menores de edad y se distribuían drogas y licor adulterado, ahí la gente estaba en peligro”, recordó el dirigente.

Ayer el ministro de Salud, Fernando Ruiz, anunció que su despacho enviará una circular a las ciudades y regiones con el mayor índice de contagios, para conminar a sus gobernantes a “presentar sus planes para el control de la epidemia, implementar medidas de reducción de la movilización y ampliación del distanciamiento físico, que pueden incluir el pico y cédula, o toques de queda nocturnos”.

Para Álvarez, el aislamiento sería una mala decisión, “porque ya quedó demostrado que por encima del pico y cédula y los toques de queda, la gente seguía organizando esas rumbas en fincas y en casas, y salía de paseo fuera de la ciudad. Se perjudicó a los comerciantes legales, por un error de los gobernantes”, advirtió.

“Sí existe el temor de que vuelvan a encerrarnos, pero también es cierto que tenemos que aprender a vivir con esta nueva realidad. La esperanza es que avance la vacunación y se arraigue en la gente la cultura del autocuidado, para que podamos retomar estas actividades”, relató Restrepo.

Desde su perspectiva, la pandemia demostró que la socialización, la cultura y el arte son expresiones necesarias para las personas, “porque no se trata de salir a emborracharse. Alrededor de la rumba hay arte, música, baile, y esa alegría es indispensable”.

En medio de la incertidumbre de otro encierro, también hay rayos de esperanza. “Bueno, de esperanza sí, pero más que todo de terquedad –dijo Restrepo–, porque logramos abrir un nuevo negocio en El Poblado. Es un café al aire libre, y con toda la bioseguridad”.

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