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Derrumbe sin atender en San Cristóbal, los tiene sacando los cultivos por un filo

En la vereda El Patio, de San Cristóbal, hay 160 familias campesinas que están aisladas porque se cayó la carretera.

  • Así se ve el derrumbe desde el aire. Lo que más preocupa a la gente es que la tierra se sigue moviendo. FOTO camilo suárez
    Así se ve el derrumbe desde el aire. Lo que más preocupa a la gente es que la tierra se sigue moviendo. FOTO camilo suárez
  • Cuatro casas cercanas al derrumbe fueron evacuadas. Sacar los cultivos se ha convertido en toda una odisea para los campesinos de la vereda El Patio. FOTO camilo suárez
    Cuatro casas cercanas al derrumbe fueron evacuadas. Sacar los cultivos se ha convertido en toda una odisea para los campesinos de la vereda El Patio. FOTO camilo suárez
  • Así se ve desde el arriba el derrumbe de la vereda El Patio. Foto: Camilo Suárez.
    Así se ve desde el arriba el derrumbe de la vereda El Patio. Foto: Camilo Suárez.
12 de noviembre de 2022
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Con las manos en la cintura, Dora Cecilia contempla la escena. Sobre una tabla que se balancea, un hombre lleva a cuestas un manojo de cebolla. Las rodillas del hombre, aunque firmes, van temblando; un terrón se desgaja y cae por la pendiente. Sin quitar la vista, las manos inmóviles, Dora Cecilia le habla al aire: “Qué cosa tan terrible, Dios mío. Lo que les está tocando sufrir a nuestros campesinos no tiene nombre. ¡Pobrecitos!”.

La escena transcurre en la vereda El Patio, del corregimiento de San Cristóbal. Aunque muy cerca de la ciudad, allí la vida va a otro ritmo. Las casas están construidas con aire campestre, adornadas con chambranas. En los patios traseros crece cebolla, lechuga y cilantro. El viento trae el aroma fresco de los cultivos.

Pero el pequeño paraíso bucólico que han construido los habitantes se vino abajo. Desde mediados de año, la única carretera de la vereda, una vía estrecha, pero pavimentada, se comenzó a hundir. El 4 de julio, la comunidad alertó a la Alcaldía sobre lo que estaba pasando. Funcionarios de varias dependencias, incluido el Dagrd, fueron hasta el sitio y tomaron nota. Pero los días pasaron, con la lentitud propia del campo, y nada pasó.

Cuatro casas cercanas al derrumbe fueron evacuadas. Sacar los cultivos se ha convertido en toda una odisea para los campesinos de la vereda El Patio. <b><span class=mln_uppercase_mln> </span></b>FOTO<b><span class=mln_uppercase_mln> camilo suárez</span></b>
Cuatro casas cercanas al derrumbe fueron evacuadas. Sacar los cultivos se ha convertido en toda una odisea para los campesinos de la vereda El Patio. FOTO camilo suárez

La carretera se fue hundiendo más. Con metro en mano, los habitantes notaron cómo la brecha se iba haciendo más grande. Cuando se había hendido unos 50 centímetros, colgaron un letrero para advertir que carros de más de dos toneladas no podían pasar por el sitio. También se determinó que el carro recolector de basuras no subiera hasta la parte alta. El riesgo de una tragedia era latente.

Clara Meneses, líder de la comunidad, cuenta que varias veces advirtieron a la Alcaldía sobre lo que estaba pasando. Además de que la atención fue escasa, un día se sintieron sorprendidos cuando un funcionario de la Secretaría de Infraestructura llegó hasta la zona para ver si era posible pavimentar. “Cómo iba a ser posible, si la vía se estaba cayendo. La atención de la administración fue negligente. Venían, tomaban datos, hacían informes, y luego se iban, pero nunca hubo una solución”, relata Clara.

La desgracia definitiva se concretó en la madrugada del 4 de noviembre. Mientras la vereda dormía, la carretera se vino al suelo, dejando una estampa desoladora: tierra amarilla revuelta, un tubo colgante. Lo peor, dice Clara, es que cada día se sigue hundiendo más la tierra. El pedazo de concreto que ayer servía para atravesar la vía, el día de hoy está muchos metros más abajo, por donde ya nadie puede caminar.

Lo paradójico, cuenta Clara, es que solo después de que se vino la carretera al suelo fue que recibieron un informe del Dagrd. En él les advirtieron que se debían evacuar cuatro casas —lo que ya se hizo— y realizar obras de mitigación, como llenar con concreto. Pero fue demasiado tarde.

El drama

Lo que hoy vive El Patio es un verdadero drama. Ha pasado una semana desde que la vía se cayó y no hay soluciones a la vista. La gente se siente desamparada, a la deriva, solo alentada por lo que con sus manos se pueda hacer. Arriba de la falla hay 160 familias, casi todas campesinas, que quedaron aisladas. No tienen internet porque el derrumbe se llevó los cables.

Así se ve desde el arriba el derrumbe de la vereda El Patio. Foto: Camilo Suárez.
Así se ve desde el arriba el derrumbe de la vereda El Patio. Foto: Camilo Suárez.

Óscar Jaramillo vive arriba del derrumbe. Tiene dos hijas pequeñas y, tambaleándose, exponiéndolas a un desastre, ha tenido que cargarlas para llevarlas a citas médicas a Medellín. “Esta semana tuve que salir con mis niñas para ponerles unas vacunas en Medellín. Estamos aislados, sin ninguna solución. La gente ha puesto una tabla, pero no nos han dado una alternativa más segura. Todo depende de lo que la misma gente haga”, comenta Óscar.

Por la tabla, temblando, Jorge Ospina carga un manojo de cebolla. Se queja porque ahora que no hay vía tiene que cargarla y descargarla, lo que la magulla: “Vea cómo se nos pone la cebolla. Me da mucho miedo pasar por esa tabla, pero es peor perder el cultivo”.

La escuela de la vereda refleja el aislamiento. De 45 niños, solo 20 están yendo a clase. Los demás están arriba, en la montaña, incomunicados. “¡Qué venga el alcalde y nos ayude, por Dios!”, dice Dora Cecilia sin levantar la vista .

Con las manos en la cintura, Dora Cecilia contempla la escena. Sobre una tabla que se balancea, un hombre lleva a cuestas un manojo de cebolla. Las rodillas del hombre, aunque firmes, van temblando; un terrón se desgaja y cae por la pendiente. Sin quitar la vista, las manos inmóviles, Dora Cecilia le habla al aire: “Qué cosa tan terrible, Dios mío. Lo que les está tocando sufrir a nuestros campesinos no tiene nombre. ¡Pobrecitos!”.

La escena transcurre en la vereda El Patio, del corregimiento de San Cristóbal. Aunque muy cerca de la ciudad, allí la vida va a otro ritmo. Las casas están construidas con aire campestre, adornadas con chambranas. En los patios traseros crece cebolla, lechuga y cilantro. El viento trae el aroma fresco de los cultivos.

Pero el pequeño paraíso bucólico que han construido los habitantes se vino abajo. Desde mediados de año, la única carretera de la vereda, una vía estrecha, pero pavimentada, se comenzó a hundir. El 4 de julio, la comunidad alertó a la Alcaldía sobre lo que estaba pasando. Funcionarios de varias dependencias, incluido el Dagrd, fueron hasta el sitio y tomaron nota. Pero los días pasaron, con la lentitud propia del campo, y nada pasó.

La carretera se fue hundiendo más. Con metro en mano, los habitantes notaron cómo la brecha se iba haciendo más grande. Cuando se había hendido unos 50 centímetros, colgaron un letrero para advertir que carros de más de dos toneladas no podían pasar por el sitio. También se determinó que el carro recolector de basuras no subiera hasta la parte alta. El riesgo de una tragedia era latente.

Clara Meneses, líder de la comunidad, cuenta que varias veces advirtieron a la Alcaldía sobre lo que estaba pasando. Además de que la atención fue escasa, un día se sintieron sorprendidos cuando un funcionario de la Secretaría de Infraestructura llegó hasta la zona para ver si era posible pavimentar. “Cómo iba a ser posible, si la vía se estaba cayendo. La atención de la administración fue negligente. Venían, tomaban datos, hacían informes, y luego se iban, pero nunca hubo una solución”, relata Clara.

La desgracia definitiva se concretó en la madrugada del 4 de noviembre. Mientras la vereda dormía, la carretera se vino al suelo, dejando una estampa desoladora: tierra amarilla revuelta, un tubo colgante. Lo peor, dice Clara, es que cada día se sigue hundiendo más la tierra. El pedazo de concreto que ayer servía para atravesar la vía, el día de hoy está muchos metros más abajo, por donde ya nadie puede caminar.

Lo paradójico, cuenta Clara, es que solo después de que se vino la carretera al suelo fue que recibieron un informe del Dagrd. En él les advirtieron que se debían evacuar cuatro casas —lo que ya se hizo— y realizar obras de mitigación, como llenar con concreto. Pero fue demasiado tarde.

El drama

Lo que hoy vive El Patio es un verdadero drama. Ha pasado una semana desde que la vía se cayó y no hay soluciones a la vista. La gente se siente desamparada, a la deriva, solo alentada por lo que con sus manos se pueda hacer. Arriba de la falla hay 160 familias, casi todas campesinas, que quedaron aisladas. No tienen internet porque el derrumbe se llevó los cables.

Óscar Jaramillo vive arriba del derrumbe. Tiene dos hijas pequeñas y, tambaleándose, exponiéndolas a un desastre, ha tenido que cargarlas para llevarlas a citas médicas a Medellín. “Esta semana tuve que salir con mis niñas para ponerles unas vacunas en Medellín. Estamos aislados, sin ninguna solución. La gente ha puesto una tabla, pero no nos han dado una alternativa más segura. Todo depende de lo que la misma gente haga”, comenta Óscar.

Por la tabla, temblando, Jorge Ospina carga un manojo de cebolla. Se queja porque ahora que no hay vía tiene que cargarla y descargarla, lo que la magulla: “Vea cómo se nos pone la cebolla. Me da mucho miedo pasar por esa tabla, pero es peor perder el cultivo”.

La escuela de la vereda refleja el aislamiento. De 45 niños, solo 20 están yendo a clase. Los demás están arriba, en la montaña, incomunicados. “¡Qué venga el alcalde y nos ayude, por Dios!”, dice Dora Cecilia sin levantar la vista

Miguel Osorio Montoya

Comunicador Social-Periodista de la UPB. Redactor del Área Metro de El Colombiano.

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